Sin estridencias y con las ideas claras. Germán Palacios llega, se presenta, saluda cordialmente y toma asiento. Nunca levanta la voz ni se pierde en ademanes ampulosos. Escucha, piensa y parece construir cada respuesta con un detenimiento y compromiso proporcional al que pone en cada uno de sus personajes. En una industria en la que se multiplican las luces, los brillos y las declaraciones impostadas, Palacios todavía cree en el postergado arte de reflexionar. Por estos días su obsesión es Los últimos, la ópera prima de Nicolás Puenzo que el jueves llegará a los cines. La audacia del guión, su personaje, las exigencias del rodaje y los resultados finales –explica– potenciaron su compromiso con un proyecto que siente muy propio.  

Los últimos es una película inusual para el cine argentino. Transcurre en un futuro donde la hiperexplotación de recursos naturales no renovables impone una tierra devastada. Entre kilómetros y kilómetros de desierto la ausencia de agua reduce la vida a la pelea por la subsistencia. Una maquinaria de guerra brutal completa un cuadro donde las víctimas se multiplican y los victimarios no terminan de saber exactamente para quién trabajan. En ese marco, Pedro (Peter Lanzani) y Yaku (la actriz peruana Juana Burga) huyen de un campo de refugiados en busca del mar y un futuro mejor para su hijo por nacer. Durante ese viaje plagado de peligros e incertidumbres se cruzarán con Ruiz (Germán Palacios), un fotoperiodista agobiado por las circunstancias y sus decisiones. La película se desarrolla a diferentes escalas. Describe un apocalipsis global, pone el foco en el impacto social en una zona específica y revela la crisis moral que puede disparar en algunas personas.

–¿Cómo te llegó la propuesta para hacer Los últimos y qué fue lo que más te atrajo del proyecto?

–Con Nico y Lucía Puenzo tengo una gran relación que nunca dejó de crecer desde que compartimos XXY (2007). Después hicimos la miniserie Cromo (2015) y, mientras rodábamos, Nico me contó que tenía un proyecto para su primera película como director. Hablamos mucho y comenzamos a trabajar espontáneamente. Me encantó la temática y cómo quería llevar la historia. Rápidamente me di cuenta de que Nico es un director totalmente diferente.

–¿Por qué?

–Por su personalidad. Nico juega al cine. Nació en una familia en la que ese era su mundo cotidiano (es hijo de Luis Puenzo y hermano de Lucía), pero sobre todo no se pone límites. Tiene alma de niño y eso es impagable. Al leer el guión pensaba: «Es genial. ¿Pero cómo vamos a hacer todo esto?». Y él sabía. Planifica las cosas al detalle y, como cualquiera, se encontró con dificultades e impedimentos. Entonces se reorganizó y resolvió. Siempre va por más. Me resultó muy atractiva también la idea que armó de Ruiz. Buena parte del drama de la historia pasa por él y su mirada, de alguna manera, se traduce en la fotografía del film.

–¿Cómo trabajaste en la construcción de Ruiz?

–Hablamos mucho con Nico. Hicimos una construcción para entender cómo Ruiz llegó a donde llegó. Armanos una historia de él que no aparece puntillosamente en la película, pero que se traduce en pequeños gestos y hechos que desembocan en el personaje. Junté mucha información sobre fotoperiodistas y me inspiré en algunos de ellos. El norteamericano James Nachtwey mantiene un compromiso ideológico muy fuerte con su trabajo y una ética que lo hace transitar esos escenarios con una impecabilidad que pretende no interferir en lo que sucede. Del argentino Rodrigo Abd aprendí que en esas circunstancias las situaciones se imponen y uno sólo decide a partir de ellas. Hubo un tercer fotoperiodista que es amigo y se llama Ezequiel. De él saqué eso de comer semillas: parece un detalle, pero esa gente va a la guerra y se ajusta a lo necesario para sobrevivir. En base a todo eso y el laburo apareció un Ruiz border, casi quebrado o abandonado de sí mismo. Por eso también me dejé crecer la barba y el pelo: son síntomas del derrumbe. Construí a mi personaje a partir de su crisis moral.  

Un largo camino

Germán Palacios ya tiene más de 30 años de carrera y un largo y productivo recorrido en televisión, teatro y cine. Confiesa que los tres ámbitos lo atraen si el proyecto resulta enriquecedor, pero al mismo tiempo destaca su pasión por el cine y las particularidades de sus modos de producción. Dicen que del dicho al hecho hay un largo trecho, pero del guión a la película puede haber mucho más. Por eso Palacios subraya que quedó impactado con el resultado final de Los últimos: «Ver la película terminada después de un año y darse cuenta de que tu trabajo aporta al crecimiento de la historia y sobre todo que la película respira y crece a partir de muy buenas decisiones que tomó el director te deja una sensación de plena satisfacción».

–No debe suceder siempre.

–Para nada. Hice películas que fueron destrozadas en la posproducción. He visto pulverizar guiones casi con malicia, en el nombre de la búsqueda del éxito. Las películas son de los directores en el mejor de los casos. Muchas veces los productores meten la cola y todo se complica más.

–La película retrata un colapso total por la explotación feroz de recursos naturales. ¿Lo ves como un futuro cercano?

–En ese sentido tiendo a pensar como el Indio Solari: «El futuro llegó hace rato». Estoy siendo extremo, pero vamos claramente en esa dirección. El poder global no parece muy interesado en evitar una crisis ambiental masiva. El concepto de recursos no renovables no está entre sus prioridades. En ese punto me parece que es muy interesante lo que se juega en la película porque de alguna manera plantea que la fuerza es la única forma de sostener eso. Y ahí todo se complica más porque en ese contexto siempre gana el más malo. En la Argentina la situación también es muy compleja. La soja y los agroquímicos tienen un impacto muy nocivo. Tenemos derecho a contar con toda la información, discutir y decidir qué vamos a hacer con los recursos naturales y el medioambiente.

–Las nuevas políticas del Incaa generaron marchas y múltiples reclamos. ¿Cómo ves la situación?

–Con mucho enojo, angustia y desazón. Para ser gráfico y que la gente entienda: este año tres películas en las que iba a participar y ya tenían fecha de filmación fueron al menos postergadas debido a las nuevas políticas del Incaa. Esperemos que se puedan hacer, pero sólo que se pospongan genera múltiples perjuicios. Es muy desmoralizante que películas que nos representan en el mundo encuentren tantas trabas internas y quizás en el futuro ya no se puedan filmar. Sólo discutir la eliminación de la tasa del 10% a las entradas para generar recursos para el cine argentino es una locura. Necesitamos diversidad cultural y que el sector genere trabajo. No podemos quedarnos sólo con las películas de las grandes productoras. «

La mística como antídoto 

Los últimos fue filmada en Bolivia, Chile y la Argentina. Los paisajes desérticos y asfixiantes marcan la estética y la trama de la película, pero también impregnaron muchas de las jornadas de filmación. 

«Estuvimos en lugares ásperos. En Bolivia te apunás y no hay forma de eludir eso –recuerda–. Intentamos hacer una mínima adaptación con la comida y té de coca, pero era difícil. Te vas a dormir y a la mañana te levantás con la nariz sangrando. Por las dudas teníamos un tanque de oxígeno al lado de la cama. La estética de la película es muy densa, pero los espacios naturales donde filmamos no fueron tuneados. Lo que se ve es lo que se respira. Había lugares en los que nos quemaba la nariz el ácido que la tierra despedía. El esfuerzo se sentía en el cuerpo, pero a la noche cenábamos, recordábamos lo vivido y el grupo se unía más y se generaba mística. Fue una experiencia dura, pero muy enriquecedora para todos».

Temporada de fragilidades 

El 2017 fue un año de trabajo y reconocimiento para Germán Palacios. En los últimos meses protagonizó la película Temporada de Caza (de Natalia Garagiola) y la miniserie La fragilidad de los cuerpos (Pol-ka, El Trece, TNT).

«Los resultados de Temporada de caza también fueron reconfortantes. Natalia es una directora con mucho carácter  y lo dejó claro desde este debut. Que ganara el premio del público en la Semana de la Crítica del tradicional Festival de Venecia fue una muy linda sorpresa. Las películas a veces se abren camino en forma insospechada», reflexiona Palacios.  

–Vivimos una época muy rica en series. ¿La fragilidad de los cuerpos apuntó en esa dirección?

–Creo que interpreta un poco ese clima. La producción asociada tiene que ver con eso. Pero tal vez todavía no encontró el concepto netamente cinematográfico que vemos en muchas series. Creo que eso se va a ir puliendo. Es un producto que estuvo muy bien, tomado de un libro y un autor argentino (Sergio Santiago Olguín) muy interesante.