El gobierno anunció el jueves que el próximo miércoles anunciará «medidas económicas» en cuya eficacia no cree. Así de disparatada y caótica es la etapa implosiva de la gestión macrista. La semana que pasó entregó otras postales del mismo tenor. A saber:

* Un ministro –Dante Sica– ofreció su renuncia en público como forma de protesta porque otro ministro –Nicolás Dujovne– no le permite ofrecer incentivos para reactivar el consumo.

* El jefe del bloque de diputados del PRO –Nicolás Massot– dijo en público y con tono acusatorio que no lo dejan «hacer política» frente al jefe de Gabinete –Marcos Peña–, señalado como responsable de esa prohibición.

* Dos de los tres socios de Cambiemos –la UCR y Elisa Carrió– apedrearon en público al principal asesor del presidente –Jaime Durán Barba– por obturar el arribo de un no PRO a la fórmula presidencial. «El vicepresidente es un conspirador a sueldo» replicó, con razón, el ecuatoriano, experto en conspiraciones.

Los episodios de descomposición política del oficialismo incluyen las revelaciones sobre un sistema de espionaje paraestatal –vinculado a embajadas y tribunales–, que le sirvió a Cambiemos para acceder al poder. ¿O acaso el camino de Mauricio Macri a la Rosada no se alfombró con las «denuncias» de supuestos arrepentidos –como Leonardo Fariña– y «escandalosas escuchas» privadas con más valor circense que judicial?

Ahora se sabe que esas «revelaciones» fueron proporcionadas por un sistema de espionaje paraestatal que salpica a legisladores, funcionarios, servicios de inteligencia y miembros del Poder Judicial. Y también a los periodistas que presentaron el show. Es probable que en los próximos días, el juez Alejo Ramos Padilla los convoque para indagar si integraron la asociación ilícita junto a Marcelo D’Alessio y compañía, o sólo se sirvieron de esa banda para ejecutar operaciones mediático-judiciales contra la actual oposición.

Mientras el piso se mueve bajo sus pies, el gobierno se dispone a lanzar un plan de Precios Maquillados y créditos blandos para jubilados y beneficiarios de la AUH con fondos del Anses. Un placebo con el que espera estirar la agonía económica hasta las elecciones, dónde el presidente aspira a obtener una segunda oportunidad. 

En el macrismo creen que las urnas frenarán el derrumbe definitivo de un proyecto político detonado. La aspiración oficial se funda en una certeza: será la campaña más sucia que se recuerde. Y –como se vio en 2015– la maquinaria electoral del macrismo se desliza cómoda en el fango de las operaciones y el engaño. Resta por ver si las audiencias masivas se tientan –de nuevo– con el menú infame que cocina Durán Barba. «