Por Ivan Couronne
Desde Filadelfia, Estados Unidos

Hillary Clinton suele citar a su idolatrada Eleonor Roosevelt, esposa del ex presidente demócrata Franklin Roosevelt: para hacer política cuando se es mujer «debes tener la piel tan gruesa como un rinoceronte».

En las iglesias, los cafés, en los mítines, Hillary Clinton recurre a contar anécdotas sobre las pruebas a las que ha sobrevivido en cuatro decenios en la política. «Tengo cicatrices para probarlo», afirma.

Eso sin contar las acusaciones republicanas en su contra de mentiras, fraude, clientelismo e incluso de muertes.

La mayoría de los estadounidenses la considera deshonesta, y carga con la imagen de una persona maquiavélica y manipuladora, en un escenario que tiene todo para empeorar ante la disputa con Donald Trump por la Casa Blanca.

Y sin embargo a los 68 años, Clinton se convirtió en la candidata del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de noviembre, en la primera vez en la historia de Estados Unidos que una mujer tiene esa responsabilidad en uno de los dos grandes partidos políticos del país.

Al ser proclamada candidata, Clinton envió un mensaje a todas las niñas estadounidenses: «Es posible que yo me convierta en la primera mujer presidente, pero una de ustedes será la próxima.»

De Chicago a Arkansas

Hillary Diane Rodham nació el 26 de octubre de 1947 en Chicago y creció en el apacible vecindario de Park Ridge, en pleno medio oeste de Estados Unidos, en una familia de clase media.

Asegura que adora a su madre Dorothy. De su padre -Hugh Rodham, un pequeño empresario de origen galés- dice haber heredado la tenacidad, la ética del trabajo y el miedo permanente a perder.

Criada en una familia de credo metodista, también fue de su padre de quien heredó sus convicciones republicanas, que ella mantuvo hasta sus años de universidad.

Buena estudiante, en 1965 ingresó a la prestigiosa universidad para mujeres Wellesley College, cerca de Harvard.

En los tumultuosos años ’60, esos cuatro años universitarios le abrieron los ojos en temas como la lucha por los derechos civiles, la guerra de Vietnam y la igualdad de géneros.

La estudiante con gruesos lentes, que detestaba el maquillaje, era muy trabajadora y ambiciosa. Sus compañeros la eligieron presidente del cuerpo que representa a los estudiantes, y en nombre de ellos pronunció un discurso de graduación que tuvo tanto de idealista como de confuso.

En 1969 ingresó a la Facultad de Derecho de Yale, que ella percibía como menos misógina que Harvard, y donde se encontraría con Bill Clinton, su «vikingo venido de Arkansas».

Su activismo en favor de los derechos de los niños y de las mujeres floreció durante estos años.

Al terminar los estudios, prefirió trabajar para una organización de defensa de los niños, mientras Bill Clinton se instaló en Arkansas para lanzarse a la política.

Tras un breve paso en 1974 por Washington, en la comisión que investigó el escándalo de Watergate, se reunió de nuevo con Clinton, quien había sido elegido fiscal de su estado y luego gobernador, mientras que ella se unía a un gabinete de abogados.

Se casaron en 1975 y Chelsea, su única hija, nació en 1980.

Dos por el precio de uno

Hillary Rodham finalmente abandonó su nombre de soltera y adoptó el apellido de su esposo. Se convirtió en la primera dama de Arkansas, y en 1993, de Estados Unidos, tras la elección de Bill.

Su imagen de «copresidenta» en las sombras, alimentada por los republicanos, contrastaba con la tradicional imagen de una primera dama que se ocupaba de asuntos sociales, y su prueba de fuego fue la reforma del sistema de salud, que terminaría en fracaso en 1994.

Luego de perder esta batalla, la primera dama se refugió en temas menos relacionados con política doméstica para consagrarse a las causas femeninas, especialmente fuera de Estados Unidos. Detrás de escena, sin embargo, se ocupó de dirigir la batalla legal en el escándalo inmobiliario Whitewater que involucraba a su marido.

Luego, pese a la humillación que significó el adulterio de Clinton, Hillary se batió con uñas y dientes para impedir que fuese destituido por perjurio en el caso Monica Lewinsky, mientras que al mismo tiempo ambos se sometieron a terapia de pareja.

Carrera en solitario


Cuando se aproximaba su partida de la Casa Blanca, se lanzó a la política y fue elegida en noviembre de 2000 senadora por el estado de Nueva York.

En 2004, evitó involucrarse en la disputa presidencial, pero en 2008 compitió con Barack Obama en las primarias, quien la venció recordando su voto de senadora a favor de la Guerra de Irak.

Obama la nombró su secretaria de Estado, donde fue una persona hiperactiva pero sin logros reales, señalan observadores.

Los republicanos la acusan de incompetencia tras los atentados contra el consulado estadounidense en Bengasi, Libia, donde murieron cuatro estadounidenses, entre ellos el embajador.

Su decisión de usar su correo electrónico privado, en lugar de las cuentas oficiales, suscitó un nuevo affaire para Hillary Clinton, que sus enemigos aprovechan para sugerir que se siente por encima de la ley.

Es esa imagen, mezcla de dureza y frío realismo, la que le ha permitido vencer al idealismo de Bernie Sanders y obtener, por fin, la candidatura demócrata.