El gobierno que chocó la economía acelera el naufragio con un patético culebrón político-judicial. «Yo ya estoy curtido, por mí pueden seguir, pero no controlo a mi mamá», dijo el ministro de Justicia, Germán Garavano. El motivo: la madre del funcionario amagó con denunciar a Elisa Carrió por los «ataques televisivos» de la diputada contra su hijo.

El episodio es tan inofensivo como el pedido de juicio político que Carrió presentó contra el ministro, pero contiene una revelación: la descomposición de Cambiemos va más rápido que el calendario electoral.

Aunque no hay fecha fijada, si se mantiene el esquema vigente las presidenciales deberían realizarse en el penúltimo fin de semana de octubre de 2019. Exactamente dentro de un año. Una eternidad para los –cada vez más– argentinos que viven al día, víctimas de un programa económico que activó la temida bomba H: la hiperinflación.

La palabra maldita ya fue asentada en sus balances por multinacionales que operan en el país. La primera en mencionarla fue Telefónica. En un documento presentado a sus inversores, el grupo español señaló que «los datos sugieren que la inflación acumulada de los últimos tres años ha superado 100%, referencia establecida por la NIC 29».

La sigla remite a la Norma Internacional de Contabilidad que se utiliza para los balances trimestrales y anuales de las empresas que cotizan en bolsa. La NIC 29 es el apartado que identifica a las economías que cursan un proceso de hiperinflación. Otras multinacionales que incluirán la sigla en sus balances son Danone, Unilever y Carrefour.

Los argentinos, por cierto, no necesitan leer documentos de empresas extranjeras para saber que cada vez le sobran más días del mes al sueldo. Con precios que en el último año treparon por encima del 40%, e ingresos que con suerte perderán 20 puntos frente a la inflación, llegar a fin de mes se convirtió en una odisea.

En otros tiempos, por mucho menos los sectores medios empobrecidos (o en vías de) hubiesen blandido sus cacerolas. Hoy, en cambio, las quejas se ahogan en el océano de las redes sociales.

Suerte a medias para Macri: por las redes evita las cacerolas –que atraen a la tele–, pero en las redes las quejas se viralizan y acumulan, conformando un polvorín.

¿Es acaso ese creciente malestar lo que llevó a Carrió a tensar la cuerda interna? ¿La denuncia contra Garavano inició su desacople de un gobierno que se desmorona? La diputada tiene una larga tradición en esa práctica. Antes de Macri, Carrió abandonó o rompió todos los espacios políticos que conformó. Y con la misma excusa: su pretendida integridad moral.

Puro teatro.

Si de verdad sintiera alergia por las fortunas de origen sospechoso, Carrió jamás se hubiera acercado a un miembro del Clan Macri, a quien ella misma calificó de «mafia». Todo lo que ahora critica –los Nosiglia, Angelici, Caputo y Arribas, entre otros– ya estaban al lado de Macri cuando ella firmó su sociedad con el creador del PRO. ¿Le alcanzará el entrenado acting de fingir demencia para convencer al electorado de que recién ahora se enteró?

Quién sabe: con la sugestión mediática adecuada, el vidrio molido sabe a miel. «