Toda película tiene una estrategia previa que la hace posible. Luego del éxito de El ciudadano ilustre, la dupla creativa de Gastón Duprat y Mariano Cohn buscó la manera de aprovechar ese envión y filmar más en menos tiempo. El plan incluyó dos películas y la reorganización de funciones. Una llamada 4×4 (dirigida por Cohn y producida por Duprat), que se estrenará durante el primer semestre de 2019. La otra es Mi obra maestra (dirigida por Duprat y producida por Cohn), una comedia que verá la luz este jueves y apuesta a otra dupla exitosa: Guillermo Francella y Luis Brandoni.

En Mi obra maestra Francella es Arturo, un marchand (especialista en el mundo del arte que ofrece obras a la venta), una persona de modales sofisticados, pero con pocos escrúpulos a la hora de los negocios. Brandoni es Renzo, un artista plástico que se encuentra en franca decadencia, detesta el mundo social del arte y vive muy precariamente. Si bien al galerista y al pintor los une una profunda y vieja amistad, no coinciden en casi nada: sus universos e ideas son opuestos, lo que genera constantes discusiones y desencuentros. Arturo intenta por todos los medios revertir la suerte de su amigo y colocar su obra en el mercado. Sin embargo, cada tentativa fracasa. Pero cuando todo parece perdido, Arturo pondrá en marcha un plan, quizás algo extremo, que le dará a la historia una dimensión más allá de la comedia.

«Trabajar con Luis siempre es un placer. Luego de compartir dos programas de televisión como Durmiendo con mi jefe y El hombre de tu vida nos dijimos que teníamos que volver a trabajar juntos. Generamos una química extraordinaria, amamos la comedia y encontramos los tiempos para los remates sin pensar. Nos faltaba compartir una película y recién ahora pudimos hacerla. Nos queda pendiente el teatro, pero ya llegará», cuenta Francella. Para el actor, uno de los más populares de nuestro país, las claves de Mi obra maestra están en los diálogos y en un guión muy trabajado, donde además de la sonrisa permanente hay momentos emotivos.

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–¿Que la película tenga la capacidad de ser popular tiene que ver con que ustedes son actores convocantes?

–No, eso viene en el guión. Me siento cómodo haciendo una película que genera identificación. Me gusta que las historias sean verosímiles. Esas cosas te marcan que son para una mayoría. Me atrae que las películas tengan elementos contundentes que las hagan populares y que eso no esté reñido con la calidad. La clave es la historia. Un cine convocante tiene que ver con la capacidad de hacer entrar en la convención a la mayor cantidad de gente posible. Pero si no transmite verdad, el espectador se queda afuera y no entiende por qué se cuenta eso de esa manera. Una película puede ser elogiada por la estética o la originalidad,  puede estar bien hecha, pero si no tiene elementos para todos, no pasa nada: no genera la cercanía que se necesita para que le guste a mucha gente.

–¿Qué fue lo que te atrajo en la primera lectura del guión?

–Me atrajo ese universo, el del arte, que no conocían tanto. Pero lo que más me gustó es el trasfondo y las dinámicas que se dan en ese ambiente. El guión es muy sólido y refiere a la amistad y a la incondicionalidad de los amigos que supera todo. El personaje de Luis (Brandoni) es un pintor brillante que en los ’80 explotó, pero luego, con el paso del tiempo, nunca quiso aggiornarse, se puso antisocial, resentido con el sistema y con el nuevo mundo del arte que hoy pondera cosas  que él jamás en la vida podría hacer. Cosas que se venden por miles de dólares son para él la antítesis de lo que es arte. A mi personaje se le hace muy difícil lograr que Renzo trascienda de nuevo porque él es tan hosco que no fue ni al vernissage organizado en su honor. Entonces, como amigo, armo un plan para que vuelva a ser quien fue. La película toca temas difíciles, pero siempre lo hace con el espectador como cómplice. No es importante si comulgamos o no con las decisiones de  los personajes. En el fondo cada uno sabe qué haría, pero al ver cómo reaccionan se plantea esa duda de acompañar con alguna sensación o reflexión lo que pasa en la pantalla.

–¿Cómo buscaste diferenciar a Arturo de otros personajes que hiciste en tu larga carrera?

–La bendición máxima de un actor es poder jugar a ser otras personas. No digo que si alguien hace siempre personajes similares esté mal, pero me hace sentir pleno poder componer personajes bien heterogéneos, no sólo con cambios estéticos, sino  diferentes desde adentro, en su forma de ser y ver el mundo. Por eso en cada uno de las diez últimas películas que hice traté de elegir personalidades bien antagónicas entre sí. En este caso, busqué entender cómo era Arturo y eso hice, sin pensar en otra cosa.

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–Hay pinceladas de tu expresividad tan característica en más de un momento de la película. ¿Eso te lo pidieron o son aportes propios?

–No hubo ningún tipo de improvisación. Se ensayó muchísimo cada línea. Fue muy útil ese proceso porque encontramos algo importantísimo: el tono que se quería. No nos costó hallar lo que Duprat necesitaba. Nada fue con fórceps. Todo fluyó. Es clave tener confianza en el director: hay que descansar en quien va ser tu piloto. Yo siempre doy mi opinión respecto del libro. Me gusta aportar una devolución propia por si puede resultar útil. Me interesa tener un ida y vuelta con el director. Trabajar codo a codo, en este caso con Duprat, fue algo muy interesante.

–¿Cómo vivís la popularidad?

–La mitad de mi vida tuve el anonimato de mi lado y la otra mitad, una gran popularidad. Lo tengo internalizado, convivo con la exposición, pero me siguen llamando la atención los objetivos profesionales que continúan apareciendo, así que me enfoco más en eso. Me siento feliz de tener reconocimiento del público y de mis pares. Sé que vivir de lo que amo es un privilegio por el que uno se esforzó y me pone contento eso.

–¿Buscás renovarte para tener vigencia?

–Me gusta explorar cosas nuevas. Estoy siempre buscando personajes que me interesen. La dirección, en teatro, ha sido un mojón que me interesa volver a transitar y ojalá también pueda hacerlo en cine. Pero quiero encontrar una historia que me conmueva, que tenga cierta originalidad en el relato, algo intimista, algo que pueda manejar para debutar en ese rol. Soy muy respetuoso de los directores de cine. Hoy por hoy vivo a la espera de un buen personaje, pero me gustaría encontrar algo para dirigir, encontrándole la vuelta a los momentos ociosos, sin desesperarme, con cautela para elegir algo que sepa que voy a disfrutar.

–¿Cuál es la mayor alegría que te ha dado tu profesión?

–Lo que más me gusta de mi trabajo es hacer que la gente olvide sus problemas por un rato. Generar algo en el otro me pone contento, como actor y como ser humano. No me importa si es comedia o drama. Siempre tengo motivación para trabajar y  espero no perderla nunca.

Los caminos de la dirección

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Había dirigido y actuado hace algunos años en La cena de los tontos, pero Guillermo Francella siente que Perfectos desconocidos –la obra que se puede ver en el Teatro Metropolitan– es su verdadero debut como director: «Compramos los derechos, hice la adaptación de la película y me encantó. Los directores cinematográficos siempre están más protegidos porque tienen diferentes herramientas para jugar. Un plano corto, una fuga, cambio de locaciones, exteriores. Acá teníamos 12 metros de embocadura donde teníamos que pensar cómo contar todo lo que sucede en el film. Tuve una idea y la concreté, aunque no sabía si realmente iba a quedar bien. Por suerte a mucha gente le gustó la vuelta de tuerca teatral que logré darle. Era la primera vez qué se adaptaba para teatro la película y los resultados fueron muy auspiciosos. De hecho ahora, la misma puesta, la que yo imaginé, la versión adaptada por mí, se estrenará en España». El mayor elogio fue que Paolo Genovese, el creador italiano de la historia, fue a ver la obra cuando estuvo hace algunos meses en la Argentina. «Estaba encantado y sorprendido. Fue una alegría poder compartir con él», confiesa Francella.

La historia de una amistad, contada con humor y algo más

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Gastón Duprat y Mariano Cohn estuvieron al frente de diez films, entre los que se encuentran las multipremiadas El hombre de al lado y El ciudadano ilustre. Sólo con esta última obtuvieron 30 premios internacionales. Algunos de ellos son la Copa Volpi a mejor actor en el Festival de Venecia por la performance de Oscar Martínez, y los premios Goya, Ariel y Platino a mejor película iberoamericana. Además, el film resultó un éxito de taquilla tanto en la Argentina como en gran parte de los 40 países donde tuvo estreno comercial.
En Mi obra maestra Duprat volvió a trabajar el guión con su hermano Andrés y con su socio Mariano, pero la dirección fue un asunto exclusivamente suyo. El film se rodó durante ocho semanas en Buenos Aires, Río de Janeiro y en escenarios naturales de Jujuy. «La película tiene tensión, drama, emoción, pero también tiene mucho humor: se trata del regreso a la comedia de Francella y Brandoni. Cuenta la historia de una amistad, que Guillermo y Luis se conozcan desde hace tiempo ayudó a darle más verdad a lo que queríamos retratar. La película reflexiona sobre las contradicciones de la creación artística y los límites de la amistad, con tonos melancólicos y un final con todo», puntualiza Duprat.

Mi obra maestra

Dirección: Gastón Duprat. Guión: Andrés Duprat. Elenco: Guillermo Francella, Luis Brandoni, Raúl Arévalo y Andrea Frigerio, entre otros. Estreno: jueves 16 de agosto.