El humorista Martín Bossi, famoso por su ductilidad para realizar imitaciones, protagonizó un video en el que personifica a su inolvidable colega Tato Bores, y en una llamada telefónica ficticia interpela al presidente Mauricio Macri por las acciones con que su gobierno, a través del ministro de Cultura Pablo Avelluto, intervino sobre el Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales (INCAA).

Siguiendo la estructura habitual del sketch original, Bossi simula interrumpir a Macri durante su “breakfast”, se manifiesta preocupado y solicita hacerle unas consultas por “unas cositas que están pasando”, mientras el presidente le pone “tocino a los huevos revueltos de su desayuno americano”. De inmediato le pide al presidente que no le corte y le pregunta si “Usted y sus muchachos se van a meter con la Ley del Cine”. “Y no me venga a decir: ‘esta te la debo’…”, le reclama Bossi con picardía.

El tema tomó por asalto a la opinión pública una semana atrás, a partir de que el Ministerio de Cultura le pidiera la renuncia al entonces presidente del INCAA, Alejandro Cacetta, luego de que la noche anterior el programa Animales sueltos que conduce Alejandro Fantino pusiera al aire un paupérrimo informe del periodista filomacrista Eduardo Feinmann. En él acusó de corruptos tanto al mencionado Cacetta como a Pablo Rovito, director de la escuela de cine del Instituto, la ENERC, sin presentar una sola prueba fehaciente, mientras él junto con el conductor y sus panelistas se burlaban de ellos, de sus aspectos físicos y de sus vestimentas, a partir de una serie de fotografías con la que se acompañaba la dudosa información desplegada en el informe. A partir del repudio general de los artistas y las organizaciones vinculadas a la industria cinematográfica, comenzó a llamarse la atención sobre la posibilidad de que la operación fuera apenas una fachada para intervenir la Ley del Cine, aprobada en 1994, a partir de la cual se declara al INCAA un ente autárquico y se le provee de medios para asegurar su autofinanciación.

Acto seguido Bossi comienza a articular un ingenioso monólogo en el cual, intercalando algunos de los títulos más famosos del cine argentino. “Yo quiero la historia oficial”, reclama a Macri el Tato de Bossi y le advierte, en referencia al sistema de autofinanciación del INCAA: “Mire que con el tema del canon las aguas bajan turbias”. Siguiendo el modelo patentado por Bores, el imitador se permite lanzar algunas ironías críticas: “Usted se tiene que comportar como un ciudadano ilustre… mire que la Argentina no está para tiempo de revancha, sino para tiempo de valientes”, haciendo referencia a las purgas realizadas en el estado por cuestiones políticas y a la difícil situación que pesa sobre el país desde que la gestión de Cambiemos implementó sus políticas de ajuste.

“El dinero en el cine no es plata dulce ni plata quemada, no me venga con un cuento chino”, continua Bossi, intercalando el título de la opera prima de Sebastián Borenstein (Un cuento chino), quien justamente es uno de los hijos del recordado Tato. “Respete lo nacional. Amemos lo nacional y no se encandile tanto con la Reina de Holanda, porque acá tenemos nueve reinas”, agrega el humorista, golpeando sobre el costado más frívolo del Presidente y su mediática esposa, Juliana Awada. “Dejen en paz la Ley del Cine. Se lo digo con respeto y educación: traten de mejorar la salud, la educación, la economía, la seguridad. Porque sino los argentinos, mister president, vamos a seguir esperando la carroza…”, concluye Bossi con contundencia.

La rutina de llamar por teléfono a los presidentes de turno fue popularizada por Bores, quien la interpretó desde la década de 1960 y hasta que abandonó la televisión en los ’90. La misma consistía en simular diálogos telefónicos con los mandatarios, en los cuales realizaba ingeniosos comentarios sobre la actualidad política, al mismo tiempo que lanzaba incómodas preguntas que solían reflejar el sentir y la mirada popular. Bores consiguió mantener el numerito de las llamadas incluso durante la última y sangrienta dictadura militar, en una versión que incluía varios teléfonos con los cuales se comunicaba simultáneamente con los tres miembros de las juntas gobernantes e incluso con algún ministro, generalmente el de economía. Aquel gobierno, brutal también en cuanto al sistema de censura que pesaba sobre los medios de comunicación, toleraba sin embargo las ironías y críticas que Tato les lanzaba desde su programa, que se emitía todos los domingos a las 22 por Canal 13, tal vez intimidados por el grado de popularidad y exposición que este tenía y sostuvo a lo largo de sus cuatro décadas al aire.