En medio de un racismo institucional explícito que incluye desde las formas más groseras hasta las más sutiles, los pueblos indígenas de la Amazonia ya empezaron a ser atacados por el coronavirus. De un caso detectado el 9 de abril, la pandemia ya había llegado esta semana al menos a diez etnias, algunas de ellas de las consideradas “aisladas”, unas 100 en total que por propia voluntad viven internadas desde siempre en la foresta, para evitar contacto con el mundo de las ciudades. Son las más vulnerables y a las que el gobierno de Bolsonaro les niega la existencia, las ignora en sus partes diarios sobre el avance del virus.

Las entidades que acompañan a las poblaciones indígenas ponen énfasis en la negación, no sólo sobre lo que ocurre con los pueblos que habitan la Amazonia, sino con los indígenas que habitan los centros poblados. Ponen como ejemplo el caso de Manaos, capital del estado de Amazonas, donde viven unos 40 mil aborígenes. “Es latente el racismo institucional de los órganos que deberían acompañar la situación de cualquier indígena, en el bosque o en las ciudades”, señaló la Articulación de los Pueblos Indígenas. “El hecho de que se nos excluya de los informes sobre la pandemia y se nos sume al conjunto de la población, perjudica nuestra búsqueda de apoyo externo, porque a todos los efectos esos son los datos que el mundo tiene en cuenta”, explica la entidad.

La organización Olhos Nos Ruralistas, un observatorio sobre agronegocios con perspectiva social y ambiental, y la Fundación Oswaldo Cruz, dedicada a la investigación en ciencias biológicas, coinciden en que el cuadro de situación actual es apenas una muestra de lo que puede ocurrir en las próximas semanas, cuando el contagio llegue de lleno a las áreas amazónicas. Los datos de la Secretaría Especial de Salud Indígena “no son reales, ocultan que el Covid-19 ya entró en diez etnias, y esa negación se hace con el objetivo de blindar al gobierno”, denuncian. En el país viven 305 tribus, unas 900 mil personas que hacen el 0,4% de la población total. El 64% vive en áreas rurales y selváticas. 

Durante una mesa redonda virtual convocada este miércoles por la Escuela Paulista de Medicina, médicos, científicos, indígenas e investigadores sociales trazaron un cuadro dramático del servicio de salud a los indígenas. No se puede hablar de hospitales o clínicas. Son atendidos en unas postas precarias sin agua, ni jabón ni camas de terapia intensiva. Los que residen en áreas rurales, pero cerca de algún centro urbano, no pueden atenderse en el servicio público porque se les niega la documentación de identidad que luego les reclaman para la atención o el cobro de cualquier ayuda. Un líder indígena de Mato Grosso do Sul hizo una síntesis reveladora: “Estamos desamparados desde 2018, cuando Bolsonaro echó a los cientos de médicos cubanos que atendían en zonas remotas”.

Además de las carencias y la mortandad que llegarán junto con el coronavirus, los pueblos amazónicos enfrentarán otras amenazas derivadas, como la pérdida de su entorno natural, que sumado a la reducción de la población facilitará el ingreso de los agentes devastadores que el gobierno de Bolsonaro protege en su afán de exterminar a los indígenas. El caos social que se producirá con la pandemia será explotado por el sector agrícola y sus plantaciones de soja, por las grandes multinacionales de la minería y por las legiones de “garimpeiros” (aventureros, buscadores de oro) que ya están presentes en áreas peligrosamente cercanas.

Los participantes del encuentro recordaron que en los años setenta, hace medio siglo nada más, cuando por primera vez se intentó establecer contacto con los indígenas, el resultado fue devastador, porque las tribus no habían generado anticuerpos que les permitieran enfrentar las múltiples “enfermedades occidentales”, en especial las respiratorias. Padecieron una situación similar a la sufrida por los pueblos americanos cuando hace cinco siglos se vieron sometidos a la agresiva campaña colonizadora del reino de España. Durante el encuentro virtual el antropólogo e historiador Marcio Meira recordó que tras aquella amarga experiencia algunos pueblos adoptaron el aislamiento como estrategia de supervivencia, “huyen hacia el bosque cuando se aproxima algún no indio”.