Un vendaval que azotaba cualquier escenario. En más o menos palabras, así se recuerda a una cantante que por algo hoy, a 50 años de su desaparición física, todavía está ahí, en la memoria de millones.

Janis Joplin, tal vez la gran voz femenina que supo dar el mundo del rock, hizo en muy poco tiempo lo que otros y otras jamás alcanzaron. O que, en el mejor de los casos, les llevó toda una carrera. En los 27 años en los que estuvo de este lado de las cosas, registró sólo cuatro discos (al momento de morir por sobredosis en octubre de 1970 grababa Pearl, que sería editado post mortem un año más tarde) que despertaron la atención de una escena dominada por los hombres e inspiró a miles de mujeres.

Su infancia no fue sencilla. Debió superar un brutal bullying escolar que la azotó con crueldad (donde fue elegida como el varón más feo de la secundaria). Pero a los 17 años encontró el verdadero poder de su voz, la ofreció al rock and roll y se transformó -sin proponérselo- en lo que sería más tarde: un ícono femenino, un espejo de millones.

Hoy con el movimiento #MeToo transformado en el motor mundial de la causa feminista, tampoco son pocas la que reivindican su poder contracultural para pelearle un lugar en primera fila a grupos como The Who, Doors o Jimi Hendrix, todos en plena revolución del rock psicodélico. En ese contexto, mitad de los años ’70, Joplin ya había dejado atrás el maquillaje, la ropa aceptada para una mujer y todo lo que se esperaba de ellas. Y como para que quedase claro cómo pensaba, sobre todo porque la música era su herramienta, entonaba un track como “Women is Losers” («Las mujeres son perdedoras») donde denuncia como todas eran vistas medio siglo atrás.

“La conocí en la primera adolescencia y de casualidad, mirando vinilos en la casa de un compañero de la secundaria”, dice la cantante y compositora Florencia Ruiz. “Sentí que llegó a mí para romper con todo, me alentó como pocas personas e inyectó una esencia recontra vital porque quería escuchar más de ella, comprar sus discos. Fue en ese momento una de las primeras músicas que busqué, y lo único que escuché en inglés en mi adolescencia, algo que ella y sólo ella pudo hacer. Más tarde, eso se tradujo en que ella fuera la primera remera de grupos de rock que tuve, una hermosura pintada a mano, roja con letras bien de los ’70 que decía Janis Joplin (no uso remeras rockeras hoy, pero volvería a usar esa con total convencimiento). Fue escucharla y quedar helada. Una data ancestral, visceral, un viento que venía a mover los pastos de todas las montañas del mundo”.


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Para miles de chicas fue casi inmediato identificarse con la voz de Joplin. Su imán fue tan grande en su tiempo que al mismo instante construyó un post momentum, situación que terminó siendo determinante en la vida de alguien como la baterista, cantante y compositora Andrea Álvarez. “Escucharla me hizo sentir muy identificada. A mí me gustaba y me gusta mucho el blues rock, pero su forma de cantar era y sigue siendo muy particular, única. Cuando tenía 14 o 15 años me juntaba a escucharla con chicas más grandes y era terrible saber cómo conocían todas sus canciones. Yo abría los ojos y oídos, y no entendía nada porque todo me impresionaba muchísimo, en el buen sentido. Hoy siento que su influencia está marcada en mí absolutamente”.

De muchas formas, Joplin le brindó a la música una identidad femenina que hasta entonces no era pregnante en términos populares. Es cierto que hubo otras antes que ella, pero su carisma y talento arrasaron con todo.

“Encontró en la música un canal para contar historias propias y conectar con los demás. Con ella cualquier cosa podía pasar porque te daba esa sensación. Lo que transmitía o vivenciaba en cada historia de amor era increíble: todavía hoy me rompe el corazón cada vez que la escucho. Eso no es sólo una declaración de amor a la música sino de principios como artista. Y mucho más siendo mujer en esa época”, dice Mariana Bianchini, solista y cantante de Panza.

Vivió sólo 27 años, pero construyó una obra que sigue siendo determinante. El poder de su voz, su carácter de pionera y su determinación inspiraron a miles de mujeres y hombres en todo el mundo. Y lo seguirán haciendo.  «



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Un recorrido intenso y fugaz


-Nació en Texas (USA) el 19 de enero de 1943, era la mayor de tres hermanos. Sus padres siempre sintieron que su hija más grande era alguien frágil. Su madre manifestó en varias oportunidades que “Janis era la que tenía más necesidad de cariño de nuestra familia”.

-Conoció siendo adolescente a un grupo de amigos desclasados que la llevaron al mundo del blues. Así se topó con artistas como la cantante Bessie Smith. Más tarde, al ingresar a un coro, abrazó al jazz, el blues y a otras manifestación de raíz afroamericana.

-En la universidad comenzó a cantar y a visitar bares. En 1963 dejó Texas para ir a San Francisco. Dos años después conocería a los miembros de Big Brother and the Holding Company, a partir de entonces su carrera comenzaría a despegar.

-En el Festival Monterrey Pop (1967) explota todo su talento. Su figura como solista se había impuesto naturalmente.

-En 1969 Woodstock la tuvo como una de sus estrellas. En 1970 fue a Brasil para olvidarse de las drogas, algo que consiguió parcialmente. La muerte la encontró el 4 de octubre de ese año por una sobredosis de heroína.


Discografía básica


Cheap Thrills (1968). Su debut para un gran sello y al mismo tiempo uno de los diez discos más vendidos de su momento. Habiendo explotado pocos meses atrás en el marco del Monterrey Pop Festival de 1967, era vox populi que todo el mundo esperaba este álbum. Se trata de un material de blues y rock en estado febril, con una voz única.

I got dem ol´kozmic blues again mama! (1969). Cruza al rock con porciones de soul, lo que constituyó un desafío para ella, pero mucho más para sus fans que esperaban más de lo anterior. Fueron sólo ocho canciones que la muestran manejando otros estilos, pero con el poder de su voz intacto.

Pearl (1971). Editado post mortem, estas eran las canciones en las que Joplin trabajó antes de su muerte. Era un volver a las raíces, donde se la escucha más cómoda y directa. Aparecen clásicos como “Cry Baby”, “Buried alive in the Blues” y “Mercedes Benz”. Un adiós a su altura.