Escritor de novelas, poesía y ensayista, director de cine e incluso artista plástico, la gestión cultural lo tuvo como funcionario en las principales responsabilidades de la etapa kirchnerista: presidente del INCAA, diputado nacional y presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de diputados y Secretario de Cultura de la Presidencia de la Nación, fue el funcionario que más tiempo ejerció la responsabilidad en el área. Entre el 2009 y 2010 fue parte del equipo que diseño la conmemoración del bicentenario. Discípulo de Jorge Abelardo Ramos y jauretcheano ferviente, es además Caballero de las Artes y las letras de Francia. Su opinión se vuelve imprescindible para abordar los desafíos culturales de la actual coyuntura.

¿Cuál es el balance que hace en el plano cultural de estos cuatro años de gestión macrista?

-Es sin duda la peor gestión cultural de la democracia. Pero no se podía esperar otra cosa. Nunca imaginé que el proyecto neoliberal del macrismo pudiera desplegar una política cultural trascendente. Los tiempos en que convivía un modelo semicolonial y conservador con una visión cultural de matriz eurocéntrica, con notables referentes como Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo han quedado muy atrás en el tiempo. Esta Argentina de los CEOS reemplazó París por Miami. Habría que replantear el concepto de “civilización y barbarie” para este siglo XXI. El neoliberalismo es bárbaro en el sentido de extranjero que le dieran los griegos e inculto en el sentido más común del término Los que vinieron a romper nuestro aislamiento del mundo, nos reubicaron en las páginas más vergonzantes de la mirada global. Es curioso el hecho de que nuestro país se destacó en los ámbitos culturales del orbe, precisamente cuando decían que estábamos aislados.

– ¿A que se refiere?

-Durante el kirchnerismo fuimos reconocidos y homenajeados en los principales ámbitos culturales del planeta. Desde el Museo Smithsonian de Washington, pasando por la Ferias del Libro de Frankfurt, Guadalajara o París. Sin excluir nuestro lucimiento en las ferias mundiales de China y Corea y ni que hablar del prestigio de nuestro cine. Pareciera que el mundo nos reconoce cuando nos aproximamos a nuestra propia identidad, como protagonistas y no cuando pretenden que seamos un remedo empobrecido de otras culturas.

– ¿Qué puede aportar a la industria cultural un próximo gobierno del Frente de Todos?

-Luego de la crisis del 2001, con la recuperación de la autarquía cinematográfica y las políticas de estímulo a las industrias PYME de la cultura se crearon miles de puestos de trabajo. La Argentina tiene un potencial enorme en materia de capacidades culturales, que no deben ser vistas solo en su perspectiva estética. Las industrias culturales son fábricas sin chimeneas en una época dónde se multiplican los consumos ligados a su amplio espectro. Lo demostramos en los años anteriores al macrismo, con la expansión de los consumos y la producción propia en productos de la industria editorial, en el ámbito audiovisual, en diseño, en artesanía, creando el Instituto de la Música, en definitiva poniendo al Estado como dinamizador de ese potencial.

– ¿Cuáles cree que deberían ser las prioridades culturales de una próxima gestión?

-En primer lugar, reparar el daño profundo de la actividad en todas sus áreas. No solo las industrias culturales. Se ha menoscabado a los elencos estables del área, como es el caso de la Orquesta Sinfónica Nacional. La buena noticia es que está intacta la capacidad creativa y el talento de nuestros artistas. Eso no han podido desmantelarlo y con algunas medidas adecuadas se puede rápidamente volver a poner a nuestra actividad cultural al servicio de la recuperación nacional. Con el doble efecto de su potencial económico y su componente espiritual y anímico. Ya ocurrió en el 2003 cuando las mejores noticias sobre la Argentina que recibía el mundo venían de nuestro cine. Se trata de darle a una política cultural de Estado el carácter federal y social que corresponde al área nacional. Por eso reivindico la reapertura de la sede de la Villa 21 como sede principal del Ministerio. Gestionar la cultura desde allí no es lo mismo que hacerlo desde un palacete de la Avenida Alvear.

-Eso se concretó durante su gestión.

-Si. Y lamentablemente se abandonó como sede por razones que aún no logro explicar ni justificar.

– ¿Considera necesario volver a crear un Ministerio de Cultura?

-Si, en tanto exprese una concepción plena de lo que significa una política cultural de Estado. Y con ello me refiero a que suele haber sobre el tema una confusión. La gestión de una política cultural requiere de una combinación de trayectoria artística o académica con capacidad y experiencia en gestión de gobierno que facilite su función. Dirigir el área cultural es más complejo de lo que suele pensarse. La diversidad de rubros y funciones es abrumadora. La Historia demuestra que muchas veces se subestimó el rol central del área, Y hablo de gobiernos populares, nacionales y progresistas.

-¿Está proponiendo algún perfil en especial para ocupar ese cargo?

-Más bien propongo lo que no debería hacerse. Creer que el Ministerio cultural es una suerte de principado republicano que debe ornamentarse con el artista más famoso o el académico más “elevado”, es un error ya cometido y una tentación bizarra. Este error parte de otra premisa errónea: creer que el área cultural solo promueve a los artistas. La promoción de nuestro potencial cultural tiene como destinatario al conjunto de la sociedad. Los artistas somos mediadores de ese derecho para todos los argentinos y argentinas, más aún cuando es una variable esencial de nuestro potencial simbólico y productivo. Una política de cine o una editorial adecuada nos saca de ser meros espectadores y nos pone de protagonistas a la totalidad de los que poblamos nuestra querida Argentina. Por lo demás, casi todas las familias, en especial de clase media, tiene alguno de sus hijos estudiando carreras artísticas. Deberíamos liderar la producción de mini series en español de las nuevas plataformas y recuperar la industria editorial que descubrió a Cortázar, a García Márquez y transformó a Arturo Jauretche, Abelardo Ramos y Scalabrini Ortiz en “best sellers” con perdón de la expresión (ríe)

– ¿Se imagina al frente del área?

-En lo personal preferiría ser Ministro de Defensa (ríe)

-Sería original, un escritor y cineasta al frente del Ministerio de Defensa.

-No se sorprenda, es más sencillo lidiar en tiempos de paz y democracia con tres armas que con los muchos rubros artísticos e intelectuales del amplio espacio cultural. Por otra parte pocos recuerdan que el mejor estratega militar del siglo XX venía del campo cultural

– ¿A quien se refiere?

-Me refiero a Vo Nguyen Giap, el jefe militar vietnamita que derrotó a los Estados Unidos, era periodista e historiador. Un político o un funcionario cuenta con una gran ventaja si conoce de Historia. Lo confirma el desprecio por la ciencia histórica de los neoliberales y de Macri.  En la antípoda recordemos que Perón fue historiador.

Usted escribió novelas históricas sobre el peronismo. ¿También se ve como estrategia militar?

-No tanto como Nguyen Giap. La Historia de la humanidad está atravesada lamentablemente por esa historia de la política por otros medios que es la guerra. Me apasiona la Historia y en particular los conflictos bélicos que la atraviesan. Mi segunda novela, El bombardeo, es también el relato de un ominoso combate militar. Cuando fui Secretario de Cultura, la gestión fue transversal con casi todos los Ministerios incluido Defensa. Y estoy convencido que se debería realizar convenios de cooperación cultural  en especial con Defensa y Cancillería. No debería haber generales o embajadores sin formación cultural. Claro que estoy hablando de Cultura en el sentido más amplio y completo del concepto. Además la primera línea de defensa de un país y de cualquier sociedad es su fortaleza cultural. Los norteamericanos lograron más éxitos con su cultura que con el Napalm. Y nuestra postura en materia cultural, como en lo militar debe ser esencialmente defensiva.

– ¿Estar a la defensiva en Cultura?

-Dicho así parece poco ambicioso, pero si nuestros jóvenes consumieran un 20 por ciento de contenidos propios, seríamos una potencia cultural. Y esa meta es posible.  Cada peso invertido en Cultura es la inversión mas económica para la defensa de nuestra soberanía. El Centro Cultural de la Villa 21 costó menos que un tanque de guerra. Los países son tan exitosos como su proyecto cultural.

– ¿Propone un nacionalismo cultural?

-La palabra nacionalismo tiene una merecida mala fama en tanto concepto manchado de eurocentrismo e imbuido de historicidad. Los nacionalismos en los países centrales suelen ser ofensivos y hegemónicos. En nuestro mundo periférico es a la inversa. Planteo una universalidad con ojos propios, como decía Arturo Jauretche. Como verá, seguimos a la defensiva. La identidad nacional no es tradición congelada sino personalidad fortalecida que permita el intercambio intercultural de lo universal con lo propio. No se trata de dejar de ver cine de Hollywood o de no leer a Michel Houellebecq o a Paul Auster  Se trata de que además del lobizón de Harry Potter de Joanne Rowling, conozcamos al de Nazareno Cruz y el lobo de Favio.