Alexander Dementiev es historiador por la Universidad de San Petersburgo. Hace siete años –tiene 29– llegó a la Argentina y comenzó a investigar sobre la inmigración rusa en el país. Descubrió, por ejemplo, que sus coterráneos llegaron a ser, a principios del siglo XX, casi el 3% de los habitantes del suelo argentino. Sobre ese asunto espera este año terminar su tesis y doctorarse en la UBA. Dementiev, además, tiene un dúo de tango –tangos rusos– llamado Petrogrado –junto, precisamente, con el bandoneonista argentino Diego Petrogrado–, en el que canta y toca la guitarra. Y acaba de publicar el primer número de la revista Platz-Kerte, escrita en ruso y castellano. 

Dementiev es hincha del Zenit, aunque es una forma de decir: sólo se alegra cuando gana. No es lo que llamaríamos un futbolero, pero tampoco es un intelectual que desdeña al fútbol. El Mundial se jugará en Rusia y Dementiev cree –lo dice en esta charla con Tiempo– que podrá ayudar a romper con ciertos prejuicios construidos sobre su país.

–Hasta hace unos años –explica– sobre Rusia la gente conocía bastante poco, estereotipos brutos, que pertenecían a la época de la Guerra Fría. No son prejuicios argentinos sino hollywoodenses. Los prejuicios son naturales, los tenemos por nuestra propia experiencia. Pero cuando uno toma los prejuicios por terceros, eso es más complicado. La Argentina y el pueblo ruso están muy entrelazados, hay muchas similitudes, no sólo por la economía, ambas culturas son francófilas, miran hacia París. A nosotros nos importa qué van a pensar afuera, y lo mismo pasa acá. Hay muchas cosas parecidas, y también hay mucha influencia mutua. La música y la literatura, sin dudas; el tango fue muy popular en la Unión Soviética durante los años veinte y treinta. Y la presencia del pueblo ruso acá es muy fuerte. Creo que el Mundial puede ayudar a terminar con ciertos estereotipos que se construyeron sobre Rusia.

–¿Qué le puede dar el Mundial al gobierno ruso?

–Para el gobierno va a ser bueno para demostrar qué hicieron. Es como un desfile militar, de alguna manera, que sirve para mostrar el poderío que tenés. Y acá es para mostrar a la gente del mundo cómo funciona el país, que las cosas van bien, ese es su mayor objetivo. Que nos acepten más, mostrar prestigio, de cierta manera. El gobierno está seguro en esa apuesta. Se va a intentar lucir, va a festejar las victorias rusas si es que se gana algo. Los Juegos Olímpicos en Sochi fueron lo mismo. Sobre nuestro gobierno pueden decir muchas cosas pero no somos tan brutos como nos describen. Últimamente hay una gran campaña anti Rusia, como lo que está pasando con la suspensión del deporte ruso de los Juegos Olímpicos. Eso no tiene explicación fuera del campo político.

–¿Es una nueva forma de Guerra Fría?

–No volvería al término Guerra Fría, que es la guerra entre dos superpoderes, entre dos sistemas, entre dos alternativas. Rusia y Estados Unidos no son alternativas; Rusia forma parte del mismo sistema. No es la Unión Soviética, no tiene detrás suyo la mitad del mundo. Puede ofrecer sus mercados, pero no otro modo de vivir.

–Pero decís que la decisión del Comité Olímpico Internacional no se puede analizar desde lo deportivo, sino desde lo político.

–Sí, porque en vez de crear un nuevo enemigo, es mucho más fácil utilizar al enemigo ya creado. ¿Qué hacían con Juan Domingo Perón? Trataban de vincularlo a Hitler, contar que habían entrado nazis al país. Era más fácil vincularlo con el mal que ya existe. Adentro de Estados Unidos, es más fácil acusar a alguien de agente del comunismo. Eso sí es parte de la retórica de la Guerra Fría, no como la lucha con otro país u otro sistema sino con otros grupos sociales dentro de Estados Unidos. Rusia ahí es la víctima de la lucha interna, ni siquiera es un gran actor en todo esto.

–¿Y para el pueblo ruso de qué puede servir un Mundial?

–Para todos los pueblos es importante. La gente va ahí, se encuentra cara a cara en los cafés, tomando una cerveza, en la cancha, en los transportes públicos, es bueno que los pueblos interactúen directamente sin necesidad de los medios de comunicación o los políticos. Si no se conoce el idioma no importa, lo que importa es el idioma visual, emocional, gestual. Para los argentinos eso va a servir para entender que somos parecidos.

–Sin embargo, los Mundiales están hechos para que a los estadios vaya una elite.

–Mirá, yo vivía cerca del Palacio de Hielo durante el Mundial de Hóckey de 2000 en San Petersburgo. Y fue de las primeras veces que pude ver a muchos extranjeros al mismo tiempo. La gente hablando en distintos idiomas, las culturas entremezcladas. Eso ya está bueno. No es sólo ir al estadio, sino ver lo que pasa alrededor, cómo se comporta la gente. Estar presentes y relacionarnos, eso es lo más importante para tener otra visión del mundo. Yo creo mucho en los vínculos entre la gente, y el fútbol puede ayudar y a su vez inspirar a los más chicos. Eso también es un Mundial.