«La música que se hace hoy y que se conoce como música contemporánea, tiene cosas maravillosas que se conectan con elementos de la percepción y del descubrimiento que son fantásticas. Pero me da la sensación de que a aquellos que disfrutan del cine, las artes plásticas, la literatura o el arte de vanguardia en general, esta música no les habla o no saben que ella les habla. Por este motivo es que decidimos en esta oportunidad establecer puentes para atraer a ese público que no sabe que hay una música que lo está esperando».

De esta manera Diego Fischerman, director artístico del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea (CCMC) desde 2017, define las características de su vigésimo segunda que tendrá su epicentro en el Teatro San Martín pero que tendrá también otras tres sedes más cinco salas, y se desarrollará entre el 20 de noviembre y 14 de diciembre próximos.

Durante el ciclo se ofrecerán once conciertos con artistas de Estados Unidos, Francia y Argentina enrolados en las más nuevas tendencias musicales del mundo, entre los que se encuentran la gran contrabajista francesa Joëlle Léandre, musa de John Cage y Giacinto Scelsi, Esteban Insinger, quien estrenará una nueva versión de sus ya conocidos Diarios, reescritos ahora para trío de cámara, electrónica y multimedia, el Ensamble Nacional del Sur, que interpretará la ambiciosa Huellas digitales sobre arenas movedizas – Paso cinco, de Oscar Edelstein, o el cuarteto CALATO (dos guitarras eléctricas, voz muy amplificada, batería y samplers) que ofrecerá, entre otras obras, un estreno mundial del norteamericano Chris Pitsiokos.

Fischerman, escritor, periodista y docente, autor de Después de la música. El Siglo XX y más allá entre otros libros, premio Konex de Platino 2017 y Caballero de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura de Francia, en diálogo con Tiempo Argentino analiza las características de la presente edición.

– Da la sensación de que la programación de este año está basada en una diversidad estética y tímbrica, tanto en la elección de las obras como en la de los intérpretes.

– Apelamos a lo tímbrico y a formaciones que no son las habituales en lo que se da en llamar música contemporánea. Grupos que tienen una identificación cultural importante como el trío de rock, por ejemplo, son formaciones instrumentales perfectamente hábiles, interesantes y desafiantes como para abordar composiciones que no tengan que ver específicamente con el rock o incluso el jazz. Nos pareció interesante formar un trío integrado por músicos con experiencia en el género (Pedro Chalkho en guitarra eléctrica, Juan Pablo Navarro en bajo eléctrico y contrabajo y Facundo Negri en batería),  pero que también poseen la habilidad necesaria como para interpretar partituras que encargamos para dicha formación. Hay otro trío conformado por Patricia Da Dalt (flauta), Lucrecia Jancsa (arpa), instrumentos que se identifican con la música académica, al que se le suma Pablo Mainetti (bandoneón), instrumento que proviene de un género enrolado en lo popular como el tango. En el caso del dúo de pianos como el que ofrecerán Silvia Dabul y Lucas Urdampilleta, hay muchos ejemplos de todo lo que se puede hacer, como ocurre con el que formaban Chick Corea y Herbie Hancock. Este tipo de formación ofrece muchas posibilidades partiendo de la idea de que el piano es el único instrumento en el que se encuentra toda la paleta tímbrica de una orquesta. Además pese a ser un instrumento de cuerda, estas se percuten con un martillo accionado por la tecla. Esto lo transforma en una perfecta máquina percusiva, a tal punto que a principios del siglo XX, compositores como Béla Bartók o Ígor Stravinski exploraron esta característica en muchas de sus composiciones.

– ¿Cómo fue el criterio de la convocatoria para los compositores, muchos de los cuales son jóvenes?

– Apostamos a convocar a compositores que tuvieran estéticas distintas y que además posean los méritos suficientes para estar programados en el ciclo. Evitamos que hubiera una uniformidad estética. Al ser un ciclo oficial no se puede responder al gusto de una sola persona. Jorge Telerman, director del Complejo Teatral Buenos Aires, decidió que era necesario darle continuidad a este ciclo con la premisa de divulgar, extender, hacer posible una circulación y abrir puertas a la máxima diversidad estética posible dentro del campo en el que nos manejamos. Por ejemplo, además de la música estrictamente contemporánea creamos  un espacio para la música improvisada y de otras tradiciones que no son específicamente el núcleo de nuestra propuesta, pero abrimos una puerta hacia esos nuevos territorios.

Esa diversidad que mencionás seguramente le permitirá acceder al público a diferentes experiencias sonoras.

– Es así, aunque no puedo saber si todo lo que se va a presentar les va a gustar a todos. Siempre hablamos de programar dentro de la máxima diversidad posible. Entre las múltiples propuestas que se presentarán tenemos la suerte de formar parte de un gran convenio con la Orquesta Sinfónica Nacional. Este convenio nos permitió el año pasado encargarle una obra a Marcos Franciosi, quien compuso un concierto  para órgano, percusión y orquesta pensado para la sala del Centro Cultural Kirchner en la que suele tocar la orquesta y en la que está ese magnífico órgano. En esta oportunidad la orquesta será nuevamente protagonista y ya estamos programando actividades para el año próximo, encargándoles nuevas obras a compositores argentinos.

Se sabe que hay un público fiel para la música contemporánea. ¿Este tipo de ciclos sirve para acercar nuevo público al género?

– Somos conscientes de que aquellos que nunca se acercaron a la música contemporánea difícilmente se conviertan al escuchar las mieles de la creación musical actual. Pero sí consideramos que hay un divorcio desde hace mucho tiempo entre la música de tradición académica y el “público culto” o interesado en la “cultura culta” que en los últimos veinte o treinta años ha mirado hacia otro lado. Pero esto también es culpa de los músicos, de los medios de comunicación, de las salas de concierto y de las fundaciones. Este ciclo tiene una historia de veintiún años y ha hecho todo lo posible para divulgar nuevas músicas. Creo que aquel que lee a Paul Auster, se interesa por el nuevo cine finlandés, francés o iraní, naturalmente tiene zonas de afinidades con esta música. Y nuestra función es tender esos puentes que acerquen a aquellos que tengan estas afinidades. Nuestra cultura contemporánea y urbana nos hace creer que tenemos todo a disposición. Pero esto no es cierto. Está disponible pero como una autopista: vamos rápido y seguros en ella pero no nos podemos pasar a la autopista de al lado. Creo que la función de los estados es tender puentes en la cultura porque el mercado no lo hace. Y como programador de este ciclo me interesa generar esos puentes.

– Las características tanto de las obras como de los intérpretes es muy diversa.

– La diversidad que pretendemos hace que convivan, por ejemplo, los homenajes a Witold Lutoslawski y Giacinto Scelsi, de quienes la Orquesta Sinfónica interpretará dos obras que tienen grandes resonancias con el presente, con los estrenos de nuevas composiciones y la participación de «formaciones anfibias» que servirán para atraer a públicos distintos. Tal es el caso de Bearthoven (Karl Larson: piano, Pat Swoboda: bajo eléctrico, Matt Evans: batería y percusión) un trío estadounidense que tiene una formación que, en cierto modo hace acordar a The Nice o Emerson, Lake &Palmer, e interpretará un repertorio de obras que dialogan con la tradición escrita.Van a tocar obras de compositoras jóvenes de la escena neoyorkina.

– ¿Cómo ves el panorama de la música contemporánea respecto a su situación en nuestro país?

– Creo que en nuestro país siempre se toma en cuenta la tradición musical europea y no la estadounidense, por ejemplo. La música de Steve Reich llegó a la Argentina hace relativamente muy poco tiempo. Y esto se debe a que nuestra idea de modernidad siempre estuvo asociada a la vanguardia que proviene de Alemana y de Francia. La Argentina es un país muy chico con una actividad muy grande. Es un país en el que tres maestros de música definieron toda la estética musical moderna del país. Durante los años sesenta y setenta Francisco Kröpfl, Mariano Etkin y Gerardo Gandini señalaron qué era lo que entraba y lo que no entraba dentro del mundo la música contemporánea. Fue importantísimo lo que hicieron, así como lo que antes había hecho Juan Carlos Paz. Pero no puede haber diversidad cuando hay muy pocos protagonistas. El minimalismo tardó mucho tiempo en llegar a nuestro país. Hace muy poco que se empezaron a aceptar otras vanguardias estéticas que no tienen que ver con la alemana, la italiana y la francesa. Inglaterra, los países nórdicos y Estados Unidos avanzaron en lenguajes propios y en América Latina, si bien no escapan a estas influencias europeas, hay creadores muy personales, aunque todavía son pocos. Pero los que hay, tratamos de programarlos.

Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea (CCMC)

20 de noviembre al 14 de diciembre
Sala Casacuberta y Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, Corrientes 1530
Sala Argentina y Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151
Parroquia San Ildefonso, Guise 1941

La programación completa se puede consultar en: http://complejoteatral.gob.ar/resonancias/ciclo-de-conciertos-de-musica-contemporanea