La muerte de Fernando Leguizamón a manos de un efectivo de la comisaria primera de Quilmes incluye una cruel paradoja. Esa noche, Fernando, de 31 años, salió de su casa porque un vecino le avisó que había visto a alguien merodeando el taller mecánico donde trabajaba con sus hermanos. El temor a que le robaran la batería de algún coche o las herramientas pudo más y junto a su pareja y madre de sus cinco hijos caminaron una cuadra y media hasta el portón, constataron que los candados estuvieran sanos, y volvieron por la avenida, más iluminada y segura. El efectivo Rodrigo Valdez, de civil y sin identificarse en ningún momento, se le fue encima a Fernando con el pretexto del robo de un auto y le disparó a quemarropa al menos tres veces. En la escena también estuvo presente la agente Natalia Zuleta. Luego del crimen, la policía dispersó con balas de goma a los vecinos que se habían juntado para repudiar lo que consideran un nuevo caso de gatillo fácil.

El lunes 22 de junio, alrededor de la una de la madrugada, un vecino golpeó la puerta de la casa de Fernando sobre Calle 388, entre Tucumán e Islas Malvinas del barrio Primavera, en Quilmes Oeste, para avisarle que había visto movimientos “sospechosos” frente al taller. Fernando no lo dudó: se vistió y le dijo a su mujer que volvería enseguida. “Salió preocupado y yo le dije que lo acompañaba. Desperté a mi hija más grande para que cuide a los hermanos y fuimos al taller, que queda a una cuadra y media. No vimos nada y decidimos volver por la avenida Mosconi. Hasta me acuerdo que me pidió un cigarrillo”, cuenta Yesica Escudero, testigo y víctima de la desmesura policial.

“En ese momento –continua– vi que enfrente había dos hombres y una mujer. Enseguida uno se cruzó hacía nosotros gritándole a Fernando que se tirara al piso mientras le apuntaba con el arma. Fernando le dijo ´pará flaco, si yo te conozco´ y el policía sin mediar palabras le tiró el primer disparo en el brazo. Le empezamos a decir que no habíamos hecho nada y le tiró el segundo balazo en el abdomen. Fernando llegó a decirle que lo había lastimado, pero el policía le disparó otra vez. Después, le pegó con la culata en la cabeza y lo tiró al piso. Empezó a darle patadas y a gritarle que tirara el arma. Yo intentaba explicarle que no teníamos ningún arma”.

De acuerdo al relato de Yesica, mientras ella intentaba alguna defensa de su pareja, llegó una mujer que le apuntó con el arma a la cabeza y la puso contra la pared. “Me dijo que me fuera, que yo era una sucia, y yo le decía que no me iba a ir porque Fernando estaba herido. Entonces me tiró al piso y me pisó la cabeza para que no lo mirara. Todavía me duele en el alma lo que nos hicieron. Destruyeron una familia”, se lamenta.

El escueto parte policial explicó que “el efectivo Valdez fue abordado en Mosconi y Tucumán por dos hombres armados que circulaban en un Ford K con intenciones de robo” y que “tras identificarse como policía, comenzó, un intercambio de disparos que terminó con uno de los presuntos delincuentes herido”.

Yesica remarca que mientras su pareja se desangraba en la calle, a ella la “degradaron y la trataron como a una delincuente”, que la tuvieron detenida dentro de un patrullero hasta las seis de la mañana y que cuando finalmente la trasladaron a la comisaría quinta de La Cañada, la notificaron de que le habían abierto una investigación por un “robo calificado por el empleo de arma de fuego en concurso real con portación ilegal de uso civil”. Mientras, Fernando era trasladado de urgencia al hospital de Quilmes donde murió a las once de la mañana.

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“Lo único que pido es justicia”

Fernando tenía dos trabajos. Algunos días de la semana se dedicaba junto a su mujer a realizar jardinería en las casas de la zona. El resto del tiempo lo pasaba en el taller mecánico que había montado junto a sus dos hermanos. “Todos en el barrio lo conocían. Incluso, le habíamos hecho un laburo de jardinería a un vecino del policía que lo mató”, destaca Yesica y agrega que tanto el homicida como la mujer policía viven cerca de su casa. “Yo tengo miedo de salir a la calle, pero la justicia en vez de meterlos presos a ellos, me notificó a mí de una medida cautelar que prohíbe a toda mi familia acercarse al policía Valdez cuando son ellos los que nos amenazan a nosotros por redes sociales”, se queja.

La abogada y referente de CORREPI, María del Carmen Verdú, ya presentó ante la Unidad Fiscal de Instrucción y Justicia N°7 de Quilmes, a cargo de la investigación, la notificación correspondiente para constituirse como particular damnificada en representación de la pareja de Fernando, pero aún no recibió respuesta, lo que le impide tener acceso a la causa.

“Lo único que pido –dice Yesica– es justicia y que los policías estén detenidos. Mi hijo más chiquito sigue poniendo un plato en la mesa para el papá. No sé cómo explicarle que no va a volver nunca más”.