Marcelo Gallardo y Guillermo Barros Schelotto se enfrentaron 14 veces en un River-Boca. Siete veces fue dentro del campo de juego, otras siete ya en el rol de entrenadores. La paridad se terminará de romper en esta final de Copa Libertadores, más allá de que aún pueda durar en los números: el técnico que se consagre como campeón de América se impondrá en el duelo personal que marcó una buena parte de los ’90 y también los últimos tres años. Como jugador, mandó Guillermo: tres triunfos de Boca, dos de River y tres empates, con la particularidad de que Gallardo se fue expulsado en el cruce por la Libertadores 2004 y erró un penal en un 0 a 0 de 1998. Como entrenadores, hay una ventaja para el Muñeco: tres victorias de River, dos de Boca y dos empates, pero Gallardo se impuso en el hasta ahora más determinante, que fue la final de la Supercopa en marzo de este año.

Más allá de los antecedentes, a una semana de la final, parece difícil visualizar cómo será el partido. Porque además del VAR, de los hinchas visitantes, del fallo demorado de la Conmebol y de la rosca política habrá más de 180 minutos de fútbol. Ni siquiera las referencias más cercanas, los dos Superclásicos que se jugaron este año, que terminaron con el mismo resultado y tuvieron un desarrollo similar: River se impuso 2 a 0 porque pareció tener un nivel de intensidad más alto y una mentalidad ganadora determinante, quizá el punto fuerte de este equipo de Gallardo. La última derrota en La Bombonera pareció aleccionadora para el Mellizo en ese sentido. Su equipo se refundó después de ese traspié, con dos bombazos de Pity Martínez e Ignacio Scocco.

Aquel clásico fue en septiembre, hace apenas unas cinco semanas. Parecía que el ciclo de Guillermo había quedado con fecha de vencimiento, a la espera de un último golpe. «Ni River superó a Boca ni Boca a River. Ninguno pudo imponer su juego», fue la explicación a la derrota. El visitante, sin embargo, había ganado con claridad. «Vinimos a ganar. A disfrutar. No sufrimos, salvo algunos minutos. El equipo respondió con personalidad, plantándose en una cancha siempre difícil. Mostramos templanza», fue el análisis de Gallardo. Son dos frases que sirven como definición, como semblanzas de cada DT. Aunque sus equipos cambiaron en las semanas siguientes.

La remontada ante Racing, pero sobre todo el partido contra Cruzeiro en Brasil y la serie frente a Palmeiras moldearon a otro cuadro, que incluso parece haber tomado algunos fundamentos del de Gallardo. Así como el Muñeco aprovechó en varias ocasiones a Scocco y al colombiano Juan Fernando Quintero en los minutos finales para definir algunos partidos cuando el cansancio aparece y abre los espacios, Guillermo hace lo mismo con Darío Benedetto y Mauro Zárate. En los últimos juegos Barros Schelotto apostó por el tridente de ataque Villa, Ábila y Pavón, pero el ingreso de Benedetto fue decisivo. En el medio el entrenador xeneize también empezó a jugársela por un mediocampo más combativo, sin Cardona ni Tevez en esa zona y con tres futbolistas metedores como son Barrios, Nández y Pablo Pérez. Parece un espejo del medio de River, con Ponzio, Palacios y Nacho Fernández, aunque el capitán millonario no podrá estar en La Bombonera por una molestia muscular. Tal vez en esa zona esté el termómetro del partido. En el arco, con la firmeza de Armani de un lado y las dudas de Rossi del otro, parece estar la mayor diferencia entre ambos equipos, aunque los delanteros de Boca –Benedetto, Ábila y Villa- llegan más afilados que los de River. No hay favoritos. Ni desde los antecedentes ni desde los nombres. Pero sí habrá un ganador. «