La guerra entre el actual y el expresidente de la Corte Suprema expresó fuerte y claro el estado putrefacto del Poder Judicial. Rencillas de cartel, carpetazos, fallos a medida de la pulseada política, conflictos de intereses, disputas de negocios, tráfico de influencias, abusos de autoridad. La sucesión de escándalos profundiza la percepción que la mayoría de los argentinos tienen sobre jueces y fiscales: en los tribunales se hace cualquier cosa, menos justicia.

La generalización, como todas, es injusta. Es probable que la mayoría de los funcionarios judiciales sean honestos y trabajen a conciencia. Pero por pereza o cobardía permiten que una minoría viciada maneje los hilos.

Uno de los titiriteros más activos es el fiscal de Cámara Germán Moldes, quien la última semana dio la nota por partida doble: ayudó a diluir la causa por «aportantes truchos» que involucra a Cambiemos, al tiempo que pidió la «inmediata detención» de Cristina Fernández por el Gloriagate.

¿Quién es este paladín de la doble vara? Moldes llegó a su puesto con pecado original: asumió como fiscal federal por la decisión discrecional del gobierno menemista, que integró. Ligado a la derecha peronista, Moldes se incorporó al staff de Carlos Menem en agosto de 1991, como subsecretario de Coordinación Interior. Unos meses más tarde fue promovido a secretario de Población, donde protagonizó su primer escándalo: la entrega de documentos argentinos al traficante de armas sirio Monzer al Kassar.

El revuelo eyectó a Moldes del cargo, pero no del poder. El gobierno lo acomodó como fiscal federal en 1995, donde se mantiene hasta hoy.

Su primer encargo fue asumir la fiscalía especial que debía investigar el atentado a la Amia. Resultado: el Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), Memoria Activa y el extinto fiscal Alberto Nisman lo acusaron de entorpecer la pesquisa para proteger a los presuntos responsables de encubrir el atentado.

A pesar de los contratiempos, la causa por encubrimiento llegó a juicio oral en 2015 y, después de tres años, está en etapa definitoria. Entre los imputados están los dos mentores de Moldes: Carlos Corach y Hugo Anzorreguy. El dúo nutrió los juzgados de Comodoro Py, incluso con familiares: la fiscal adjunta de Moldes, por caso, es Eugenia Anzorreguy, sobrina del exjefe de la Side e hija de Jorge, un influyente abogado que tuvo como cliente a Ernestina Herrera de Noble, la dueña del multimedios Clarín.

La premura que mostró Moldes para pedir la cárcel para CFK contrasta con la actitud que tuvo hace un mes, cuando desistió de apelar y acusar al titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Gustavo Arribas, acusado de haber recibido casi 600 mil dólares de parte de un contratista de la brasileña Odebrecht. Por la omisión de Moldes, la causa se cayó.

Misma suerte tuvo el presidente de Boca y operador judicial macrista, Daniel Angelici: en abril, Moldes no apeló el sobreseimiento y la causa por tráfico de influencias se desvaneció. Idéntica actitud tuvo en 2015, cuando omitió apelar el sobreseimiento del funcionario PRO Federico Sturzenegger, quien así quedó libre de culpa y cargo en la causa por el Megacanje.

La firma de Moldes también fue clave para que la causa por “aportantes truchos” que involucra al macrismo dejara de investigarse como delito federal y pase a tratarse como una modesta contravención electoral en un juzgado de La Plata. Moldes respaldó el criterio del fiscal inferior Carlos Stornelli, que sugirió el traspaso ante la Cámara Federal. El sello final lo puso el camarista Martín Irurzun, administrador del poroso sistema de escuchas que se filtran con destino de operación política y autor de la «doctrina» que permite aplicar prisiones preventivas a discreción.

Antes de Irurzun, la «doctrina» tuvo su banco de pruebas en Jujuy, donde Milagro Sala acaba de cumplir 1000 días presa por deseo del gobierno provincial y nacional.

Aplicación de «Justicia» a la carta, al gusto del consumidor.

Total normalidad. «