El año de Gustavo Fernández –tenista sobre silla de ruedas, hijo de un reconocido basquetbolista argentino y rabioso hincha de Boca– está cruzado por las emociones. «Decir feliz queda demasiado corto», dijo el 10 de mayo pasado. Ese día, Fernández, 22 años, había recibido una noticia conmovedora: lo habían elegido nada menos que para desfilar como abanderado de la delegación albiceleste que participará en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, entre el 7 y el 18 de septiembre. Allí, en Brasil, solo él y Luis Scola cargarán el símbolo patrio, el mismo que revoleó por el aire de París. «Estoy completamente desbordado», dijo ahora, con el polvo de ladrillo aún sobre el cuerpo, después de ganar el primer Grand Slam de su historia como singlista.

En la cancha número 6 del complejo ubicado en Bois de Boulogne, Fernández consiguió el logro más grande de su carrera: salir campeón en Roland Garros, el torneo que más le gusta. Sobre la superficie naranja, se dio el gusto que no se había podido dar en Australia y en el US Open, dos competencias en las que había caído en la final. En la definición del título, el cordobés se impuso por 7-6 (7-4) y 6-1 al inglés Gordon Reid, que en semifinales había superado a Stéphane Houdet, el número uno en tenis sobre silla de ruedas.

En medio de los nubarrones y de una ciudad sacudida por una de las mayores crecidas del río Sena, el argentino festejó un campeonato que le permitirá, desde esta semana, ser el número cuatro del mundo e igualar su mejor ubicación en el ranking. Está, en definitiva, en el punto más alto de su carrera. Así llegará a Río de Janeiro: con el título de Roland Garros y con el torneo de Pensacola, Estados Unidos.

Fernández, nacido en Río Tercero y con movilidad reducida desde los 18 meses por una enfermedad inusual, curtió el deporte y la competencia desde chico. Creció rodeado de basquetbolistas: Gustavo Fernández, su padre, fue un base campeón en cinco ocasiones en la Liga Nacional. Y Juan, su hermano, supo ser parte de la Selección.

Gustavo se contagió de ese círculo familiar. «Empecé jugando al básquet por mi viejo, pero no le encontraba la vuelta», explicó en una entrevista. A los seis años se inclinó por el tenis y en 2006 disputó su primer torneo. Su carrera incluye una larga lista de logros, como haber sido el número uno en la categoría Junior y cuatro medallas de oro en los Juegos Parapanamericanos, por caso.

Nada, sin embargo, comparable a este 2016 en el que pisará Río de Janeiro como el campeón de Roland Garros, el certamen que eligió como favorito desde que disfrutó por la televisión la recordada final en la que Gastón Gaudio derrotó a Guillermo Coria en 2004. Entre ese título y el suyo hay apenas un nombre argentino en el suelo parisino: Agustín Velotti, ganador del Junior en 2010.