Sigmund Freud denominó lapsus linguae al acto de emitir una expresión diferente, e incluso contraria, a la intención consciente del sujeto que la emite. Es probable que Alejandro Rozitchner haya incurrido en uno cuando le dijo a su tocayo Fantino en televisión: «Nunca creí posible que un gobierno fuera tan claramente en contra de los derechos y las necesidades de los que menos tienen». Por si hace falta aclarar: Rozitchner es asesor rentado del presidente Mauricio Macri, y dijo lo que dijo mientras intentaba elaborar una explicación de por qué, a su criterio, su jefe encabeza el «mejor gobierno» de la historia reciente.

En términos llanos, Freud sostuvo que en el lapsus se expresa una verdad reprimida, un pensamiento sincero que el emisor no se atreve a confesar. Si el padre del psicoanálisis estuvo en lo cierto, Rozitchner fue el primero en verbalizar lo que cada vez más argentinos piensan, pero ningún integrante del staff presidencial se animaría a decir: que el Gobierno de Macri va contra «los que menos tienen», mientras se muestra sumiso y receptivo con las necesidades de los más poderosos.

Dos episodios de esta semana sirven como ejemplo del plan Hood Robin que ejecuta el macrismo. Uno lo protagonizó el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, quien anunció un nuevo aumento de la tarifas de colectivos y líneas interurbanas de ferrocarril. El incremento golpeará fuerte en el bolsillo de los asalariados medios, que ya viene vapuleado por la pérdida del poder adquisitivo provocado por la suba de tarifas, la devaluación y la inflación.

El anuncio adelantó el cuarto incremento del año para el transporte público, cuando el propio gobierno había anunciado que serían tres. Una señal de que el súper ajuste que se puso en marcha recaerá con furia sobre los sectores medios urbanos. La contracara se pudo ver en La Rural, en el segundo episodio que grafica la confesión de Rozitchner.

El sábado, la vicepresidenta Gabriela Michetti reemplazó a Macri -de viaje- en la tradicional inauguración de la muestra campera. Eufórica, la delegada del Ejecutivo desparramó lisonjas («Acá está nuestro gran motor») y repasó las pruebas de amor que el gobierno le entregó al sector: quita de retenciones, incentivos financieros y ganancias extraordinarias vía devaluación. Pero el poder real prefiere la sodomía al amor: «La presión tributaria es asfixiante», atizó Daniel Pelegrina, presidente de la Sociedad Rural. Una demostración pura y dura de lo que los poderosos esperan de un gobierno que consideran propio: más y más beneficios.

Sólo el inconsciente de Rozitchner podría haberlo expresado de un modo más brutal. «