A doce días de haber recuperado la libertad, Amado Boudou participó de un encuentro con dirigentes, militantes, especialistas en economía, profesionales de la cultura y de la comunicación, empresarios del sector PYME. La reunión –una charla debate informal que terminó en brindis- tuvo lugar en la tarde del miércoles y fue organizada por el Instituto Independencia, un centro de estudios ligado al peronismo y con vínculos en el municipio de La Matanza. Desde que ingresó a la sede del think tank, sobre la calle Bartolomé Mitre al 1800, Boudou capturó la atención de todos los presentes a lo largo de tres horas.

El economista, formado en el ultraortodoxo CEMA, que ideó la estatización de las AFJP y qyue llegó a ser vicepresidente, llegó solo. Vestía remera negra, jeans, zapatillas también negras. Lo recibieron con un abrazo, un beso en la mejilla, una palmada en el hombro o en el pecho. Cuando todos se sentaron, comenzó a contar su experiencia de haber estado dos meses preso. Boudou fue padre por primera vez hace siete días: sus hijos, los mellizos León y Simón, llevan los nombres de pila de Trotski y de San Pedro, el apóstol al que el propio Jesucristo, dice la tradición cristiana, le encomendó la tarea de fundar una iglesia.

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El testimonio de Boudou arrancó con un relato en primera persona del momento de su detención, cuando la Prefectura lo detuvo en pijama, a primera hora de la mañana, y registró la escena con una foto para la que se le ordenó posar delante de su biblioteca y con las esposas puestas. Esa imagen se viralizó velozmente por todos los medios: la filtración desencadenó una causa judicial que investiga quién ordenó entregar la imagen a los diarios, una acción que consiste en un delito. La prisión domiciliaria dictada contra Boudou sin sentencia firme, con el argumento de que podía entorpecer la investigación, se convirtió en un caso testigo de una interpretación judicial muy polémica y que despertó fuertes cuestionamientos dentro y fuera del país.

Boudou contó detalles de su traslado desde el subsuelo de Comodoro Py al penal de Ezeiza. También explicó cómo era el funcionamiento cotidiano en el pabellón B de la Unidad VI de la cárcel, controlada por el Sistema Penitenciario Federal. El ex vice repasó las condiciones de detención, que están lejos de ser VIP a pesar de la denominación utilizada en estos casos.

Como había hecho el mismo día en que salió en libertad, Boudou no quiso festejar su liberación: llamó a no desentenderse de la situación del resto de los presos ligados al kirchnerismo. Contó situaciones impactantes referidas a toda la población carcelaria de Ezeiza. Dijo que en los últimos meses se está viviendo una ola de suicidios (una mecánica que se repite es quitarse la vida ahorcándose con las sábanas, para lo cual previamente se vuelca aceite en el piso). También contó que había visto con sus propios ojos cómo el Estado incrementa, todos los días y de modo exponencial, el número de jóvenes presos.

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Ese momento de la charla generó silencios y, en ciertos tramos del relato, acotaciones de quienes estaban escuchando. Algunos participantes de la reunión habían estado presos en los años ’70, siempre por cuestiones políticas. Boudou revivió la forma en que se habían organizado con los otros presos del pabellón para limpiar ellos mismos las celdas –proliferaban las cucarachas-, para mejorar la comida que les daba el SPF, o para improvisar un entrenamiento de CrossFit con el objeto de ponerse en forma. El ex ministro contó que él, por su parte, se había organizado tres momentos diarios de lectura, clasificados según temáticas: economía, política y entretenimiento. Allí confió que durante los 60 días en la cárcel leyó, entre muchos libros, La Historia de la Revolución Rusa, de Trotski, y un estudio sobre la historia de la Revolución Francesa.

“La lucha de clases sigue muy vigente en el mundo, lo que sucede es que la clase trabajadora, los oprimidos, parecen haber renunciado a pelear contra la opresión”, fue una de las afirmaciones que lanzó en ese tramo de la conversación: fue una de sus primeras definiciones relacionadas con la actualidad política argentina, regional y mundial.

Sentados en sillas de plástico acomodadas en una sala angosta y larga, los participantes de la reunión escuchaban pero, a medida que avanzaba la charla, intervenían más: no tardaron en surgir los debates sobre la unidad del espacio nacional-popular. Dispersos entre los asientos, los responsables del Instituto Independencia –Daniela Bambill, Julio Fernández Baraibar y Roberto Feletti, secretario de Hacienda del municipio de La Matanza- trataban de dar algún orden a lo que iba apareciendo. Entre los asistentes se veía al médico Jorge Rachid, al economista Agustín D’Attelis y a Pablo Fontdevila, ex director del Programa Conectar Igualdad. 

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Ante todos ellos, y a pesar de su formación, Boudou dijo que uno de los errores de la oposición a Cambiemos en el reciente año electoral fue utilizar en la campaña un discurso excesivamente “economicista” mientras que el macrismo se mantuvo en su apuesta por el factor emocional, las aspiraciones, en cierta medida lo cultural.

“Ahora tenemos que juntar todos los pedazos y dejar de hablar de candidaturas. Hay que gestar una unidad, pero una unidad en torno a un programa”, fue una de las frases de Boudou respecto a las tareas que deberá asumir el peronismo en el futuro inmediato. Dijo también que el modelo de sociedad al que Cambiemos ve como modelo es el Chile que emergió tras el pinochetismo, donde se registró crecimiento económico pero no existe la movilidad social ascendente, el sindicalismo tiene poco poder relativo para fijar límites o condicionar, y la educación, la salud y el sistema previsional están mayormente en manos privadas.

“La economía argentina hoy es una olla a presión. Estos tipos la están haciendo cada vez más vulnerable. Pero no podemos esperar que una eventual crisis económica nos resuelva las cuestiones políticas. Si no tenemos un proyecto alternativo que la sociedad vea como factible, esto puede estallar y que lo que venga después sea todavía peor”, fue otra de las definiciones de Boudou. Las coincidencias eran generalizadas, la preocupación también. La charla concluyó con copas de vino tinto alzadas por el aire, el deseo de mejores tiempos y las cajas del delivery de empanadas circulando de mano en mano.

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