El seleccionado argentino de handball masculino cayó ante Qatar 22 a 18 y se despidió de la competencia olímpica de Río de Janeiro 2016, al finalizar en la quinta posición en el grupo A de la etapa clasificatoria. El equipo albiceleste terminó con dos unidades, solamente por encima de Túnez, único rival al que superó.

En un estadio Arena da Futuro, situado en el Parque Olímpico de Barra, que convocó a casi 3 mil espectadores, siendo la mitad de ellos simpatizantes argentinos, el conjunto conducido por Eduardo Gallardo pagó caro precio por un arranque irregular y por no haber sido preciso cuando necesitaba recortar las cifras.

Al término del primer período, el combinado qatarí, subcampeón mundial en 2015 en el torneo realizado en ese emirato del Golfo Pérsico, se imponía por 12-9. Esa suerte de elenco ‘Resto del mundo’, conformado por jugadores nacionalizados de distintas latitudes, había mostrado mayor oportunismo para tomar una pequeña ventaja en la pizarra.

En la segunda mitad, Argentina buscó reducir la diferencia. Con la desfachatez de Pablo Simonet (4 goles), bien acompañado por un Federico Pizarro (4) que siempre buscó desequilibrar, lo que aportó Federico Vieyra (4), más el empuje de todos.

Pero Qatar supo apoyarse en la capacidad de su arquero Darijel Saric, bosnio nacionalizado, más la potencia del nacido en Cuba, Rafael Capote, responsable de 4 conquistas. Recordamos que el equipo asiático es cuestionado desde el Mundial porque forjó su poderío gracias a los petrodólares de los jeques, que permitieron la nacionalización de jugadores de primer nivel. Los medios especializados la bautizaron la “ONU del handball”, ya que en su plantel de 14 jugadores, cuenta con dos montenegrinos, dos bosnios, un francés, un cubano, un croata y un español, sumado a que su entrenador que también es español y fue quien llevó a la selección de su país a ganar como local el Mundial de 2013.

Argentina creyó que el repunte era posible cuando estaba 13-15 en el tanteador y corría el minuto 9 del segundo período, con un tanto de Vieyra en el que soltó tenuemente la bola con su mano izquierda. Inclusive, un rato después, Federico Fernández dispuso de un tiro penal pero lo desvió, cuando el partido estaba 14-16. A partir de esa jugada, el combinado asiático se sintió seguro, aprovechó las contras y terminó ganando el partido con cierta holgura, más allá de que la distancia osciló entre los cuatro y seis goles.

Lo mejor de la noche para la Argentina lo regaló la gente que despidió al equipo en forma apoteótica, como si hubiese no ya clasificado a segunda ronda sino como si hubiera alcanzado medalla. Las banderas de lugares tan disímiles como Banfield, Jujuy, La Plata o Mendoza testimoniaron que el respaldo estuvo y se hizo sentir.