Mientras se disipan los últimos focos del feroz incendio que devastó la localidad de Mati, en las afueras de Atenas –con un saldo de al menos 86 muertos, decenas de desaparecidos y más de 2000 viviendas destruidas– el gobierno de Alexis Tsipras enfrenta en una crisis comparable a la de hace exactamente tres años, cuando avaló el «plan de austeridad» impuesto por la Unión Europea a pesar de que en un referéndum la población había rechazado someterse a semejante ajuste.

Como para amainar un poco las críticas, el primer ministro dijo el viernes que asumía toda la responsabilidad política por la tragedia y anunció medidas para indemnizar a las víctimas del siniestro, subsidiar consumos eléctricos y brindar créditos para la reconstrucción de las propiedades devastadas por el fuego.

Al mismo tiempo, desde su gabinete el viceministro de Protección Ciudadana, Nikos Toskas, declaró que los incendios pudieron haber sido intencionales y algunos medios deslizaron la sospecha hacia propietarios deseosos de hacer negocios inmobiliarios en áreas forestales protegidas que ahora, como tierra arrasada, pueden ser una excusa para la reconversión. Otros culpan a la UE por el rigor fiscal a que sometió a la nación desde hace una década, que llevó a despedir a quienes cumplían tareas de prevención o que podrían haber colaborado en el rescate.

Las responsabilidades, sin embargo, no aparecen como tan lineales para dirigentes que conocen el paño. Es el caso del ex vicealcalde de Atenas, Fotis Provatas, y del exministro de Economía de Tsipras, Yanis Varoufakis, quien renunció al cargo tras la «agachada» del premier en julio de 2015. Para ellos, como toda tragedia griega, el final estaba anunciado desde hace tiempo.

Para Provatas, en diálogo con la agencia china Xinhua, el distrito más afectado por el incendio tiene un diseño urbano que se convirtió en una verdadera trampa mortal para los pobladores que querían huir hacia el mar cuando vieron que no había nada que hacer sino salvar sus vidas.

Varoufakis, en su página web señala la vulnerabilidad de la sociedad griega ante situaciones como esta «debido a un desarrollo irresponsable y no regulado». Pero no tanto por la desregulación neoliberal que viene proponiendo la troika (FMI + Banco Central Europeo + Comisión Europea) como por el auge de la construcción en zonas cercanas a la capital griega desde muchísimo antes.

«El modelo económico de la posguerra de Grecia se basó en el desarrollo inmobiliario anárquico y no planificado en cualquier lugar y de cualquier manera (incluidos barrancos y bosques de pinos). Eso nos ha dejado, como cualquier país en desarrollo, vulnerable a los incendios forestales mortales en el verano y las inundaciones repentinas en invierno (ver aparte)», señaló el economista.

Los loteos en esa región costera –que fue la delicia de quienes buscaban una casa-quinta propia donde pasar un fin de semana a la orilla del mar, comprada en cómodas cuotas– se dibujaron como un entorno arbolado y sinuoso que pudo ser bello, pero resultó tremendamente letal ante la catástrofe. 

Los vecinos se tropezaron con esas calles laberínticas y cuando intentaban escapar hacia el mar, chocaron con los cercos de los emprendimientos privados en la playa. Para colmo, muchos que pretendían huir hacia otros lados en sus vehículos no pudieron seguir en la ruta porque los vientos avivaban las llamaradas sobre el camino. Dejaron los coches donde fuera para saltar hacia la playa, con lo que agravó al atascamiento.

Los que alcanzaron a cruzar pudieron salvarse, pero hubo familias enteras que murieron abrazadas sin poder escapar. Los cuerpos quedaron tan calcinados que el viernes  el jefe del servicio de medicina forense de Atenas, Nikos Karakouis, elevó la cifra de muertos de 83 a 86 porque habían detectado mediante estudios de ADN que tenían restos de tres cuerpos donde creían que había uno.

Cambio sin recursos

La ola de calor que atraviesa Europa, y que sería una de las causas principales en los incendios en Grecia, tiene una profunda raíz en el cambio climático. Según un informe del JRC (Centro Común de Investigación de la UE, por sus siglas en inglés) sólo el año pasado el área forestal quemada en Portugal, España e Italia fue de casi un millón de hectáreas.
En el futuro ese organismo prevé que por el cambio climático se reduciría el efecto protector de los Alpes, que mantienen alta humedad en el corazón de Europa. En las costas marítimas, disminuirán las precipitaciones y «las temperaturas más altas convertirían los bosques secos en polvorines de verano».
Fue lo que ocurrió en los alrededores de Atenas. La fuerte sequía y temperaturas cercanas a 40 grados en forma persistente crearon amplias áreas de leños secos que ardieron como papel.
En Mati, pero lo mismo ocurre en otros lugares, durante años se construyó sin regulación y sin criterio científico, sólo el de los desarrolladores inmobiliarios. Y cuando la crisis atosigó a los gobiernos griegos, con tal de sacar dinero impusieron multas a las construcciones irregulares pero las dejaron como estaban.
Lo que no hicieron las autoridades en décadas lo hizo el fuego, a un costo altísimo.