El abismo de contradicciones en la proyección de la intención de voto para las elecciones del próximo domingo contrasta con un indicador común a la mayoría de las encuestas: la tendencia de una «ruptura» generacional en el electorado argentino. 

Esa división comenzó a visualizarse con fuerza en los comicios presidenciales de 2015 y se perfila como clave en la configuración de las legislativas del próximo domingo con una marcada división de las preferencias electorales entre la franja de ciudadanos más joven (de 16 a 24 años) y la de los adultos mayores (a partir de los 60 años). El oficialismo acumula el núcleo duro de su apoyo –aquel que los analistas denominan «voto ideológico»– entre los mayores, mientras que Unidad Ciudadana suma fidelidad entre los más jóvenes.

Ambos sectores serán especial blanco de atención de los candidatos en la última semana de campaña. Según datos del padrón actualizado, los electores de entre 16 y 24 años representan el 16% de los ciudadanos habilitados para votar, mientras que los de 60 en adelante conforman el 22 por ciento. En territorio bonaerense, los adultos mayores constituyen el 23% del padrón, en tanto que los sufragantes más novatos alcanzan el 15.

La división por géneros arroja también datos significativos: sobre el total de mujeres empadronadas, las adultas mayores son el 25% y las jóvenes el 15. En el primer distrito electoral del país cada uno de esos grupos representa el 26 y el 15%, respectivamente.

Los hombres mayores constituyen el 20% del padrón de varones, mientras que los más jóvenes suman el 16. En la Provincia, representan el 20 y 16%, respectivamente.

«La división etaria en las preferencias electorales es un fenómeno que trasciende la experiencia argentina y que ya observamos en la última elección nacional», explicó el sociólogo Carlos De Angelis.

Para De Angelis, esa tendencia volverá a repetirse. «La identificación de los mayores con el discurso del macrismo es fuerte. Son electores que vivieron sucesivas crisis, tienen en la memoria reciente el veto al 82% móvil del kirchnerismo, y fueron interpelados por la narrativa de la reparación histórica», le explicó a Tiempo.

En el caso de los jóvenes, la fidelización del voto se vincula, entre otros factores, con el acercamiento a la militancia que inició y fortaleció el kirchnerismo. «Desde 2010 se visualiza una clara identificación con el costado épico del discurso de Cristina Fernández», puntualizó.

El voto ¿castigo? que prefiguran los jóvenes también tiene como correlato las dificultades y obstáculos para terminar estudios y conseguir un primer empleo.

La tasa de desempleo juvenil (18 a 24 años) aumentó sensiblemente durante 2016, según un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) para Tiempo. Ese indicador trepó del 17,75 en 2015 al 23,44 en el último año.

Asimismo, entre los jóvenes que estudian, creció la proporción de quienes comenzaron a buscar un trabajo. Ese grupo saltó del 6,38% en el segundo trimestre de 2015 al 10,5 en el mismo período de 2016.

El mismo estudio señala que la brecha entre el salario medio general y el juvenil se ensanchó en cinco puntos porcentuales entre 2015 y 2016. Y puntualiza que el porcentaje de jóvenes que trabaja en la informalidad pasó del 61,87% en 2015 al 64,74 en 2016.

Aunque el macrismo logra sostener el apoyo entre los mayores, los indicadores también señalan retrocesos para ese sector. El último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (2017) señaló que el 11,2 del grupo etario de 60 en adelante sufre inseguridad alimentaria (acceso a la alimentación de manera estable),  y advirtió que la vulnerabilidad más alta de esa problemática se registra en el Conurbano. Además, reveló que el 37,8% considera que sus ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades del mes. Esa situación es especialmente marcada (76,3%) entre los mayores de 60 a 74 años.

«Cuando un elector deja de lado indicadores negativos de la vida cotidiana, el voto por interés personal pasa a ser ideológico. Y ese es un gran logro del macrismo.” concluyó De Angelis.  «