El Fondo Monetario Internacional debe decidir sobre la manera en que el gobierno argentino financiará sus gastos de este año. En particular, sobre el modo en que Hacienda se desprenderá de los dólares que obtuvo por la colocación de títulos y que necesita convertir en pesos para atender el funcionamiento del Estado.

El método con más chances de ser aprobado es la subasta por montos preestablecidos, el mismo que se comprometió a usar el Banco Central cuando el dólar salga de la zona de no intervención. Falta que el Fondo manifieste su acuerdo. En el equipo económico estiman que el mecanismo se pondría en marcha en abril.

La discusión se produce porque el FMI es muy celoso sobre el destino de las divisas que prestó. No quiere que se repita la situación del año pasado, cuando el Central las malvendió en un fallido intento para frenar la disparada del dólar. Por eso en la revisión del acuerdo exigió la inclusión de una cláusula candado para limitar sus apariciones en el mercado. «El apoyo presupuestario del Fondo se utilizará únicamente para satisfacer las necesidades de saldo primario y el pago de intereses y amortizaciones sobre la deuda del Tesoro. Nos comprometemos a no emprender la venta de dólares a través de bancos estatales», juró el gobierno por escrito. Igual abrió una puerta para negociar «un sistema para la conversión ordenada y el uso de esos desembolsos». Eso fue lo que el ministro Nicolás Dujovne conversó con la misión del Fondo que visitó el país en febrero.

El programa financiero del gobierno para 2019 estima que del colchón armado en base a colocaciones de letras y los giros del FMI, unos U$S 8100 millones deberán ser pasados a pesos para cubrir vencimientos de deuda en moneda local. Esa suma (que puede variar según el éxito en la refinanciación de letras) ayudaría a calmar la ansiedad preelectoral de los mercados. Pero el producto de esas subastas quizás sea necesario también para cubrir gastos corrientes. Sucede que los cálculos fueron elaborados bajo el supuesto de que se logrará el equilibrio fiscal primario y los datos conocidos el viernes no fueron muy alentadores: la recaudación de la AFIP en febrero subió 40,4% interanual, diez puntos por debajo de la inflación. «