Nacido en Canadá, el trompetista y compositor Michael Sarian vivió en Argentina desde que tenía un año y hace mucho tiempo está radicado en los Estados Unidos donde desarrolla su actividad como músico. En estos momentos se encuentra en Buenos Aires en donde lleva a cabo una serie de actuaciones, en las que tocará material de sus dos discos (Subtitles publicado en 2014 con su septeto The Chabones y The Escape Suite de 2015) y adelantará temas de su nuevos álbum, que está en proceso de grabación y que será publicado el año próximo.Hoy se presentará en Santos 4040 con su banda Michael Sarian & The Chabones; el 30 en Bebop Club, con Michael Sarian & The Big Chabones y el 1 de diciembre, en Borges 1975 donde tocará con el Michael Sarian Grupo.

En Buenos Aires se formó con grandes músicos de la escena local como Richard Nant, Juan Cruz de Urquiza y Juan ‘Pollo’ Raffo. Luego de estudiar composición clásica y trabajar varios años como profesor y director de música, se mudó a Nueva York para realizar una maestría en Jazz Performance. Desde su llegada al país del norte, estudió con grandes músicos como Laurie Frink, Dave Douglas, Joe Lovano, John Patitucci y Guillermo Klein. También tocó en algunos de los escenarios más importantes de la ciudad, como el Blue Note Jazz Club, Jazz at Lincoln Center, Beacon Theatre, Central Park SummerStage, Bowery Ballroom, Zinc Bar, entre otros.

Desde mayo del 2015 lidera Michael Sarian & The Big Chabones, una big band con la que ha tocado en numerosos bares de jazz en Nueva York, como Club Bonafide, Shape Shifter Lab, DROM, y en el Consulado Argentino en Nueva York. 

Sus composiciones poseen una gran riqueza y equilibrio y Sarian se revela como un trompetista de recursos innovadores y con un amplio dominio de los matices, lo que le permite abordar tanto los momentos más sutiles como los más explosivos demostrando su rico bagaje musical.

– Tuviste la oportunidad de estudiar con grandes músicos locales y del exterior. ¿Cómo influyeron  en la música que desarrollás?
– Creo que la influencia de Dave Douglas y, sobre todo la de Guillermo Klein, están presentes en mis composiciones. A Klein lo vi por primera vez en Thelonious en 2002 y me impactó mucho la manera en la que trabaja su música, sobre todo en mecanismos de modulación métrica emparentadas con el folklore. Por este motivo creo que, al igual que sucede con Guillermo, en mis composiciones aparecen elementos de la música folklórica de manera muy sutil, a pesar de que lo que hago se vincula al jazz. Esto es algo que también se encuentra en lo que hace Richard Nant que mecha el jazz con un sonido rioplatense. Es algo familiar también en los músicos de jazz de América Latina, que incorporan influencias del folklore de cada país en su obra. Obviamente que uno admira a Charlie Parker, Miles Davis o Dizzy Gillespie, pero para los músicos de nuestra región su sonido nos resulta un sonido en cierto modo ajeno. Por esto es importante agregarle nuestra propia impronta sonora ya que lo transforma en algo más interesante y lo enriquece.

– En tus discos se adivinan precisamente estos tenues elementos del folklore argentino y rioplatense.
– El seis por ocho de la chacarera es un ritmo que se replica en toda Sudamérica. Incorporar esta marcación al jazz es algo que se viene haciendo desde hace mucho tiempo y, por ejemplo, el público de Nueva York ya lo escucha y lo recibe como algo natural. O sea que se acostumbró a este tipo de sonoridades y patrones rítmicos que llevamos desde América del Sur.

– ¿El jazz es lo suficientemente permeable como para incorporar ingredientes que provienen de otras culturas?
– Absolutamente, aunque siento que la denominación de jazz ya le queda corta al género. Me parece que hay tantos estilos dentro de él, tantas influencias y tantas variantes de acuerdo con las nacionalidades y tradiciones de cada uno de los músicos, que se transforma en un universo de una riqueza infinita. Definir qué estilo de jazz hace cada uno es una tarea imposible. Cuando me preguntan qué tipo de música hago, obviamente yo contesto jazz Pero me siento un poco mentiroso con esta definición, porque son tantos los ingredientes con los que condimento mis composiciones que la definición me parece mezquina. Y esto pasa con infinidad de músicos de todo el mundo.

– Los arreglos de vientos de tus composiciones, si bien se ciñen a las sonoridades de una big band, respiran una cierta audacia que escapa a lo más ortodoxo.
– Todo lo que creamos en ese sentido viene de lo que hicieron músicos como Duke Ellington. Es inevitable este tipo de referencias, si bien uno tiene la posibilidad de jugar con los límites armónicos, rítmicos y formales. Yo además estudié música contemporánea y también incorporo cosas de ella. Creo que a la hora de componer un músico tiene que crear la música que le gustaría escuchar.

– ¿De qué manera encarás tus composiciones?
– Por lo general compongo algo y luego lo analizo para ver qué puedo incorporar para que sea más interesante para aquel que lo tenga que tocar y también para el que lo vaya a escuchar. Pero siempre trato de que suene de manera natural y no forzada. Como decía Charles Mingus, la creatividad consiste en hacer que lo complejo suene simple y no que lo simple suene complejo.

– Desde hace tres años venís a la Argentina para presentarte en vivo. ¿Cómo percibís los que se está haciendo aquí en el género en la actualidad?
– Creo que la escena argentina del jazz está pasando por un gran momento. Hay muchos músicos de gran nivel, muchos de ellos muy jóvenes y con grandes inquietudes y creatividad. Es una suerte que pueda hacer esta serie de presentaciones porque los lugares que se dedican al género tienen una programación muy nutrida y variada. Pero esto no es casual. El jazz argentino siempre tuvo un gran nivel y sobre esta base es que hoy ese nivel es superlativo.