Desde el 20 de octubre cuando se llevaron adelantes las elecciones nacionales en Bolivia, para elegir presidente, elecciones que no habían sido objetadas por ningún motivo, ni por la OEA (Organización de  los Estados Americanos) ni por la oposición, estamos presenciando todos los acontecimientos como imágenes de un mal sueño, a la que no terminamos de entender y que cuando despertamos por algunos segundos nos cuesta volver a ponernos en tiempo y espacio y definir si realmente ello es cierto o solo una pesadilla.

En menos de un mes  pasamos de hablar de las elecciones  y caudales electorales de unos y otros, a golpe de estado. De escrutinios lentos provocados por distancias y falta de comunicación a violencia provocada primero por paramilitares y para policiales y luego por Militares y policías. Hablábamos de auditorias de OEA y Unión Europea con pocas objeciones en el proceso electoral a pasar a hacerlo de la presencia de veedores que llegan a Bolivia de ONU y CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) a las violaciones de derechos humanos que está llevando adelante la auto proclamada presidenta Jeanine Añez. 

Dejamos de hablar de constitución plurinacional y normas legales para comenzar a hablar de decretos emanado por el gobierno usurpador contra mujeres, niños, campesinos, trabajadores que protestan por defender la democracia y que sea repuesto en el cargo su líder Indígena Evo Morales. Es más, algunos han salido por que el nuevo gobierno, como lo había hecho 500 años antes Francisco Pizarro, conquistador sanguinario, quien ante ese mismo pueblo, entró a sus palacios imponiendo la biblia y quemando la bandera whipala.

En definitiva, no alcanzamos a terminar de hacernos opinión que los acontecimientos y el minuto a minuto se va fagocitando la propia realidad para traernos una más trágica, dolorosa, lamentable. Hasta el momento que escribo estas líneas, 24 muertos es el saldo de vidas humanos que caen por balas de plomos. Obvio que son todos del lado del pueblo, sino de aquellos que cometieron delitos de avasallar la democracia o disparar a gente indefensa.

Quedan pese a todo, algunas cosas claras. En Bolivia hubo un golpe que es de estado, militar-cívico-policial. El último domingo 10 se autoproclamó una senadora como presidenta con no más de media docenas de legisladores, cuando a dos tercios de la cámara de diputados y senadores, todos ellos de la bancada del MAS, no les permitían ni acercarse al palacio legislativo y mucho menos ingresar, al estar franqueada sus puertas por los mismos policías que también reprimían a todo lo que se moviera. La derecha se hizo cargo del gobierno a sangre y fuego, queda que los organismos internacionales tan ocupados cuando los hechos se suceden en Venezuela o países que no son amigo del imperio, repudien las varias violaciones a los derechos humanos que hoy está sufriendo Bolivia.

Evo Morales en el exilio mexicano sueña con volver. Dependerá no sólo de la crecientes movilizaciones que se dan a lo largo y ancho de Bolivia, sino también que exista fisura en las fuerzas militares, para que toda esa marea humana que se moviliza por él, cuente con el respaldo del otro eslabón de la cadena para cumplir el objetivo de hacer retornar a su líder. Si no, queda solo el camino de la negociación para una rápida convocatoria, tarea difícil si tenemos en cuenta que personajes como Camacho, el líder de la revuelta y violencia, o la auto impuesta golpista senadora a cargo del ejecutivo nacional van a estar ahí para complicar y seguir reprimiendo. De eso habla justamente el decreto para exonerar de responsabilidades penal a militares que participan de operativos para el restablecimiento del orden, es decir matar sin consecuencias.

Esta Bolivia, de ser hasta hace poco menos de un mes atrás un paraíso para los pueblos, con derecho, estabilidad económica, libertad, igualdad ante la ley, hoy por responsabilidad de Camacho y Áñez, se convirtió en un caos, donde se persigue, se mata, encarcela en nombre de la revancha. Álvaro García Linera, el vicepresidente del país, suele preguntarse cuál es el destinos de los militantes, del pueblo  Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse: ese camino que parece está tomando Bolivia. Hoy puede ser que este caída, seguramente se levantara y vencerá.