El sueño de Galleguillo es cortar por lo menos la avenida 9 de Julio para hacer una fiesta popular gigante, donde todos puedan saber de qué se trata la chaya riojana. Esa festividad gigante y pura que cada febrero sucede en esa bella y castigada provincia. 

Un poco de eso es lo que trae a Buenos Aires, al teatro Opera donde el sábado 28 presenta el DVD que se editó junto a un libro basado en la chaya. «Llegamos siempre con las alforjas llenas de sueños, para presentar el alma de la chaya. A traer un poco de calor al folklore que a veces se enfría en la gran ciudad», dice el músico. 

Creador y difusor de la música de sus pagos, Galleguillo es una de las figuras convocantes y atrayentes en los festivales principalmente del norte del país. Desde sus comienzos, cuando todavía formaba parte de la agrupación Los Amigos, la figura de Galleguillo llamaba la atención por la originalidad de su interpretación y por un repertorio festivalero pero también identitario de su provincia. 

Con los años, además de ser quien instala en el valle de Punilla una especie de sub sede chayera, tiene durante los días del carnaval su propio patio chayero que nació en su casa y hoy se realiza en un estadio. «No me gusta que la gente tenga que pagar fortuna para vernos, me gusta que todos puedan estar», dice el músico. 

–¿Qué pasa con vos y con el público, cada vez que venís?

–Me cuesta mucho venir para acá, no me gusta tanto. Una vez Argentino Luna me dijo “amigo no se olvide que debajo del Obelisco hay tierra”. Y tiene razón, pero yo soy una persona afianzada a mi lugar. Yo ya caminé mucho de joven esta ciudad, tengo grandes recuerdos. Eran épocas de muchas peñas, las mejores estaban acá en Buenos Aires pero ya no existen más. Eran lugares donde teníamos la posibilidad de difundir. 

–Tenés casi treinta años de carrera con la música, ¿cuándo descubriste en ella un medio de expresión?

–El clic viene con un punto de suerte y el ángel de mi madre que siempre pensó en mí . Ella me llevó a tener la responsabilidad de decir cosas y cumplirlas, a ser profesional…Tengo la posibilidad de esa responsabilidad y eso se lo debo a mi madre, nosotros veníamos de pasarla bastante mal, hemos vivido en un conventillo, luego a la orilla de la vía…Uno en esos momentos no se imagina que va a tener la posibilidad de llegar a algún lado y te pasa que de golpe esa sensibilidad que tenés por lo que viviste se convierte en otra cosa y en mi caso se convirtió en música.

–Pero no siempre podés encontrarte con esa oportunidad. 

–No, por eso yo a veces hablo de suerte. Nosotros como familia hemos tenido situaciones de violencia de parte de mi papá que era boxeador y acarreaba sus frustraciones, bebía y eso también afectaba. Pero pasó que a los ocho años yo empecé a cantar, eso a él lo ponía contento y alardeaba con sus amigos y nosotros con mis hermanos empezamos a decirles cosas a través de las canciones. Ahí hubo un cambio inmenso con él, empezó a ser el mejor papá del mundo, por eso siento que si hablo de éxitos, ese fue mi primer éxito. Haber podido darle un giro a la vida que llevábamos, como pasa en el norte, en La Rioja tenés la vía que divide los barrios de clases más altas y del otro lado, en el fondo, nosotros los cabecita negra. Y ahí vivía mi familia, a la orilla de la vía. Por eso insisto en que después de haber cambiado a mi papá, entendí que la música salva porque de la mano con eso vino la fama y también la plata. 

–¿Cómo ha sido ese transitar por los escenarios?

–Fue difícil yo lo pude manejar, a mí jamás me ganó ni el dolor ni la melancolía, siempre miro al sol, como hacemos los originarios y los norteños mirar el sol para seguirlo y salir adelante. Pero la verdad es que venimos de una juventud dura para hacer una carrera que a veces puede también ser dura. Tenés que golpear muchas puertas, recibir muchos no hasta que un día, si creés en lo que estás haciendo, te toca una varita, sobre todo en mi caso que no soy un buen cantor. 

–¿En qué te apoyás entonces?

–No puedo cantar cualquier canción, tiene que tener un contenido y tiene que tener alegría también. Hay algo de preparación y de experiencia, por ejemplo, estar acá, dormir en donde sea… Pero esto tiene que ver con estar convencido de que tu vida va por ahí. Imaginate que cuando era chiquito ponía sillas y cantaba frente a ellas. Evidentemente siempre tuve el sueño de hacer esto que un buen día llegó. Nosotros subimos al escenario de Cosquín porque Los Nocheros nos llamaron a cubrir el espacio que habían dejado dos bailarines en su peña. Ahí participamos de un certamen del cual quedamos finalistas junto a Los Guaraníes, Los Huayra, el que tenía que desempatar era Horacio Banegas y nos elegió a nosotros. Y ahí subimos a Cosquín. Eso, por ejemplo, es preparación también, te sirve después cuando empezás a hacer un recital tras otro. 

–Fue a mediados de los 90, un momento muy particular de la música folklórica

–Sí, llegamos justo cuando se abría un gran portón donde podía pasar todo el mundo, porque había que lograr entrar y luego mantenerse. En medio de que la gente veía al folklore como algo viejo, apareció Cuti y Roberto con saxo, batería, ya había llegado el Chango Farías Gómez con Peteco, fue un momento genial para la música. Pero claro, vos estás ahí y luego la idea es que puedas seguir. Mirá, el sueño de mi carrera es llegar a ser un cantor popular, para mí eso es tocar el cielo con las manos. Que seas convocado por los festivales y que estés a la par de lo que significa Horacio Guarany por ejemplo. Número uno no voy a ser, como Abel Pintos o como Luciano Pereyra por ejemplo, a quienes admiro profundamente. Yo lo que quiero es estar con la gente, sentir el perfuma a tierra, el olor a empanadas en los festivales, no me quiero alejar de toda la gente que está ahí manchada de harina. 

Sergio Galleguillo se presenta el sábado 28 a las 21 hs. en el teatro Opera Allianz, Corrientes 860