El viernes 26, las Madres de Plaza de Mayo arrancarán una nueva Marcha de la Resistencia que concluirá, tras la vigilia, en la tarde del sábado 27.

En menos de un mes, será la tercera acción política de carácter masivo que tendrá, a sus 87 años, a Hebe de Bonafini en el centro de la escena. Ningún otro dirigente opositor ha ocupado ese lugar. Ninguno.

El jueves 4 de agosto, miles de personas se acercaron a la Casa de las Madres, primero, y luego a la Plaza de Mayo cuando se conoció la orden del juez federal Marcelo Martínez de Giorgi de arrestarla por no haber ido a una indagatoria por la causa Sueños Compartidos. Un despropósito judicial que instaló a la figura de la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo en las portadas de los principales diarios del mundo. En tanto, el presidente de los argentinos, por esas horas, la calificó de “desquiciada”.

Una semana más tarde, el jueves 11, las Madres cumplieron 2000 rondas en la torno a la Pirámide. No estuvieron solas. Una multitud desbordó la Plaza. Durante largos minutos sólo se cantó: “Con Hebe no se jode”. Bonafini, una vez más, era noticia.

Ahora recibe a Tiempo en la sede de Madres. En sus manos luce las muestras del afecto. Son pequeños moretones violáceos, un detalle, recuerdos en su cuerpo de la efusividad militante que se repite por decenas en cada caminata suya. Le toman sus manos con fuerza. Una y otra vez. Ella sonríe al exhibir las marcas. “Es siempre así”, dice. Hebe sonríe. Se la nota distendida, entusiasmada con lo que sucederá el próximo viernes.

¿Por qué entrevistar a Hebe una, dos, tres, mil, 30 mil veces? ¿Hace falta responder esta pregunta?

Una vez más, como tantas otras, Bonafini ya no es ella. O no es sólo ella. Excede incluso la dimensión de su propia historia. Es el emergente político, social, incorrecto, impredecible de una situación crítica. Su voz, un punto de inflexión. Un sopapo de realidad. Como lo fue hace 40 años en la noche de terror o tan sólo 15 años atrás cuando puso el cuerpo junto a otras Madres ante la represión delarruista que regó de muerte en aquel 20 de diciembre de 2001 su Plaza. Y entonces, los moretones violáceos no fueron de amor.

La noche del jueves 4 de agosto grabó otra frase suya en la historia. “Macri, pará la mano”, lanzó. Pasaron varios días desde que la máxima autoridad del Estado argentino la trató de desquiciada. Aún no le pidió perdón.

–Hebe, ¿por qué una nueva Marcha de la Resistencia?

–A Macri lo recibimos con una Marcha de la Resistencia el 10 de diciembre porque el enemigo volvió a la Casa de Gobierno. Las habíamos dejado de hacer con Néstor y Cristina. Ahora tuvimos que retomarlas porque las cosas están muy serias, muy graves. Vemos que se hace mucho hincapié en el tema del tarifazo, pero resulta que la falta de trabajo quedó en segundo plano.

–Muchos jóvenes que se acercan a las Madres eran muy chicos cuando ustedes dejaron estas marchas, en enero de 2006.

–No las conocen, claro. En las marchas ponemos toda una épica, a la Plaza se la viste, tiene que estar linda. Aunque ahora está más, vamos a decir… capitalista la Plaza… (se ríe).

–¿Cómo es eso?

–Claro… tenemos una carpa para las Madres, estufa para la noche por si hace frío, catering… Imaginate lo que fue la primera marcha en 1981: 70 Madres rodeadas de 300 policías, sin luz. Un periodista francés me dijo ese día: “Si ustedes se bancan toda la noche acá y la policía no las lleva, van a triunfar, en algún momento van a triunfar”. La verdad es que no soñábamos con eso. Ahora está todo organizado para que salga bien. Además, creo que tendría que estar en muchas plazas esa marcha con el mismo reclamo. La consigna “Por el derecho a trabajar, resistir sin descansar” tiene que pesarle a cada uno, sentirla en el corazón. Sentir que la falta de trabajo es un crimen y alguien tiene que pagarlo.

–¿Cómo se tomó en la intimidad de las Madres la decisión de volver a marchar?

–Todo el mundo llama y nos dice “perdí el trabajo” o “me están por dejar sin trabajo”. Cuando ves la suma de miles y miles de personas sin trabajo te preguntás: ¿adónde vamos a parar? Si cierran las empresas es muy peligroso. Estamos importando porquerías y la gente que produce acá no vende. Es muy serio lo que pasa. Me da miedo la violencia. Y eso es violencia.

–Que impacta, sobre todo, en los que menos tienen.

–Exacto. Sobre los que no tienen posibilidades de salir, no tienen un medio donde protestar, los que salen con los nenes, con las familias a pedir merenderos… No es lo que quiero para el pueblo. Mi viejo me enseñaba: “Mirá, hija, lo que tenés puesto te lo has ganado con tu trabajo y con el trabajo de tu padre”. Mi papá me enseñó que tenía que estar orgullosa de lo que teníamos porque lo compramos con el esfuerzo del trabajo. Me hacía sentir la dignidad del trabajo porque él la sentía. También a ustedes les pasa con lo que ocurrió con Tiempo. Están defendiendo una cosa importantísima porque es digno trabajar. Es la dignidad que quiero para la gente. Para eso mis hijos dieron la vida, para eso las Madres hace 40 años peleamos.

–Valores de tu viejo que trasmitiste a tus hijos.

–Y ellos a mí porque me convencieron de un motón de cosas que no creía que eran así. La solidaridad: el otro soy yo. Ahora ves pibes que se casaron hace ocho o nueve meses, parejitas jóvenes, llenas de ilusiones, a los que echaron del trabajo y no quieren volver a la casa de los padres. Pero, ¿qué van a hacer si se quedaron sin trabajo los dos? Parece que es una pavada, pero no: están destruyendo vidas, parejas, amores. Se ve. Ya no están bien, están enojados, tristes. Salís y no tenés trabajo; volvés a casa y no tenés para comprar…

–Eso se traduce en angustia…

–Y eso es violencia.

–Esta semana reprimieron a jubilados en el Puente Pueyrredón.

–Una vergüenza. Con los hidrantes, mojarlos para que se enfermen los viejos… Pero dejame decirte algo: donde Macri va, es mufa… Me encanta. La gente ahora inventó lo de los globos negros. Y eso no es violencia. Es creatividad. A él que le gustan los globos de colores le tiraron globos.

–Eso recuerda cuando a ustedes, hace muchos años, no las dejaron manifestar y ataron carteles a unos globos que se elevaron y la policía no pudo ocultarlos.

–¡Sí! Eso fue en la Catedral de La Plata en el ’82. Los milicos no nos querían dejar acercar, nos fueron tapando todo el cartel de las Madres. Me acuerdo de que el tipo no nos quería vender los globos porque estaba como loco, tenía un miedo bárbaro, le pusimos un montón de plata… Atamos el cartel y cuando pasaron los milicos estaba ahí, por arriba de sus cabezas, y se leía “Aparición con vida”.

–¿Cómo está hoy tu situación en la Justicia?

–Soy querellante, así que es medio ridículo. Esta causa tiene muchos años. Nadie abrió las 60 cajas y los 40 back up que mandamos las Madres como pruebas, ni (Norberto) Oyarbide ni este juez. Pero cuando pasó lo de (José) López le tiraron de las pelotas al juez y dijo: “¿A quién vamos a llamar?”. Y llamaron a las pobres mujeres, a las más viejas. ¿Por qué no llamó a los 40 o 60 que tiene en la lista? Ya fuimos. Ya hablamos. Ya se comprobó todo. Y somos querellantes. Te ven como indefensa y van por ahí.

–Si es así, salió mal…

–Y sí. Porque además no le tengo miedo a ir presa porque pasé muchas cosas horribles. En la época de la dictadura nos ponían presas con un muerto en una celda. Y una sabía que ese que estaba ahí tirado, con olor, muerto hacía no sé cuántos días, podía ser un hijo nuestro. Y no lo querías mirar. Y querías irte. Y no podías porque estabas encerrada. ¿A qué le voy a tener miedo ahora?

–Una de las críticas que se te hizo durante los últimos años es que el kirchnerismo te había domesticado.

–Sí, pero hay mucha envidia en eso. Lo que no entienden es que Néstor y Cristina nos hicieron felices. Parecería mentira que con todo lo que nos pasó pudiéramos ser felices.

–¿Es la razón para que por primera vez las Madres pongan en su convocatoria a la Marcha “Cristina conducción”?

–Sí. Es la primera vez y tiene que ver con eso.

–¿Volviste a hablar con Francisco?

–No, pero sé que es posible que venga, así que estamos preparando la venida. Lo invitó Macri pero las Madres también. Le dejé una cartita de invitación. Sé que está muy preocupado Francisco, me lo dijo una persona que estuvo con él hace poco. Y es lo que le conté en las dos horas y siete minutos que estuve con él. Fui realmente por eso. Sé que sabe muchas cosas pero quería decírselas yo, porque a veces se explica la violencia macro y no de lo más chico. Empiezan a calentar por abajo y es bravo cuando la gente de abajo se levanta. Y ellos, los poderosos, tienen balas. No tienen otra respuesta.

–¿Por eso hablaste del miedo a la violencia el jueves 4?

–Sí. Los muertos siempre los ponemos nosotros. Ese día me dio mucho miedo por los pibes. Había mucha gente de civil armada y eso es terrible. Y después el juez me explicó que no mandó a hacer esa represión. Y le dije: “Entonces tiene que denunciarlo si no los mandó, tiene que investigar quién los mandó”, porque si había un muerto lo iba a pagar él. Él dijo que mandó sólo a cinco policías mujeres. Bien machista.

–¿Es verdad que le regalaste una caña con ruda macho al juez cuando vino acá?

–Sí. Viste que se toma en agosto porque julio te prepara y agosto te lleva. Y le dije: “Si usted no quiere que le pase, tiene que tomar esto, porque tiene siempre cara de muy amargado”. Me contestó: “Yo ya tomé”. Pero no le hizo efecto, le dije. Se la di para que se la llevara. Antes de irse, me dijo que estamos en el mismo barco. Le dije: “No. Usted está en un barco de lujo y nosotras en un bote en el medio del mar sin remo en una tormenta”. Vino haciéndose el bueno.

–Con respecto a la causa Sueños Compartidos, ¿de qué estas arrepentida?

–¿Sabés qué pasa? Que no me puedo arrepentir de haber tenido buenos sentimientos. Saqué a dos hermanos de la cárcel que habían pagado lo de sus padres con 18 años de cárcel, y otros dos que saqué del Borda. Entre los cuatro armaron una banda de 18 personas para afanarnos. No me puedo arrepentir de eso porque si no nunca más les daría bola a los presos, a nadie. Sigo creyendo. Y me seguirán afanando, qué va a hacer. No es lo peor que te pasa en la vida. Creo que están peor ellos que nosotros. Sigo creyendo en el ser humano, en dar una mano.