El gesto de preocupación de Lionel Messi, con la frente arrugada y las cejas juntas, cruzó el océano como un rayo. El 10 miró al banco, se sentó en el césped del Camp Nou y movió sus manos en una clara demostración de que no podía más. Sólo faltaba la confirmación oficial que llegó un rato después: desgarro en el aductor del muslo derecho, tres semanas sin pisar una cancha de fútbol. Allá, en Europa, empezaron a sacar cuentas de cuántos partidos de la liga española y de Champions no iban a contar la presencia del mejor jugador del mundo. Acá, en Sudamérica, la cuenta fue más fácil: no jugará las próximas dos fechas de Eliminatorias, ni contra Perú (en Lima, el 6 de octubre) ni contra Paraguay (en Córdoba, cinco días después). Pero no caben dudas de que el gran perdedor de toda esta historia es la Selección Argentina, porque no sólo pierde a su figura y capitán. También se queda sin el símbolo, el que hace la diferencia, el que gana los partidos. Y no es una exageración.

Argentina jugó ocho partidos en las actuales Eliminatorias. Messi estuvo en tres y los ganó todos. En los otros cinco, sin Messi, ganó uno, empató tres y perdió el otro. Es decir que con el 10 adentro de la cancha sacó el cien por ciento de los puntos en disputa y sin él rasguñó apenas el 40%. Es demasiado contundente la cuenta. Argentina se encuentra segunda en la tabla, pero con la efectividad del 40% estaría séptima, fuera de los equipos que clasifican al Mundial de Rusia y sólo por encima de Perú, Bolivia y Venezuela. Los fríos números sirven en este caso para apoyar una idea que cualquier futbolero más o menos despierto sabe desde hace mucho: Messi es fundamental para que tenga lógica la idea de viajar a Rusia en 2018.

Pero el fútbol es mucho más que números, está claro. Y es necesario analizar los tres partidos que jugó para ver que en todos la figura del partido fue Messi. Contra Chile, en Santiago, participó de todas las jugadas de ataque del equipo que todavía conducía Gerardo Martino. Ante Bolivia, en Córdoba, lo mismo, pero además hizo el gol que le dio tranquilidad al equipo. Y frente a Uruguay, en Mendoza, el más reciente y recordado, armó una jugada de crack con taco incluido para marcar el único gol del partido. Esa noche el 10 fue uno de las pocos aprobados de un partido muy sufrido por la Selección.

Aquella mueca de fastidio que se gestó en Barcelona y repercutió en la tapa de todos los diarios argentinos ya le dio paso a un nuevo interrogante. Ahora el tema es cómo hacer para remplazar al mejor jugador del mundo. Edgardo Bauza, contra Venezuela, puso a Lamela y no le funcionó. Jugó muy mal la Selección ese partido en Mérida y es muy posible que la culpa no la haya tenido el ex volante de River, porque el planteo de juego pergeñado por el entrenador no lo ayudó en nada, con todo el equipo más preocupado por no perder que por crear juego. Martino había probado otras opciones. En el debut con derrota como local frente a Ecuador jugó Correa. En la visita a Paraguay entró Lavezzi, al igual que en el empate contra Brasil en Buenos Aires y en el buen triunfo ante Colombia de visitante. El tema es que Lamela, Correa y Lavezzi hicieron lo que pudieron. No es culpa de ellos que haya bajado el rendimiento del Seleccionado tanto en el juego como en los resultados. El gran problema es que no hay un equipo capaz de bancar la parada cuando no está Messi.

Faltan dos semanas para viajar a Lima. Bauza no podrá hablar de falta de tiempo para planificar el partido sin Messi. Es el entrenador y el encargado de encontrar una solución al problema. Tiene la suerte de que la baja del 10 llegó en una doble fecha ante dos equipos de los más flojos, ambos fuera de los que hasta el momento clasifican al Mundial. “Es todo un desafío para mí como técnico armar un equipo sin Messi”, dijo Bauza. Es una obviedad, porque a eso se dedica. Hace muchos años que la Selección Argentina depende de Messi y nunca un entrenador logró armar un equipo que lo respaldara cuando no está. Pero tampoco cuando está. Y eso es mucho peor aún.