Mariana Gómez y Rocío Girat se casaron el 13 de mayo de 2016, en Olavarría. “Desde entonces que andamos con el certificado de matrimonio encima, porque no nos creen que estamos casadas y necesitamos el papel para certificarlo”. Mariana suelta una risa irónica. “Me ha pasado de acompañar a Mariana al hospital y que me preguntaran si soy la amiga. Y cuando les digo que soy la esposa, me piden el certificado”. Rocío narra y se le ponen los ojos vidriosos.

El 2 de octubre pasado Mariana fue violentamente detenida por efectivos de la Policía de la Ciudad en Constitución. Se estaba dando un beso con su esposa. “Me esposaron, me trasladaron a la estación Boedo de la Línea E, me metieron en un calabozo, me ficharon, me sacaron fotos, me desnudaron delante de tres oficiales femeninos, me hicieron levantar los brazos y agacharme para ver si llevaba alguna sustancia en mis partes íntimas, pregunté si podía tener visitas y un policía me dice: ‘Yo te voy a dar un consejo, o calmás a la gente que está afuera o vos dormís adentro’”. A esa altura ya se había comenzado a difundir que una mujer estaba detenida por ser lesbiana, más allá de que los argumentos policiales definían a la situación como “resistencia a la autoridad y desacato”.

“A Mariana la trataron como un hombre, le dijeron pibe, y a mí me trataron como su amiga, me dijeron que me vaya de Constitución, de un lugar público, no me querían decir a dónde se la llevaban… Me preguntaron el estado civil, dije casada y el oficial escribió ‘soltera’. Fue una provocación constante”. Rocío dice que si hubiera sido por el cigarrillo que estaban fumando (motivo por el cual los oficiales se acercaron a las chicas), hubiese bastado con una multa. “Pero no –continúa–. Nos agredieron, nos violentaron y nos discriminaron. ¿Cómo puedo confiar en una fuerza de seguridad cuando constantemente nos matan, nos violan, nos desaparecen?”.

Mariana dice haber sido discriminada por ser lesbiana. Pero nunca sufrió una situación como la de ese 2 de octubre. Sin embargo, mira a su alrededor y dice sentirse fuerte y abrazada. El viernes pasado, diferentes organizaciones convocaron a un besazo en la estación Constitución de la Línea C para repudiar el accionar policial y para expresar el apoyo a las chicas. Con besos. Con amor.

“Esto le puede pasar a cualquiera. Estamos denunciando a la Policía de la Ciudad porque son unos homofóbicos y pedimos que el Estado se haga cargo de la clase de personal de seguridad que tiene”, alza la voz Rocío. Y lejos de haber sido amedrentadas por el accionar policial, se plantan fuertes sobre sus derechos. “Esto no nos da miedo”, agrega Mariana. Y finaliza: “No estamos haciendo nada malo, ni rompiendo el derecho de nadie. Estoy haciendo mi vida, con la mujer que amo… amándola. Nada más”.

Germán y Juan Ignacio fueron al besazo “para apoyar a las chicas” y para expresarse en contra de la homofobia, lesbofobia y transfobia. Uno es chef y el otro, empleado en un comercio. Son novios hace cuatro años y desde hace tres están en concubinato. Planean casarse pronto. “Yo no tengo miedo, pero si puede ser que uno va con más cuidado que antes”, reconoce Germán. Y si bien cree que los hechos de discriminación no son generalizados, entiende que no hay que ceder terreno ante lo conquistado: “Son algunos focos. Pero si dejamos que se sigan reproduciendo vamos a volver 50 años para atrás”.

“Ser lesbiana es hermoso. Y es muy feo que un funcionario público, en democracia, tenga que reprimirte cuando amás a alguien. Es muy triste lo que pasó y tenemos que apoyar a las chicas”. Fedra es docente, tiene 29 años y es la novia de Elena. También les pasó, hace un par de meses, estar besándose en una esquina frente a Facultad de Medicina, y que un policía se les acercara y les dijera que no podían “hacer eso”. “Nos dijo que lo hiciéramos donde nadie nos viera”, recuerda Elena de 27 años, periodista. Luego agrega: “Es muy grave que tengamos que sufrir estos ataques por parte de funcionarios de seguridad quienes, se supone, nos tienen que cuidar. Pero nos están reprimiendo”.

“A mí me que una sensación muy fea después de que un policía vino a decirme que me fuera a un lugar privado para darle un beso a mi novia. No me siento cuidada”, concluyó Fedra.

Lucía y Felicitas están juntas hace un año. Tienen 23 cada una y no piensan quedarse calladas. “Esa represión no fue azarosa”, dice Lucía sobre la detención de Mariana. “Lo del cigarrillo fue la excusa perfecta para ir a provocarla”, agrega. Para Felicitas, “en determinados lugares pasás desapercibida y en otros no”.

“No hay que pensar que porque tenemos leyes de matrimonio igualitario ya está todo arreglado”, afirma Lucía. Y cerró: “Se deben ir conquistando cada vez más esos derechos. Siento que somos una generación que está terminando de pagar los restos de la lucha de otra generación que fue la que hizo los mayores cambios. Nosotras nos estamos quedando con los restos de esa violencia que quedó y no tenemos que dejarlo pasar”.