«Como él era socio de Banfield, su madre hizo unos volantes. Decían: ‘Ricardo Darío Chidichimo, detenido-desaparecido, socio 2.0101. Presente’. Esos volantes los tiró en la cancha de Banfield», dijo Cristina del Río, pareja de Chidichimo, durante una audiencia del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura cívico militar en la Brigada de San Justo, en la Matanza. 

Ante los jueces recordó su secuestro y la lucha que emprendió con su madre Nélida Fiordeliza de Chidichimo para encontrarlo, que las llevó a la Iglesia de la Santa Cruz, donde se cruzó con Alfredo Astiz y caminó junto a Azucena Villaflor. En la audiencia, Cristina presentó la nota de Tiempo Argentino titulada «Recuperar el carnet es decir presente», como prueba. El tribunal lo incorporó al expediente. 

«Para mi marido, el club era un lugar muy querido», recordó Del Río sobre el final de su declaración ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOF) Nº1 de La Plata, donde están siendo juzgados 19 genocidas por los crímenes cometidos contra 84 víctimas en ese centro clandestino. Del Río comenzó con el recuerdo de la madrugada del 20 de noviembre de 1976 cuando junto a su marido regresaron de un casamiento a su casa de Ramos Mejía y alrededor de las 4 de la madrugada un grupo de tareas rompió la puerta e irrumpió en el hogar. Recordó que a ellos los separaron en habitaciones distintas. Recordó que se llevaron a Darío. Y que a ella la dejaron. «Vos quedate tranquila por tu marido», le dijeron antes de partir. 

Recordó también que ese día comenzó junto a Nélida una búsqueda desesperada que las llevó a la Iglesia de la Santa Cruz, donde se encontraron con Azucena Villaflor, y donde se cruzaron con Astiz, que estaba infiltrado en el grupo con el nombre de Gustavo Niño,supuesto hermano de un desaparecido. Del Río contó que en esas reuniones Astiz intentó ganarse su confianza y que un día el tomó en brazos a su hija Florencia, apenas una bebé, y que intentó sacarle información. «Me preguntó si mi marido estaba ‘en la joda’. A mi se me pusieron los pelos de punta», contó y recordó cómo aquel hombre rubio y de ojos claros comenzó a ser para ella un sospechoso. 

Poco después, Amnistía internacional informó a las Madres que Gustavo Niño era Astiz. Ya era tarde, ya habían secuestrado a las Madres Esther Ballestrino de Careaga, María Eugenia Ponce de Bianco y Azucena Villaflor, a las monjas francesa Alice Domon y Leonine Duquet, y a otras siete personas. «La condición de desaparecido no entraba en nuestra cabeza, no podía habérselo tragado la tierra», remarcó y dijo que su suegra fue una «luchadora incansable», que hasta su muerte en 2006 escribió un poema todos los años para su hijo. 

La lucha colectiva por la Memoria

«El domingo 3 de marzo en el diario Tiempo Argentino publicaron: ‘Recuperar el carnet es decir presente'», dijo Del Río sobre el final de su declaración. Y explicó que lo llevaba al juicio porque la había impactado: «Porque es la idea de un grupo de jóvenes del club de Banfield, que a partir de conocer la existencia de mi marido como desaparecido y de otras dos personas que eran hermanos, deciden que recuperar la identidad también es darles el carnet a los desaparecidos». 

«Esta propuesta no tiene que ver con lo individual sino que la traigo porque es una información colectiva y parece que otros clubes están decidiendo hacer cosas similares», aclaró. Y agradeció a Banfield por la iniciativa y a Tiempo por haberse interesado en el tema. «Es importante para la sociedad civil que pueda quedar viva la figura del desaparecido», cerró.