Como sucede desde sus orígenes en 1984, el Cirque du Soleil tiene sintonía fina con cada momento histórico con el que le toca convivir. Amaluna, el espectáculo que presentó el jueves y que continúa hasta el 1 de abril en la Costanera Sur de Buenos Aires (luego partirá hacia Córdoba), se desarrolla en una isla imaginaria y misteriosa gobernada por diosas y guiada por los ciclos de la Luna.

Próspera, su reina, dirige la ceremonia de la llegada a la mayoría de edad de su hija Miranda en un ritual que honra la femineidad, la renovación, el renacimiento y el equilibrio en la Tierra.

Mami Ohki es la publicista del show y se unió al Cirque en 2008. “Hay más o menos 18 espectáculos en el mundo del Cirque y cada uno tiene una temática distinta -explica-. Cada show tiene su concepto, y desde que se creó en el 2012, Amaluna siempre tuvo el mismo núcleo: una historia de amor y el fortalecimiento de las mujeres”.

Una de las innovaciones que trajo el Cirque du Soleil al mundo del espectáculo en general fue la dinámica del cambio permanente pero pequeño, para que cada presentación resulte lo suficientemente parecida a las otras como para ser reconocida en su antecedente, y lo suficientemente distinta como para que no se crea que se ve lo mismo. “Los cambios son de acuerdo a lo que vamos viendo que sucede con el show alrededor del mundo –dice Ohki–. Hacemos cambios en función de la evolución de los artistas.” Eso incluye tanto la competencia -fomentada internamente con mesura a fin de conseguir mejoras en los números- como el cambio de artistas.

“Las modificaciones se dan especialmente por la gente que llega y se va -explica Evgeny Kurkin, el artista ruso que caracteriza a Romeo, uno de los personajes centrales de Amaluna (al que se unió en 2013; antes sólo participó en el espectáculo Saltimbanco)-. Eso hace que siempre haya que ajustar los números. Y creo que eso es algo positivo porque mejora el show.” Kurkin se dedicaba a la gimnasia artística y un día, alguien que lo estaba viendo, le preguntó si no le interesaba unirse al Cirque: “No me lo tomé muy en serio. Pero me puse a ver varios de sus shows y dije que lo intentaría. En el casting en Montreal me sentí realmente feliz. Era increíble la escala de todo”.

Ohki y Kurkin representan dos de los múltiples “mostradores” que tiene el Cirque, que al tradicional estilo nómada del circo, le sumó formas de trabajo más relacionadas con el siglo XXI. “Un tour tiene características distintas a cuando trabajás en casa. Si bien en los hoteles tenés tus espacios individuales, estamos siempre en el mismo lugar, no te vas a tu casa al final del día; hay que ver siempre las mismas caras. Por eso cuando hay un problema lo tenemos que resolver para que todos se sientan cómodos”.

Y si bien el consenso puede ser que no se alcance por la cantidad de involucrados -artistas y demás parte del personal a veces viaja con sus hijos-, están las formas de organizar el trabajo. “Tenemos vacaciones pagas para ir a visitar a la familia, pero también depende del puesto de cada uno: como soy publicista, yo tengo que encontrar un buen momento para viajar”, dice sin lamento Ohki. El momento por lo general está relacionado con la cercanía que el tour guarde con el lugar de origen de cada uno: en el caso de Ohki es Japón, entonces cuando el show gira por el Pacífico tiene más permisos para ir y venir.

Lo de Kurkin tal vez sea menos flexible, pero, al menos para él, tiene sus ventajas. Aficionado como es a la fotografía, aprovecha los tiempos de descanso como para mejorar sus habilidades mientras despunta el vicio. “Me gusta mucho explorar -cuenta-. Cuando tuvimos una semana libre nos fuimos al Calafate, a El Chaltén, subimos el Fitz Roy. Y en estos días en Buenos Aires voy a visitar escuelas de circo”. «

Problemas de la vida cotidiana

Mami Ohki tiene las formas que combinan la simpatía de lo descontracturado con la escasa sorpresa de las respuestas formales. Sin embargo, eso se desbarata cuando se le pregunta cuál es problema más común durante los tours.

–¡The wi-fi!

La exclamación no deja lugar a dudas sobre que la conectividad tiene un valor casi similar al agua para las nuevas generaciones y sus nómades trabajos. De cualquier modo, tanta modernidad no evita que en las largas travesías se siga extrañando a la familia. En cambio Evgeny Kurkin, de quien dicen que se luce en el número del mástil chino –acaso el de más difícil ejecución–, tiene problemas con eso de la perfección. «Busco mejorar día a día –sonríe–. Siento que todavía no lo estoy haciendo perfecto. Es difícil porque a veces hacemos dos shows por día y llegamos un poco cansados», asegura.

¿CUÁNDO?

Amaluna, del Cirque du Soleil. De miércoles a sábado a las 17:30 y a las 21, domingos a las 16:30 y a las 20. Hasta el 25 de marzo en Costanera Sur (España 2230).