La danza clásica suele estar ausente en las secciones de cultura de los diarios. Como la ópera o la música clásica, forma parte de territorios que han sido aplastados por prejuicios que pretenden convertirlos en espacios elitistas sólo aptos para las clases más poderosas. Federico Fernández, primer bailarín del ballet del Teatro Colón, es consciente de ese tipo de ideas que por ignorancia o mala intención han convertido a su profesión en un espectáculo para pocos.

Lejos de asumirlo como un hecho natural, Fernández trabaja activamente en contra de ese concepto instalado como parte del sentido común desde hace mucho. Por eso no extraña que se haya decidido a impulsar su propio proyecto, el Buenos Aires Ballet (BAB), integrado por las mismas figuras que forman parte del cuerpo de danza del Colón. Con esa compañía suele realizar giras para llevar la danza clásica a lugares donde no llegaría de otra forma. En la ciudad de Buenos Aires el BAB realiza entre siete y ocho funciones anuales, siempre en el Teatro ND Ateneo, Paraguay 918. La próxima se llevará a cabo el sábado 30 de noviembre. Fernández aceptó hablar con Tiempo sobre el mundo de la danza, un territorio vedado a las mayorías, que el bailarín espera ayudar a ampliar.

«La danza no es un campo elitista, más allá de que algunos sectores quieran apropiarse de ella», sostiene Fernández. «Con Julio Bocca, con Maximiliano Guerra y con Iñaki Urlezaga el ballet se hizo muy popular y se ha bailado en un montón de lugares que no eran los típicos. Desde ese lado el público se ha ampliado mucho», afirma el bailarín, reconociendo los logros de la generación precedente. «Pero, por otra parte, también tenemos que luchar con grupos privados que precarizaron nuestro trabajo, haciendo funciones donde a los bailarines se les pagaba muy mal. La pelea es por la reivindicación del trabajo artístico, que es un trabajo como cualquiera, a través del que uno busca mantenerse, comer, sostener una familia. Esas son las luchas con las que convivo de forma cotidiana, para no aceptar la precarización laboral bajo ningún aspecto», continúa.

–¿Cuál es la estrategia para borrar ese prejuicio tan extendido?

–Primero hay que entender que lo que se refleja con la música clásica, los ballets y las óperas es el imaginario del siglo XIX, los temas que eran populares en ese momento. Y quienes exigían que esos espectáculos se vieran eran los reyes, los príncipes, la gente más poderosa de esas sociedades. Creo entonces que casas culturales como el Teatro Colón, el San Martín o el Teatro Argentino de La Plata deberían estar más presentes en lo que la coyuntura actual necesita y pide. Para que eso se pueda reflejar en una estructura teatral y que el Estado sea el principal proveedor de ese derecho de los ciudadanos, brindando un espectáculo clásico de ballet o de ópera, pero con una temática más cercana al presente.

–No estás hablando de adaptar los clásicos, sino de obras nuevas.

–Obras nuevas que se aparten del canon clásico y que pueden ser producidas con las herramientas que el Teatro Colón ya tiene. Trabajar con nuevos autores y regiseurs, nuevos cantantes y músicos. O los mismos, pero sobre una estructura argumental actual. Creo que eso invitaría mucho a conectarse mejor con lo clásico, con la ópera o el ballet y de esa forma sostener nuestra identidad, nuestra tradición de teatro lírico. Que es lo mismo que ocurre con el teatro de prosa: por un lado, se siguen haciendo las obras clásicas de Shakespeare, pero también se hacen obras que cargan con el peso de la cultura actual. Creo que si el Estado brindara esa posibilidad de nuevas creaciones desde el poder de una fábrica como el Colón, sin dudas la gente se sentiría atraída y ayudaría a mejorar la percepción que los ciudadanos tenemos de lo clásico. Pero es necesario que exista un interés político real para hacer que esa percepción elitista pueda ser cambiada.

–¿Pero existen artistas capaces de encarar una tarea creativa con el nivel para ser representada en un teatro con el prestigio del Colón?

–Seguro que sí. Conozco muchos músicos que trabajan en la composición de obras nuevas. Conozco coreógrafos con la capacidad para crear y contarnos una historia más genuina y real, obras que trabajen con tópicos más cercanos a la cultura contemporánea. Por qué no se pueden crear estas cosas desde un ámbito oficial e interpretarlas además de nuestro repertorio clásico que, por supuesto, siempre tiene que estar, porque forma parte de nuestra identidad, es nuestro lugar de pertenencia y nuestra base para hacer todo lo demás.

–Porque la identidad de la danza en esencia es clásica.

–Claro, pero creo que a eso se le podría sumar. Se puede hacer El lago de los cisnes o una Bella durmiente, pero también obras nuevas. Estoy seguro de que se podrían crear cosas increíbles, historias que estuvieran más ligadas a lo real, a nuestro propio tiempo y no tanto a las hadas o la Caperucita Roja de aquellos reyes y príncipes.

–Tu profesión está atravesada por el vínculo con lo físico. ¿Cómo es convivir con esa fecha de caducidad del cuerpo?

–Para mí no es un problema. Sé que hay colegas a los que les cuesta más el tema de bajarse del escenario, pero tiene que ver con las inquietudes que uno tiene aparte de la danza. O con la danza, pero desde otro lugar. Hay que nutrirse para que esa frustración no llegue. Si lo hacés de a poco, a la danza uno la abandona (entre comillas), no te digo que gratamente, pero sí con la felicidad de que te vas a vincular con ella desde otro lado. En mi caso, el peso de lo físico aparece cuando me lesiono. Ahora me estoy recuperando de una lesión en el tobillo que me está llevando más tiempo del deseado. Es posible que si fuera más joven me hubiera recuperado más rápido.

–¿En el mundo de la danza existen espacios de búsqueda de nuevos talentos, semilleros que vayan más allá de los chicos y chicas que llegan a la danza por un deseo propio?

–Son esporádicos, pero existen. Hay una bailarina del Colón, Maricel De Mitri, que fue una de las primeras figuras del teatro. Ella trabaja en el centro cultural de una villa dando clases de danza y haciendo muestras. Tengo entendido que tiene más niños que niñas tomando sus clases. Nenes que estudian danzas desde un lugar completamente desprejuiciado. Son iniciativas que quizás no nacen de los lugares que deberían, sino desde un lugar más personal, de individuos con una inclinación social, con un interés y una conexión con ese tipo de iniciativas, que existen, pero siempre vinculadas a las necesidades personales de artistas que generan esos espacios. Faltaría un empujón del Estado. Sería fantástico.

–¿Creés que las nuevas formas de percibirse, más libres de las ataduras del género, pueden ser positivas para que los niños lleguen a la danza sin prejuicios?

–Puede ser. Si han salido tantos grandes bailarines en una época donde el que bailaba estaba señalado, donde los niños recibían burlas, imaginate ahora, donde todo es mucho más abierto. Creo que puede haber montones de niños que van a tener más ganas y se van a animar a ser bailarines. Seguramente. «

Claroscuros del Colón

–Hace diez años el Teatro Colón atravesó una crisis importante. ¿Cómo está funcionando en este momento?

–Digamos que publicitariamente y desde el marketing el Colón funciona muy bien. La sala está siempre llena. El problema es de los trabajadores: hay cuestiones internas, algunos derechos laborales un poco vapuleados, ya sea dentro de las orquestas, entre los técnicos e inclusive en el ballet. Son luchas internas que tuvimos siempre y que seguiremos teniendo para conseguir un poco más de dignidad laboral en lo artístico.

–¿Y la calidad de la programación?

Hoy hay una buena programación. Lo digo teniendo en cuenta que hubo otros momentos en los cuales era pésima.

–¿En qué se nota la mejoría?

–Principalmente en que hoy hacemos el doble de funciones respecto de las que hacíamos hace cuatro o cinco años. Porque si bien la gestión política en la Ciudad sigue siendo la misma, los directores del teatro fueron cambiando y los responsables del ballet también. Creo que en algunos casos hay muy buenas intenciones y en otros creo que falta un poco de conocimiento artístico y cultural. Y de compromiso real con lo que significa una sala estatal y lo que esta le debe brindar a la ciudadanía. La diferencia la hacen quienes están actualmente a cargo de la dirección de cada área.

PRESENTACIÓN

La compañía de danza Buenos Aires Ballet se presentará el sábado 30 de noviembre a las 21 en el Teatro ND Ateneo, Paraguay 918.