«Allá –dice Gastón Giménez sin señalar nada, sólo con la mente puesta en ese allá– no se juega al baby». Allá es el barrio Villa del Rosario, en Formosa capital, donde nació y creció con una cancha en la esquina de su casa, una cancha grande, de once, de potrero. Giménez –mediocampista zurdo de Vélez, 27 años, con pasos por Atlético Tucumán, Godoy Cruz y Estudiantes de La Plata– debutó como futbolista profesional con Almirante Brown en la B Metropolitana, en 2009. Desde entonces, hubo un quiebre en él. «Termino los campeonatos y estoy ahí», dice, y ahí, entonces, es allá.

–¿Cómo llega un formoseño a Isidro Casanova?

–Es complejo. Hice infantiles en Formosa, en el Club Vialidad, hasta los 12, que me fui a Rosario, a San José, un equipo de la Liga Rosarina. No jugué casi nada, mi familia no me pudo pagar la pensión y me volví. Hice un último intento: un profe me trajo a probarme a Chicago y Almirante Brown. Éramos entre diez y 15 chicos. Quedé en los dos, pero decidimos por Almirante porque nos podía mantener la pensión. Previo a irme a Rosario había venido con mi papá así nomás a Buenos Aires, pasando hambre, sueño, caminando por todos lados, yendo a las pruebas a veces sin comer.

–¿Cómo es jugar como en el potrero?

–En Formosa, en Rosario, también en Almirante, se jugaba así. Creo que te divertís, sin importar nada de lo que pasa alrededor y haciendo todo lo que te sale en el momento con las condiciones de jugador. Agarrás la pelota, y la pisás y hacés jugar. Es divertirse y, a veces, ser un poquito rebelde.

–¿Hoy podés jugar y divertirte?

–No, no, no…

–¿Tan así?

–Fue cambiante mi pensamiento. Sigo cumpliendo sueños jugando. Pero la diversión ya no es parte en mi fútbol. Tirar un caño, un sombrero, lo hago porque me gusta, sale en el momento, pero desde que soy profesional, no me divierto más. A veces me preguntan si voy a seguir ligado al fútbol, y hoy te digo que no. Mi pensamiento es negativo en cuanto al fútbol.

–¿Qué te hace pensar así?

–Todo lo externo a la cancha. Es un mundo complicado. No me gusta cómo se manejan. Lo más lindo es la pelota, el juego y la hinchada. No encuentro otro gusto. Todos sabemos lo que pasa en cuanto a lo dirigencial, los representantes… No quiero saber nada con el fútbol después de retirarme. Prefiero disfrutar de mi familia, y con mis amigos del fútbol, que ahí sí me divierto. Lo otro me cansa la cabeza.

–¿No es contradictorio que te guste ser futbolista pero no lo disfrutes?

–Es fuerte. Hoy vivo del fútbol, le da de comer a mi familia y ya no puedo volver atrás: lo elegí, la luché y es mi trabajo. Eso no quita que no me divierto desde que soy profesional, como cuando era chico, que solamente quería agarrar una pelota.

–Sin embargo, Gabriel Heinze, que parece respirar fútbol, te quiso en su equipo.

–Sí, pasa que son pocos los que lo saben. Algunos se han quedado sorprendidos por cómo pienso porque no están en el día a día y en todos los años que viví. Lo hablo con mi mujer. El fútbol es lo mejor que me pasó, lejos, y trato de aprovecharlo y rendir al máximo para mí, para el equipo, para el club que me contrató, para todos.

–¿Cómo es Heinze como entrenador?

–Puede ser que esté un poco loco, pero con la lógica que tiene el fútbol para él. Es apasionado, detallista. Ve muchas cosas que muchos no ven. Te enseña más allá de lo futbolístico. Es un maestro que viene de una escuela importante. Te enseña cómo cuidarse, cómo comer. Nunca dejás de crecer. Siempre nos transmite eso y en la cancha se ve un poco de esa locura, de ir a presionar, de ir a robar, de tratar de jugar vertical, de liquidar al rival lo más rápido posible. Es muy difícil jugar a lo que quiere en el fútbol argentino, pero a veces decimos: «Che, se puede». Está bueno.

–¿Por qué se hace difícil?

–Cada uno a su estilo trata de sacar un resultado, pero hay pocos equipos que intentan jugar bien, que tienen una idea fija, que tratan de no revolear. Es muy difícil por el entorno, por lo que significa hoy perder un partido. Hay muchos jugadores que decís: «Este tiene unas condiciones…». Pero dicen: «Y si la pierdo acá, y si termina en gol y si me putean por todos lados…». Es muy difícil tratar de mostrarte y jugar todo el tiempo cuando sabés que cuanto más agarrás la pelota, más chances tenés de perderla y de que te puteen por todos lados. Son cosas que hacen que el fútbol argentino no sea tan vistoso como antes. Quedó demostrado en Barcelona-Boca.

–¿Qué significa perder en el fútbol argentino?

–Hoy solamente te marca el resultado. Como jugador, tengo a un técnico que me enseña, que tiene una idea que con el tiempo va a dar resultados, y si en el momento no se dan, nadie lo valora. Si vos trabajás 24 horas entrenando, viendo videos, buscando una idea para ganar el fin de semana, nadie lo ve. Si no sacás el resultado, por más que labures 36 horas por día, te echan a la mierda. Es resultado constante todo el tiempo. Si se te dan es mucho más fácil.

–Eso te lleva a no intentar jugar.

–El fútbol argentino es una locura. Linda, cuando te va bien. Y cuando no, no está tan bueno lo que pasa.

–¿Cómo está Vélez?

–Me encontré con un plantel muy joven y con muchísima calidad. Me sorprendió. Y con la idea del loco este, que lo entienden bien. Si bien sé cómo juega Gabi, ahora cambié la posición, me amoldé a la nueva formación, y los chicos me dan una mano terrible, porque tienen los movimientos aceitados de seis meses de trabajo. Hay chicos que entrenan y decís: «¿Y este?». Vamos a hacer un buen torneo.