Algo falló esta semana. Los preceptos que rezan los manuales guardados en las oficinas de la calle Reconquista al 200 no mostraron efectividad. El ortodoxo recurso de elevar la tasa de interés para frenar el tipo de cambio no funcionó y el dólar subió otro 4 por ciento.

Fiel a su lógica de secar la plaza y mantener la base monetaria sin cambios para quitarle combustible a la demanda de dólares, el viernes el Central llevó la tasa de referencia al 66,65%, con una reducción neta del circulante de $ 5164 millones (colocó más títulos de los que renovó). Pero los esfuerzos no lograron impedir que el dólar cerrara a $ 42,86 en su versión minorista.

Hasta ahora el Central había tenido éxito cada vez que apeló al recurso de subir la tasa para controlar la divisa. Hace dos semanas, por ejemplo, un apretón de seis puntos cortó una minicorrida que había llevado el billete a su récord nominal de $ 43,41. Pero esta vez esa bala de plata falló.

A los valores del viernes, las tasas retrocedieron a valores del 9 de noviembre. Para esa época, el Central intentaba de a poco aflojar el asfixiante nivel del 73% con que había debutado Guido Sandleris cuando fue nombrado al frente del organismo y resolvió implementar el sistema de agregados monetarios. La cifra, que en ese momento se presentó como excepcional para enfrentar una situación de emergencia, se redujo de a poco hasta un piso del 43% a mediados de febrero. Desde ese momento, cuando terminó la pax cambiaria, la tasa ya subió 23 puntos. Nadie se anima a predecir si volverá a caer.

Único recurso

El problema es el esquema monetario que el mismo Banco Central diseñó y que minimiza su poder de intervención. Mientras la divisa no supere el techo de la franja cambiaria (hoy en $ 50,68 y actualizable cada día a un ritmo de un 2% mensual), la única herramienta para influir en el tipo de cambio es la absorción de liquidez con las Leliq a siete días que vende a los bancos. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional prohíbe cualquier otra intervención directa para evitar que se dispare el dólar (salvo en el poco efectivo mercado de futuros y con fuertes limitaciones).

El sistema elegido coloca a las entidades financieras como virtuales dueñas de la situación: son ellas quienes deciden, en las subastas diarias, la tasa a la que comprar las letras. Al Central sólo les queda convalidarlas, ya que si no lo hace corre riesgo de no cumplir la meta de mantener el circulante sin variantes.

La situación angustia al gobierno, jugado de lleno a mantener al dólar bajo control para asegurarse que no haya otra corrida y minimizar el traslado a los precios de cualquier movimiento cambiario, por mínimo que sea.

Los bancos y el campo

Los tipos de interés cada vez más altos se trasladan a los clientes bancarios que necesitan financiarse. Las tarjetas de crédito de los bancos de primera línea, por caso, cobran más del 100% anual por los saldos impagos. Pero las mejoras llegan a cuentagotas a los depositantes a plazo fijo, que son la principal fuente de recursos de las entidades. Según datos oficiales, el promedio de los rendimientos ofrecidos es del 40% anual.

Fuentes del mercado revelaron que durante la semana hubo reuniones entre la gerencia del Banco Central y directivos de los principales bancos privados. El pedido fue, justamente, que las entidades acepten reducir su margen de ganancia y ofrezcan mejores tasas para que sus clientes no se sientan tentados de llevarse el dinero y comprar dólares. Para eso les ofrecieron crear una nueva Leliq a plazos más largos (las actuales son a siete días) para que calcen con los depósitos a un mes. De esa manera, los bancos quedarían protegidos de una eventual baja en los rendimientos que cobran del Central.

En paralelo, el gobierno anunció para el lunes y martes la colocación de más Letes, Lecer y Lecap, cuyos vencimientos oscilarán entre junio y octubre. El objetivo de estos títulos es dar opciones para aligerar la demanda de divisas. Mientras, las autoridades les prenden velas a la cosecha y a la liquidación del sector agroexportador, que debería comenzar entre abril y mayo. Como tantas otras veces, la salida de la encerrona económica y financiera está en manos del campo.  «

Melconian y sus críticas al plan Picapiedra: “Es incontinuable después de diciembre”

Con su habitual estilo pintoresco, Carlos Melconian, uno de los economistas más destacados de Cambiemos, volvió a alertar sobre los riesgos de la situación actual y graficó las limitaciones del plan económico en vigencia al llamarlo Picapiedra y sugerir que «no le pidan margaritas».

En un reportaje concedido ayer a Radio Mitre, el expresidente del Banco Nación avisó que «está todo muy confuso, hay un cúmulo de cosas que no van más» y avisó que «el despelote no es ahora, el despelote es el que va a encontrar el que gane el 10 de diciembre».

Sobre el programa oficial en vigencia y el virtual parate que produjo en la actividad económica, explicó: «El camino que se sigue buscando es llegar a un veintipico de inflación. Y no es descartable, no se ha perdido esa posibilidad. El éxito de esta coyuntura es quebrar la posibilidad de una espiralización, de una crisis financiera, que el 2019 transite sin desastre financiero. Pero (el plan) es incontinuable después de diciembre. No es una verdugueada lo que dije al llamarlo Plan Picapiedra. Es un plan básico, de ahí lo de Picapiedra, pero este programa vino a parar eso, ahora no le pidan margaritas».

También reclamó un acuerdo entre las fuerzas políticas con vistas al futuro. «Destacando primero que nada mi desacuerdo absolutísimo con el anterior gobierno (en referencia al kirchnerismo), sea quien fuere el próximo presidente, yo espero que haya un programa con buen contenido y también que haya acuerdos políticos para gobernar con ese programa», pidió Melconian. «