El año de la AFA -aún sin elecciones, aún sin presidente, aún intervenida- estuvo cargado de parches. De arreglos transitorios. De treguas firmadas e incumplidas. De amenazas y aprietes. De resistencia. De rebeliones que lograron convertirse en un dique de contención para las repetidas avanzadas desde la Casa Rosada, la sede desde donde se intentó dirigir el destino del fútbol nacional. El gobierno descargó todo su poderío. Así y todo, el Fútbol Para Todos (FpT) todavía, al menos en los papeles, sigue vigente. Fernando De Andreis y Fernando Marín fueron los actores principales para intentar desmontarlo. Para sellar el acta de defunción de esa estructura heredada del kirchnerismo. La rosca política fue incesante. Hubo reuniones y negociaciones incluso después de Navidad. El hotel Savoy congregó el jueves a representantes de los 30 clubes de Primera para recalentar un poco más el año que terminó, aseguran los dirigentes, mucho peor de lo que comenzó. En Viamonte 1366 y en los clubes gobierna la incertidumbre. Y el arranque de 2017 podría encontrar al fútbol envuelto en una medida de fuerza: nadie se anima a descartar un paro que postergue el inicio de la pretemporada y, también, del torneo.

La dura nota con la firma de 15 presidentes de Primera que llegará hasta el despacho de Gianni Infantino en Zurich, Suiza, fue la última escena del 2016. La carta redactada en el Savoy y enviada a la FIFA remite al acta acordada el 26 de agosto, cuando el Ascenso protagonizó la primera gran rebelión contra el Comité de Regularización. El Ascenso acumulaba bronca desde enero cuando el gobierno excluyó de la pantalla del FpT a la B Nacional. Fue la primera ofensiva para ahogar a los clubes cuyos presupuestos contemplaban -contemplan- el dinero de la televisación, un ingreso clave en cualquier planificación.

Más allá de los derechos televisivos y de los problemas económicos, las diferencias son las mismas desde el 18 de julio, cuando la FIFA anunció la creación del Comité de Regularización. El fondo de la cuestión es político. Hay dirigentes, encabezados por los referentes del Ascenso, un bloque unido que tiene asegurados 45 votos en Asamblea, que no quieren naturalizar que la AFA sea manejada por Javier Medín, un abogado que fue recomendado a FIFA por la Conmebol, a cargo de Alejandro Domínguez, socio del presidente de Paraguay Horacio Cartés, amigo personal de Mauricio Macri. Medín, además, fue asesor legal de Boca en los tiempos de Macri. Por eso, en la patria futbolera, todos los caminos conducen a la Rosada. “Pensamos que lo peor había sido el 38-38 pero lo que vino fue peor todavía. Fue todo para peor. Fuimos para atrás”, resume Gabriel Fernández, dirigente de Español y presidente de la mesa de la Primera B.

Hoy el rechazo al Comité es unánime: ni siquiera Daniel Angelici, el alfil de Macri en el fútbol, la defiende. “A la Normalizadora la nombró el gobierno. Es más, lo decidió el presidente. Quiere que nos pongamos de rodillas”, afirma Raúl Gámez a Tiempo. La frase tiene la temperatura con la que se despide el año: el titular de Vélez dice sin disimulo lo que se decía por lo bajo, fuera de micrófono, cuando el otoño recién comenzaba. Lo cierto, de cualquier modo, es que la Casa Rosada no pudo terminar de ejecutar ninguna de sus grandes ofensivas: el desembarco de las Sociedades Anónimas Deportivas, el pase definitivo a manos privadas de la televisación del fútbol y la elección de un presidente de la Asociación que reporte a Balcarce 50. Aunque ganó adeptos, tampoco logró aprobar la Superliga. No pudo tomar el control absoluto del fútbol, el área en la que se desplazó como si se se tratara de una dependencia más del Ejecutivo.

Acaso uno de los motivos por los que el plan nunca terminó de cerrar fue porque Armando Pérez, el hombre elegido para comandar la intervención, no estuvo a la altura. El desmanejo a lo largo del año fue total. La prueba fue la indiferencia con que el fútbol argentino atravesó la internacion de Pérez en el Sanatorio Otamendi: ningún dirigente dio un mensaje de aliento o solidaridad para el empresario que estuvo en coma farmacológico. Si bien el ex gerenciador y actual presidente de Belgrano está mejor, por recomendación médica estará lejos de la AFA por unos meses. La cara visible, entonces, será Medín.

Antes de que termine el año, los dirigentes volvieron a levantar la voz y agitaron la idea con la que recibirán 2017. El riesgo de que no haya fútbol en la llegada del tercer semestre del macrismo crece minuto a minuto. Aumenta mientras el gobierno aprieta el dinero y se demora en girarlo a la AFA. De tan repetido, el retraso ya se convirtió en una maniobra. En un modo de negociar. “Hemos tocado fondo. La AFA está desfinanciada. Los clubes están incendiados. ¿Quién es Javier Medín? ¿Qué empresario se va a sentar con él a negociar los derechos de la televisación? La única manera de solucionar esto es con elecciones. Al cuarto club que se funda, los asambleístas se van a encadenar a la AFA y ahí vamos a ver”, advierte Daniel Ferreiro, vicepresidente de Chicago y líder de la B Nacional.

Si este año fue de caos y pocas resoluciones, el que viene es una incógnita. Nadie sabe quién transmitirá las 16 fechas que le quedan al torneo, ni tampoco quién pondrá la plata para que a los clubes ingrese el dinero de la TV, que en muchos casos es casi dos tercios del presupuesto anual. El fin de año fue desesperante para muchos clubes, que no pudieron cumplir con las obligaciones salariales de sus empleados. El 2017 acaso nacerá más complicado. Sarmiento es un caso testigo: se trata de equipo que suele estar al día y que no gasta más de lo que le ingresa, pero que perdió a su entrenador, Jorge Burruchaga, que renunció antes de que la crisis llegase a Junín. Es una muestra. Pero podría replicarse tanto en Primera como en el Ascenso. Hasta algunos dirigentes de los grandes reconocen que las pretemporadas están en suspenso.

La guerra en la AFA sigue abierta. El gobierno está empecinado en lograr la destrucción total de lo clubes. Si lo consigue, no será una accidente. Sin embargo, la trinchera desde la que resisten los clubes -disgregados, con sus diferencias y sus desconfianzas- es cada vez más numerosa. Los reúne el espanto. También el rechazo. Los ordena, sobre todo, la mano visible del Estado, dispuesto a ir a fondo. A presionar hasta asfixiarlos. La decisión, después de todo, siempre fue política. «