Es su noveno disco de estudio, pero no les presta atención a los números. Su estilo cancionero, relajado y juguetón sigue siendo parte de su ADN. Las letras ingeniosas que circulan en todo tipo de ritmos hacen el resto. «La gente le da mucha importancia a las cifras. A cuántos discos sacaste, cuántos shows hiciste en una gira… Pero yo no. Me acuerdo mucho del camino recorrido, de lo que hice, de cuando grabé tal o cual cosa, o dónde toqué. Soy bastante consciente, sobre todo del tiempo transcurrido. Pero lo que me gusta es decir lo que tengo para decir, no hacer cuentas», afirma Kevin Johansen, que hace días lanzó Algo ritmos.

Para Johansen este trabajo tiene algo del signo de los tiempos: «Este planeta es una locura, es un momento riquísimo para todo aquel que escribe. Vivimos rodeados de cosas que nos interpelan como seres humanos. A nivel local también pasan muchas cosas, hay cambios de paradigmas en muchos aspectos. La cultura cambia y es muy interesante notar eso. Desde lo social, amoroso, sexual y político, todo es distinto y lo plasmé en canciones», cuenta el cantautor que asegura estar en una etapa donde disfruta el proceso creativo. «Como dice (Gustavo) Santaolalla: ‘los discos no se terminan, se abandonan’. Si no terminás muy enroscado. No es tan fácil hacer realidad lo que tenés en la cabeza. Grabar es una dulce tortura. Vos querés escuchar lo que suena en tu cabeza, pero a veces ni te acercás. Pero también pueden aparecer sorpresas muy agradables, lejanas de la idea original. Lo importante es lograr decir lo que tenías que decir. Que es todo un tema. Con los años uno tiene más conciencia de saber lo que quiere decir», revela.

Mientras se prepara para girar por Nueva York, París, Berlín y Barcelona en julio próximo con una nueva formación de The Nada –la banda que lo acompaña desde hace casi dos décadas–, Johansen (54 años) tiene claro lo que quiere y lo que no: «Me río de la expresión ‘a cierta edad’ porque en el fondo se aplica a todas. Pero cuando estás… más ‘grandecito’ tenés un poquito más claro lo que te irrita y lo que te molesta del ser humano. Yo hincho bastante con eso. Ya sea desde la ironía o desde un lado súper serio, pero siempre en personaje, no creo en la solemnidad, por eso a veces el humor es mejor y más interesante y profundo para remarcar ciertas cosas», comenta, mate en mano.

–¿La mirada política siempre está en tus letras aunque sean canciones de amor?

–Puede ser, depende de cómo lo interprete el otro. Yo creo que en este disco hablo de cosas que nos cansan y desalientan de la política. Por ejemplo: la corrupción, que transciende cualquier color y frontera. Hay mucha decepción con ese factor, pero a su vez se genera siempre una expectativa de encontrar algo que te alimente la fe para continuar o una especie de esperanza y que el desencanto no prospere. Sobre todo en nuestros países. Aunque todos están en una situación parecida. La otra vez leí un título, de esos sacados de contexto, pero que me molestó mucho. Era en una nota a (el escritor, Arturo) Pérez-Reverte. Decía que cualquiera que sepa de la historia argentina no puede ser optimista. Entonces le puse en Twitter: «¿Y la historia de España, maestro?» Tampoco es una cosa para decir «bueno, ahora sí esto es para entusiasmarse». Últimamente en la política española ganó algo más humanista y piola, pero los fascistas y la extrema derecha nacionalista están dando vueltas. Pero bueno, por ahora zafaron un  poco de gente como Trump o Bolsonaro. Personajes con los que resulta imposible empatizar, pero es interesante analizar cómo y por qué ganan. En mis letras no hay nada dicho directamente, siempre está oculto. Porque hablo de todo y de The Nada (risas).

–¿Al viajar tanto tenés una mirada más general?

–Cuando lo ves macro, no Macri, macro, decís todos los países son un quilombo. Nosotros nos sentimos el ombligo del mundo y decimos que somos un desastre, pero no. Culturalmente somos ricos. Estamos enquilombados, pero soy optimista porque el pueblo va entendiendo el juego democrático. Si no te gusta, se cambia. Hay que hacerle caso al descontento, si esto no va, tendrá que ser otra cosa. La dificultad es si viene y gana la derecha, a eso hay enfrentarlo con ideas. Pero si los votan, hay que bancársela. Es una pena que no todos puedan acceder a la cultura, y que la pobreza sea para muchos algo de lo que no se puede salir. Eso duele. Pero creo que hay que continuar en esto, porque es la mejor manera de salir del barro: no quiero helicóptero, ni golpe. Quiero que la gente decida su destino. Eso sí, hay que aprender de los errores. Y no tener miedo a marcar errores, aunque te guste un candidato, así todos se ponen la pilas.

–¿Por ejemplo?

–Me gustaba el kirchnerismo, pero a veces iba muy con los tapones de punta. Me desencantó cuando Cristina no le puso la banda presidencial a Macri. Estuvo muy mal. No se hace, te guste o no, ganó. Es así. A lo Bielsa, dale el gol al rival. Pero bueno, ya veremos qué pasa. Está difícil, acá y en todos lados. Lo importante es tratar de aportar lo que cada uno pueda para estar mejor.

–¿Qué rol juega la música en este contexto social?

–La música, como tantos elementos en la cultura, es como un péndulo. Lo que sucede marca a la música y la música también marca lo que sucede, es un ida y vuelta permanente. Uno está metido en ese baile. Podés decir algo, pero la realidad te muestra otra cosa, también podés tomarlo o decir algo al respecto de lo que sucede. A mí me parece interesante. Aunque el término compromiso me hace un poco de ruido.

–¿Por qué?

–Mi compromiso es artístico, estético y ético, si querés. Pero como decía el negro Rada, tampoco quiero ser un «cansautor»: no quiero decir que esto es así o asá, o si tal cosa está bien o está mal. En un tema lo canto: «La gente que tiene razón todo el tiempo me parece un poco plomo». No quiero tener razón o dar cátedra. Es mi óptica. A veces hablo humildemente para mostrar mi parecer y en otras me la creo un poco, depende. En algunas canciones estoy más seguro que en otras. Pero siempre quiero que mi música sea siempre entretenida, interesante e innovadora.

–¿Por eso coqueteás con el trap?

–Siempre me divirtieron los programas para modificar las voces y esas boludeces, aunque parezca un exceso a veces como se usan. Los cambios te ponen a prueba. No hay que ponerse en talibán del buen gusto. Antes los tangueros se quejaban de los rockeros, ahora los rockeros se quejan de los traperos. Hay que tratar de no caer en esa, es importante no transformarse en un viejo cascarrabias, siempre lo digo.

–¿Cuál es la clave de ser músico?

–Que te guste la música. Pero para ser músico tenés que saber manejar el ego. Porque nos gusta el escenario, pero… ¿Por qué? Hay un elemento dando vueltas de querer ser reconocidos. O mirados. Pero creo que el músico tiene que tener alma de anfitrión. Tu responsabilidad es mantener a gusto a los que vienen a verte. Es como hacer una reunión en tu casa. Primero estás un poco viendo que esté todo bien, pero debés hacerlo sin proyectar esa tensión. Y luego relajás. Lo que uno hace es para la gente. Hay una cosa de entrega. Se aprende, pero hay algo de fábrica que tenés que traer, te tiene que gustar.

–Tu mama viajó a EE UU a los 18 años, se hizo atea, socialista y feminista, y fue madre soltera. ¿Cómo viviste tu infancia?

–Nada de lo que hacíamos en casa era tradicional y no existía eso de favorecer al varón en nada: yo lavaba los platos o cocinaba y siempre se me inculcó la igualdad para todo y el respeto. En ese contexto, nunca hubiera podido ser un machirulo. Éramos lo que yo llamo clase media Mafalda: ricos en cultura, mi vieja escuchaba mucha música y leía mucho, y nos pasaba cosas. Pero sin un mango. El feminismo fue siempre algo natural para mí. «

Igualdad de derechos

Hoy Kevin Johansen tiene dos hijas con mochila de pañuelo verde, lo cual lo emociona: «Hablamos con ellas hace poco del tema y me contaron que se sienten parte de los movimientos que suceden hoy en día. Fue lindo y sincero porque no las había escuchado hablar así. Tienen conciencia, pero quería que no tengan miedo de los hombres porque es algo feo y como padre no me gustaría. Pero tienen claro que lo que se busca es la igualdad de derechos. Siento orgullo por ellas y su generación.”
–Tu hija Miranda también es música.
–Sí, disfruté cuando presentó su disco Fata Morgana. Toca con pibes de 21/22 años que me hicieron pensar… Ojalá hubiese tenido el criterio musical que tienen estos pibes. Producen y son estudiosos de cómo ser modernos, pero sin dejar la esencia del rock. Eso es admirable
–¿Qué te produce al verla?
–Alegría y vértigo. Te agarra algo de tipo: «¿En qué se está metiendo la nena?» Pero al verla contenta y copada, decís «bueno, está todo bien». La vi muy segura arriba del escenario. Me alegro por ella. Bienvenida.

Con una pequeña ayuda de sus amigos

Con géneros tan variados como la bossa nova, la balada, el pop y hasta el trap, Algo ritmos cuenta con 13 tracks donde participan varios artistas amigos de Johansen. El lote de invitados incluye colegas internacionales, como la española La Shica, la brasileña María Gadú y los uruguayos Jorge y Daniel Drexler.
«Tenemos una relación de muchos años. Son prácticamente familia», comenta Johansen sonriente sobre los hermanos Drexler, acotación que incluye a la talentosa Leonor Watling –esposa de Jorge– que participa en «Sin decir palabra». «Los temas en que colaboran fueron pensados para ellos, para que hagan su aporte. En ‘Mi querido Brasil’ para mí tenía que estar Jorge, que es una suerte de Caetano Veloso latinoamericano-nueva generación que canta en castellano, claro. O por lo menos tiene ese espíritu. Por otro lado, Daniel es una persona nómade de espíritu y creo que ‘Teletransportación’ le encajaba bien. Sabía que se iba a enganchar porque existe la palabra pero no la posibilidad de ejecutar esa acción, y yo sé que esas paradojas le gustan», destaca.