A los 28 años, Diego Perotti cuenta que le costó llegar. Que sufrió un calvario desde los 12 a los 14, cuando jugó en las inferiores de Boca, antes de que lo dejaran libre por flacucho y petiso, y que después sufrió otro calvario, porque no hubo músculos de las piernas sin romperse. Entonces, remarca, el fútbol es su vida. «Es el botín y la pelota –insiste el atacante argentino de la Roma–. Lo disfruto, lo sufro. Amo jugar al fútbol».

–Fuiste el jugador con más gambetas (90) en la Serie A en 2016. ¿Qué lugar ocupa la gambeta?

–Mi juego se basa en eso: como volante por afuera o extremo, el uno contra uno me resulta cómodo. Es más difícil gambetear si jugás de enganche o mediapunta, por el medio, porque hay lío, más tráfico de jugadores. Por afuera, el uno contra uno –o el dos contra uno cuando se cierra un central– es casi una constante. Sé que a veces peco de llevarla mucho o de perder pelotas en situaciones que hay que tocar rápido. Es un estilo de juego. Me identifico con el desborde, tirar centros, asistir a mis compañeros.

–Pateaste 14 penales y los convertiste todos, y de un modo particular: caminás hacia la pelota.

–En Sevilla pateé mi primer penal. Lo venía practicando. Antes iba más lento, sin frenarme, y a medida que iba practicando cambiaba. Hablé mucho con los arqueros. Les preguntaba de qué manera les resultaba más difícil, si yendo más lento o no. Me dieron muchos consejos y tips. Javi Varas, que era arquero del Sevilla, me decía que en el momento en que me acerco a la pelota hago una pequeña pausa y miro la pelota: ellos ya ahí tienen que jugarse para algún lado, y me da a mí ese segundo para levantar la cabeza y ver hacia dónde se mueve el arquero, o para patear fuerte hacia una de las puntas. Es imposible que lleguen si lo pateás esquinado.

–Siempre hablás de Boca como con un dolor, una espina clavada.

–Sí. Me gustaría revertir la imagen. Los cinco meses que estuve fueron lamentables. Me quedaron las ganas de volver. Me quedan dos años de contrato en la Roma y estoy bien, pero el día de mañana Boca será el club al que me gustaría volver para revertir esa imagen. Por todo. Por el club que es, porque es mi país, por dejar esa imagen muy triste.

–Te cuestionás no haber disfrutado los últimos partidos de Riquelme.

-Uno de los motivos por los que decidí dejar Sevilla y volver fue por él: para compartir una cancha, un vestuario, con mi único referente, ídolo, porque al día de hoy no encontré otro que me haga disfrutar tanto el fútbol como él. Volver, jugar tan poco, y encima que haya sido su último año, fue peor que los cinco meses que estuve sin jugar. Hubiese sido realmente un orgullo poder tirar una pared o festejar un gol con él. No puedo volver el tiempo atrás. Estuve más tiempo en kinesiología que en la cancha.

–¿Vivís algo parecido con Totti?

–Me tocó no disfrutarlo a Román, y la vida me dio la chance de disfrutarlo a Totti. Ojalá que siga, que no sea su última temporada. Físicamente le da para seguir. Son jugadores que no necesitan correr. Las veces que ha entrado te das cuenta: están tocados con una varita mágica, no necesitan hacer 50 metros a velocidad, sino que con un pase, un gesto, te hacen ganar un partido. Es un orgullo estar al lado de un jugador como él, que para la ciudad es un emblema. Un jugador normal, a menos que sea un portento físico, no marca la diferencia a los 40 años, y más con lo que se corre hoy. Sólo su presencia cambia la mentalidad del rival y la nuestra. Es un plus.

–¿Se parecen Riquelme y Totti?

–Totti es más un goleador que un asistidor como Riquelme. Sin duda que tienen sus parecidos en la manera que tratan la pelota, cómo la pisan, que no son tan rápidos, y después lo que generan en la gente. Todavía me sorprende cuando nos tomamos un avión cómo la gente se tira encima de Totti, y lo mismo le pasaba a Román, ese fanatismo que mueven. Con los años que lleva Totti lo sigue generando. Hace poco vino un hincha que tenía toda la espalda tatuada con su imagen. No lo podía creer.

–¿Estabas esperando el llamado de la Selección?

–Sí, con el celular en sonido y alto. Era culminar la remontada a nivel personal. Mi carrera venía bastante en picada, y haber llegado a la Roma y poder tener la posibilidad de vestir la camiseta de la Selección, era un sueño. Lo es. Estoy deseando que la próxima me llamen. Sé también los jugadores que hay de mitad de cancha para adelante. Está bueno también que un técnico mire más allá de los jugadores de élite. Entiendo que hay un grupo armado desde hace tiempo, pero está bueno que me tengan en cuenta.

–¿Retomaste Criminología?

–Quedó como un hobby. Cuando estudiaba en la Universidad de Sevilla me miraban medio raro: era un jugador de fútbol en un aula, y todo en la misma ciudad. Leo los libros de Sherlock Holmes, me gustan las series como Doctor House, CSI: Crime Scene Investigation y Bones. Siempre mi vieja, Delia, cuando viene a visitarme, me trae libros. Desde chico siempre me gustaron los policiales.

–»El peor crimen, sin embargo, fue el Corralito y la crisis de 2001″, dijiste.

–Fue un poco lo que le pasó a todo el mundo. Siempre tuve una situación económica, no de cuna de oro, pero sí buena. Mis viejos siempre laburaron, mi vieja como profesora de Educación Física y mi viejo en el fútbol. A otros jugadores les pasó; nosotros no pasamos hambre. Pero tenía once años y me pegó muy de lleno. En Moreno, en Zona Oeste, se sintió mucho más en la gente. De golpe pasé de que me diera ciertos gustos a tener que cambiar cosas. El cambio drástico fue catastrófico.