Sebastián Salgado es corresponsal de Hispan TV en Buenos Aires y está haciendo una cobertura para el canal en Medio Oriente. Era una buena ocasión para pedirle un artículo sobre lo que ocurre en Guta, el distrito pegado a Damasco, el último enclave en poder de grupos terroristas opositores al gobierno de Bashar al Assad. Pero no había modo. “Hay cortes de electricidad, internet y agua constantes y además, suenan explosiones a cada rato. No es posible concentrarse. Lo mejor es intentar hablar por whatsapp y ver si tenemos suerte”, propuso. Y en ese clima, Salgado le puso contexto a estos días cruciales para la suerte de Siria, envuelta en una guerra civil desde hace justo siete años.

Porque el gobierno y parte de los insurgentes llegaron a un acuerdo para evacuar la ciudad sitiada hacia Idlib, una provincia ubicada al norte. Por ese “corredor humanitario” ya salieron cerca de 80 mil personas. El comunicado de Ahrar a-Sham, un grupo con apoyo de Turquía y Arabia Saudita confirma que quienes abandonen Guta cuentan con garantías de las autoridades sirias para alejarse de ese infierno en que se convirtió la región desde que Al Assad lanzó una ofensiva final contra las organizaciones islámicas radicales que controlan la zona.

“Guta está a poca distancia del centro de Damasco, como Avellaneda con Buenos Aires –explica Salgado- y muchos se preguntan cómo es que si las fuerzas estatales consiguieron recuperar Alepo, no hayan podido con este distrito”. La respuesta, para el corresponsal del canal iraní, tiene su miga. 

Guta, recuerda, es un suburbio tradicionalmente dedicado a la agricultura y proveedor de verduras y frutas para la capital siria. Hay dos organizaciones de fuerte inserción, el Frente Al Nusra y Estado Islámico o ISIS, grupos sunnitas radicalizados que,»por alguna razón, religiosa o solo cultural, tienen valores que comparte gran parte de la población de Guta». 

El gobierno, de mayoría chiita de orientación alawita y moderados, no quiso un ataque definitivo antes para no agravar las diferencias con los residentes. Una característica de los Al Assad, que gobiernan en Siria desde 1971, primero con Hafez y desde 2000 con su hijo, Bashar, es que impulsaron la enseñanza laica y gratuita al punto de que Siria fue la nación con menos analfabetismo del mundo árabe. 

El rol de la mujer en el universo alawita es comparable al que ocuparía en un país occidental. No sucede lo mismo con las ramas wahabitas y salafitas, ultraortodoxas y partidarias de que una mujer ni siquiera pise una escuela, por decirlo así. Esta es la base ideológica de los grupos terroristas.

Pero Damasco fue recuperando territorio, con ayuda de tropas y armamento ruso principalmente, mientras que los rebeldes tienen pertrechos  »provistos por países occidentales», aclara el periodista. Las fuerzas estatales comenzaron una ofensiva que, para los medios hegemónicos, tuvo ribetes de genocidio contra la población. «Hubo muertos civiles, es cierto –relata Salgado- pero de ninguna manera hubo ataques con gases como dicen algunos gobiernos.» 

Sucede que siete años son mucho tiempo para cualquier conflicto y el apoyo popular a los yihadistas fue aminorando. Un poco porque no tenían mucho que ofrecer en ese contexto bélico y otro porque la ciudad está sitiada y las penurias son constantes. «Hay ataques con morteros desde Guta a Damasco que el gobierno repele con igual potencia e intensidad. Eso causó mucho daño en ambos lados. La mitad de la capital siria está prácticamente destruida. Los cortes de agua y electricidad son constantes. Ahora mismo hay estruendos (se los escucha claramente). El día que llegué pensé que eran truenos y me extrañó que se avecinara una tormenta porque estaba totalmente despejado. Después me dijeron: son bombas».

A fines de febrero las autoridades sirias y rusas abrieron un corredor humanitario y garantizaron que quienes quisieran irse de Guta no serían atacados. “Fue algo más que eso –añade el corresponsal– fue como una amnistía porque pueden irse incluso los rebeldes. Yo he visto salir a muchas personas y dicen que lo ven como una salvación. ‘Ya no podíamos vivir así’, me contaban”. Estos últimos días salieron cerca de 20 micros repletos hacia Idlib. «Había hombres, mujeres y chicos. Si eran combatientes, estaban con toda la familia», acota Salgado. 

Al Assad contaba en horas el plazo para la recuperación total de Guta. Pero con eso no se terminará la guerra. Una cuestión es que deberá enfocarse en el sector kurdo de Siria, que recibe apoyo de EE UU, ahora invadido por efectivos turcos. La otra es que «muchos se preguntan –concluye Salgado– qué pediran los rusos a cambio de su apoyo».  «