Para ganarle a Cambiemos en 2019,es necesario reconocer que en las últimas décadas nuestra sociedad cambió profundamente. Y que no se trata de cambios que vienen de ayer, ni de 2015, sino de mucho antes.

Es imprescindible reconocer esos cambios, en el doble sentido de la palabra “reconocer”: saber cuáles son, por un lado, y aceptarlos, por el otro. Aunque no nos gusten, aunque la sociedad en la que nos transformamos no sea la sociedad que soñamos, que deseamos, por la que militamos, por la que trabajamos.

Esta sociedad nuestra parece haberse fragmentado, haber extraviado el lazo que la mantenía unida. Se ha hiperindividualizado, ha dejado de ser “el otro” para ser solamente “yo”. Parece haber renunciado a bienestares presentes para aceptar sacrificios permanentes, y haberse sentado a esperar futuros que nunca llegarán. Parece haber aceptado que sus aspiraciones de vivir mejor se salten una generación más, y que al fruto de su sacrificio y su mérito recién “lo vean”sus hijos.

Parte de esta sociedad nuestra ha preferido perder mucho,sólo si el otro perdía más. Ha repetido discursos de odio y revancha social. Ha apoyado un modelo que la empobreció y la sometió al desamparo, mientras que eso permitía el enriquecimiento de una minoría privilegiada. Ha aplaudido a quienes le han prometido poner las “cosas en su lugar” reprimiendo y censurando todo aquello que amenazara las jerarquías y el orden.

Sin embargo, es sobre esta sociedad, no sobre “la que fuimos”, o la que creímos haber sido, sobre la que debemos trabajar.Nos gusten o no sus creencias, valores e intereses, tenemos que reconocerlos para integrarlos en una promesa potente.Que nos permita ganar, primero, para construir después.

Hoy, es casi una certeza que el gobierno de Cambiemos está en su peor momento. Culmina con una desastrosa situación económica, con la retirada progresiva de sus aliados sociales, y con un imparable debilitamiento de su promesa política. ¿Cómo, entonces, se sostiene? Se sostiene porque,de todo el escenario político y aunque nos pese, es por el momento la fuerza que mejor reconoce, interpreta y le habla a nuestra sociedad.

La oposición está, hoy, ante una oportunidad única de ganarle a Cambiemos. Y lo sabe. Ha tomado importantes decisiones y ha perfilado un rumbo en el que se siente segura: el de la crítica a la gestión económica, el del contraste con la realidad agobiante y concretísima de los bolsillos flacos, el de la denuncia de las heladeras vacías.

Pero la oposición no parece haber reconocido, aún,a esta sociedad en la que nos hemos transformado, con estas creencias, valores e intereses que no son los que solían ser, o los que creíamos que eran. Porque hoy,cuando alguien abre la heladera y la encuentra vacía, no necesariamente creerá que la culpa es del gobierno actual. También puede encontrar algún motivo para culpar al gobierno anterior, o a “los políticos de siempre”. O para culparse a sí mismo, por no haberse sacrificado más, por no haber hecho méritos suficientes, o por “haberse creído” que podía vivir hoy, disfrutar hoy, ser feliz hoy.

Hoy no importa ganar la pelea sobre quién tiene «la culpa»de que la heladera esté vacía, sino trabajar para estar seguros de quiénes representan hoy, para esta sociedad transformada, la esperanza de vivir mejor. Y tener la convicción, siempre, de que prometer no es mentir: prometer es hablar de futuro.