Hillary Clinton reconoció la derrota ante Donald Trump, pero muchos de sus seguidores, en especial los jóvenes, no lo hacen. Al contrario: organizan, desde el pasado 9 de noviembre, varias manifestaciones para protestar contra el presidente electo de Estados Unidos. «No es mi presidente», cantan en ciudades como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Atlanta, Denver y Washington DC. Una ola de marchas que no parece tener un final próximo.

Times Square, en Manhattan, es un punto célebre por sus pantallas gigantes y el hormigueo de personas que van de un lado para otro. En la medianoche del martes, cuando los medios todavía no habían declarado ganador a Trump pero la tendencia parecía irreversible, el silencio se había apoderado del lugar. Estupefactos, quienes se habían congregado allí para ver el resultado y quizás festejar, no podían creer que el magnate acariciara la presidencia.

Al día siguiente, con la elección ya atribuida al candidato republicano, el impacto en los principales bastiones demócratas fue enorme y en esas ciudades comenzó la ola de protestas que continuó este fin de semana y en las que hubo centenares de detenidos.

En Nueva York, decenas de miles de personas participaron ayer de otra marcha que salió desde Union Square rumbo a la Trump Tower, a unas cuadras del Central Park. Ya no fueron solo jóvenes, sino manifestantes de todas las edades. Tenían los mismos reclamos que el miércoles: «No a Trump, no al KKK. No a un Estados Unidos racista». «Sin odio, sin miedo. Los inmigrantes son bienvenidos aquí».

Ana Manrique, una peruana que hace 20 años vive en EE UU, dijo a Tiempo que es «chocante» que una porción del electorado se haya sentido representada por la retórica de Trump. «No importa que después se modere. Que resuene ese sentimiento de odio ha sido muy deprimente», señaló.

Lo mismo sintió Harlie, una joven que llegó a la marcha de ayer porque no sabía «qué más hacer». «No puedo quedarme en casa. Ganó un hombre que esparce el odio y eso no es aceptable», explicó.
El triunfo afectó tanto a los seguidores de Clinton que los medios aseguran que han subido las consultas a los psicólogos para saber cómo sobrellevarlo. «No griten. ¿No ven que estamos todos estresados?», decía el viernes una señora a unos hombres que discutían en el subte.

Precisamente, este medio de transporte fue el escenario de un proyecto para fomentar la expresión y calmar las tensiones. Subway Therapy lo bautizó su creador, Matthew Chavez, quien apareció con papelitos para pegar en las paredes en una de las combinaciones del subte. El viernes ya había más de 1500 hojitas autoadhesivas en los azulejos. Algunos con mensajes de esperanza y optimismo: «Yo creo que todavía podemos estar bien. El amor triunfa» o «Estados Unidos puede ser mejor que esto». Otros, dirigidos a la ex secretaria de Estado: «Señora presidenta en mi corazón» y «Hillary, gracias por tu servicio valiente».

Hubo quien directamente pidió un NYexit, una salida de la Gran Manzana de Estados Unidos, como votó Gran Bretaña en relación a la Unión Europea.

Todo esto pasa en EE UU a apenas cinco días de las elecciones y Trump todavía no asumió. Lo hará el próximo 20 de enero si el Colegio Electoral, en diciembre, ratifica los votos. Los jóvenes en Nueva York no se resignan y les piden a los miembros de ese órgano que se rebelen. En 48 de los 50 estados, el candidato ganador se lleva el total de los votos que el distrito aporta al Colegio. Pero se conoce como elector infiel a aquel que no respeta eso y cambia su voto a pesar del resultado en su distrito. En teoría, pueden hacerlo, pero la legislación de algunos estados contempla multas para quienes lo hagan.

«Voten por mantenernos a salvo», pedía igualmente el viernes una chica en una pequeña manifestación realizada en Washington Square, corazón de la New York University. Quizás tenga motivos para sentirse en peligro. En la Facultad de Ingeniería de esa universidad alguien escribió «Trump» en la puerta de una sala de oración musulmana.

Envalentonado con el triunfo del candidato que apoyaba, un grupo del Ku Klux Klan, el movimiento racista que defiende una «supremacía blanca» en el país, ya programó un desfile para celebrar en Carolina del Norte. En Michigan, estudiantes de los primeros años de secundaria fueron filmados mientras cantaban para que Trump construya el muro. También hay padres latinos que denunciaron que sus hijos fueron intimidados en el colegio.
Trump ha cuestionado las manifestaciones en su cuenta de Twitter, pero luego recalculó y valoró la «pasión» de quienes protestaban. Desde su triunfo, ha cambiado su discurso y ahora busca la unión. Mientras, el país se encamina a una dura transición, bajo una atmósfera turbulenta llena de marchas, miedo y denuncias sobre ataques contra las minorías. «