La imagen que mejor describe la gira oficial a Asia es la de los funcionarios argentinos desesperados por comprar trajes chinos a cien dólares. La comitiva fue a hacer negocios. Para el país, se presume. Pero como ocurre desde que Mauricio Macri es presidente, los intereses públicos y privados del elenco presidencial tienden a entrar en conflicto.

La última escala fue Japón, donde el presidente Shinzo Abe recibió al mandatario argentino como un paladín del libre mercado. «Macri ha hecho reformas para una libre economía y ejerce un notable liderazgo. Reconfirmamos con Macri que una economía libre y abierta es la base para la paz y la prosperidad», sostuvo el presidente japonés.

Fuera de micrófono, Abe detalló las condiciones que debería tener una eventual sociedad estratégica con la Argentina. El mandatario pidió medidas contra el proteccionismo y mayor apertura comercial, que las disputas judiciales sean tratadas en tribunales internacionales y cooperación en el ámbito internacional. Macri prometió un rápido despacho parlamentario de esos acuerdos. Y luego desplegó su repertorio de chistes sobre fútbol.

El principal convenio suscripto en suelo nipón fue la compra de tecnología para que los trenes posean frenado automático. Los equipos serán financiados en un 85% con un crédito por 49,5 millones de dólares otorgado por el organismo internacional de financiamiento de Japón JBIC y el Deutsche Bank. Las obras, según se informó, estarán concluidas para el año –electoral– 2019.

Antes de visitar el imponente palacio imperial de Tokio, la comitiva paseó por China, donde se reciclaron acuerdos que habían sido suscriptos durante la era K. La similitud fue tal que el gobierno PRO anunció inversiones chinas por 20 mil millones de dólares, cifra idéntica a la que Néstor Kirchner promocionó una década atrás.

El parecido inquietó al sector más poderoso del empresariado local, que se quejó a través de Clarín. «Los anuncios desde Beijing fueron auspiciosos, pero la letra chica se desconoce y eso hace que los acuerdos sean muy similares –casi idénticos– a los polémicos convenios que firmó Cristina Kirchner», escribió Marcelo Bonelli, uno de los periodistas que mejor interpreta las emociones del Grupo Techint. La metalúrgica que comanda Paolo Rocca mantiene una pulseada mundial con sus pares chinos, sobre todo en el mercado de la provisión de caños sin costura, donde Techint logró posicionarse casi como un monopolio global.

Como les ocurre a todas las empresas de Occidente, a Rocca le resulta imposible competir en precio y financiamiento con las compañías chinas. Por eso, en su momento, auspició con recursos de todo tipo la campaña destinada a detonar los acuerdos firmados por CFK. En línea con esa inquietud, el artículo de Clarín –socio de Techint en la Asociación de Empresas Argentinas (AEA)– cuestionó que las «promesas de inversiones» estuvieran condicionadas al cumplimiento de acuerdos previos, como la construcción de las centrales hidroeléctricas Kirchner y Cepernic, la construcción de centrales nucleares adjudicadas sin licitación y la aceptación de la cláusula del «cross default», que indica que si no avanza una obra, caen todos los convenios.

Más como zancadilla que como denuncia, los socios de AEA le recordaron a Macri que él mismo había cuestionado esas condiciones por presunta corrupción. Otras épocas. En esta gira, el presidente no solo avaló esos acuerdos, sino que sumó otros pactos que, en el futuro inmediato, también podrían merecer atención judicial.

En la tierra de Mao, Macri se reunió con el CEO de la automotriz Chery, Anning Chen. Chery opera en Argentina desde 2008, y posee un vínculo especial con el jefe de Estado: el representante local es el Socma, la holding del clan Macri.

En ese encuentro, Chen le anunció al padre de sus socios –Macri cedió sus tenencias en Socma a sus hijos– que aumentaría el 20% las ventas en la Argentina. Y anunció la comercialización de vehículos eléctricos. El anuncio se produjo un día después de que Macri firmase un decreto con beneficios impositivos para la producción de ese tipo de autos. Por ahora el decreto no beneficia a Chery: la firma nunca radicó una terminal en la Argentina. En su momento, papá Franco dijo que no montó la fábrica porque el ministro Roberto Lavagna le negó el decreto de terminal automotriz. Según lo que se informó desde China, esa historia también estaría por cambiar: en el comunicado oficial, la Casa Rosada informó que las autoridades de Chery se manifestaron «dispuestos a mejorar la eficiencia de producción en el país».

Las andanzas locales de la dupla Chery-Socma ya tienen su capítulo judicial. Según dictaminó la fiscal Gabriela Boquín, la firma habría sido utilizada en el proceso de presunto vaciamiento del Correo Argentino. Esa historia se resume así: para 2016, el Correo tenía depósitos por 9.666.690 dólares y 27.866.097 pesos en el Banco Ciudad. El clan Macri solicitó a la jueza retirar parte de esos fondos –correspondiente al concurso de acreedores– porque la fabricación de Chery «no devengó dividendos». O sea: Socma justificó la extracción de fondos del Correo para salvar a Chery. Según lo que se anunció en China, la empresa ya no precisará de los ahorros del Correo Argentino para mejorar sus números. «

Expreso a Oriente

La gira presidencial por Asia se inició en Dubai, pasó por China y culminó en Japón.

El objetivo del viaje fue la búsqueda de inversiones y la firma de acuerdos bilaterales de cooperación política y comercial.

En Emiratos Árabes Macri disertó ante un centenar de empresarios árabes, con eje en energía y alimentos.

En China el presidente ratificó las obras de las represas Kirchner y Cepernic. También hizo anuncios junto a Chery, la empresa que en la Argentina está representada por Socma. La continuidad de los acuerdos suscriptos por CFK despertó críticas entre los empresarios argentinos, quienes recordaron que Macri había denunciado esos pactos por «posible corrupción». En Japón el presidente recibió el pedido de impulsar el libre comercio. «El emperador me dijo que no entiende cómo tenemos un 30 por ciento de pobreza», contó Macri.