Se ha dicho que la Historia la escriben los que ganan. Que la Historia es la historia de la lucha de clases, que la Historia es la historia de los cambios políticos, que es la ciencia social que se encarga de los hechos del pasado…En ninguna de esas definiciones está incluida la mujer como sujeto histórico, como agente de cambios sociales. A lo sumo, se han reivindicado figuras individuales, mujeres que estuvieron “detrás” de un gran hombre para darle aliento y aliviarlo de la pesada carga de ser un protagonista activo de la Historia. Incluso la novela histórica se ha nutrido de romances entre héroes y mujeres heroicas que, sin embargo, estuvieron siempre en un segundo plano recluidas en el dormitorio del héroe, en la cocina o en la velada cultural, según la condición social a la que pertenecieran. 

Gabriela Margall y Gilda Manso acaban de publicar La historia argentina contada por las mujeres (1536-1820) (Ediciones B / Penguin Radom House) primer volumen de un proyecto editorial que incluye tres. El objetivo que se proponen las autoras no es contar una historia de las mujeres, sino restituirles la voz que les negaron para que sean ellas mismas quienes la narren. 

“Este libro –dice Margall en el prólogo- nace de una necesidad: restituir a las mujeres su papel protagónico. Marginadas y subordinadas en todos los ámbitos, las mujeres también fueron dejadas de lado a la hora de escribir la historia de los acontecimientos que dieron forma a la actual Argentina. En otras palabras, el hecho de que estudiemos una historia despojada de mujeres protagonistas es el resultado de una construcción historiográfica deliberada, que puede ser cuestionada y reemplazada. Aquí intentaremos mostrar que las mujeres han participado de los hechos históricos, y que la historiografía –cierta parte de ella- no se ha dedicado a buscar esa participación.”

Si bien desde hace 30 años investigadoras de todo el país se dedican a hacer historia de género, según Margall este tipo de enfoque histórico no ha llegado aún a un público masivo “que no maneja las construcciones históricas ni está al tanto de la discusiones historiográficas propias del material académico”. Una de las dificultades que señala Margall en la tarea de registrar y sacar a la luz la voz de las mujeres es la falta de acceso a la alfabetización que padecieron en épocas pasadas y , por lo tanto, la imposibilidad que tuvieron de dejar testimonios escritos.

“Este fue el mayor obstáculo –explica- a la hora de escribir este libro. La búsqueda de material, su selección, no fue una tarea sencilla porque el mismo desdén historiográfico hacia la mujer como sujeto hizo que gran cantidad se perdiera o se deteriorara. Documentos perdidos rescatados por investigadores, documentos que se encuentran en un solo lugar, documentos fragmentados, y también documentos que siempre estuvieron, todos ellos fueron utilizados como fuentes, aun con sus particulares deficiencias.” 

El libro es propuesto como un punto de partida para una nueva forma de hacer historia cuya característica distintiva consiste en restituirles a las mujeres sus voces silenciadas para que narren la historia desde ellas mismas. En este primer volumen, que abarca un período histórico amplio, “comenzaremos –resume Margall- con la conquista del territorio de la actual argentina y trabajaremos con voces de mujeres conquistadoras y conquistadas. Hablaremos de la sociedad colonial americana y los cambios que se producirían durante el siglo XVIII con esas decisiones políticas llamadas ´reformas borbónicas´. Escucharemos a las mujeres comentando las Invasiones  Inglesas y los complots previos a la Revolución de Mayo. Nos preguntaremos si, de alguna forma, las mujeres pudieron participar de los procesos de la revolución y qué implicó para ellas esa participación. Y terminaremos con la crisis del año 1820 y la imposibilidad de formar un estado después de la caída del Virreinato del Río de la Plata.” 

El problema de no contar con suficientes testimonios femeninos escritos, se plantea ya en el primer capítulo destinado a las mujeres conquistadores, aunque, las autoras aclaran que las culturas de estas latitudes no tenían dominio de la escritura por lo que, en este caso, es difícil conocer de primera mano qué pensaban y   sentían los conquistados en general, tanto hombres como mujeres. Algunas mujeres españolas tenían acceso, sin embargo, a la palabra escrita. 

En este primer capítulo se rescata la voz de dos mujeres conquistadoras, Isabel de Guevara, que llegó a estas tierras con la legión de Don Pedro de Mendoza, e Isabel de Becerra, esposa de Don Juan de Garay. Ambas tienen la potestad de escribirles a las autoridades españolas y hacen uso de ella. 

Isabel de Guevara le escribe a Juana de Austria, regente de España, un episodio de la Conquista en el que las mujeres tuvieron un papel protagónico y en que la fortaleza demostrada por ellas parece ser una constante a través de la historia: 

“Asunción, 2 de julio de 1556 

«Muy alta y poderosa señora: A esta provincia del Río de la Plata, como el primer gobernador de ella, Don Pedro de Mendoza, habemos venido ciertas mujeres, entre las cuales ha querido mi ventura que fuese yo la una; y como la armada llegase al puerto de Buenos Aires con mil y quinientos hombres, y le faltase el bastimento, fue tamaña el hambre, que al cabo de tres meses murieron los mil. Esta hambre fue tamaña que ni la de Jerusalén se le puede igualar, ni con otra ninguna se puede comparar. Vinieron los hombres en tanta flaqueza, que todos los trabajos cargaban (sobre los hombros) de las pobres mujeres, así en lavarles las ropas, como en curarles, hacerles de comer lo poco que tenían, a limpiarles, a ser centinela, rondar los fuegos, armar las ballestas, cuando algunas veces los indios les venían a dar guerra, hasta cometer a poner en los versos, y a levantar los soldados, los que estaban para ello, dar alarma por los campos a voces, sargenteando y poniendo en orden los soldados; porque en este tiempo, como las mujeres nos sustentamos con poca comida, no habíamos caído en tanta flaqueza como los hombres. Bien creerá V.A. que fue tanta la solicitud que tuvieron, que si no fuera por ellas todos fueran acabados. Y si no fuera por la honra de los hombres, muchas más cosas escribiera con verdad y lo diera a ellos por testigos.»

 Isabel escribe para que su trabajo le sea reconocido, cosa que no sucedió en el momento en que se les entregaron a los conquistadores grupos de indígenas en reconocimiento a la tarea realizada. También Isabel de Becerra escribe a España para hacer un reclamo: que se reconozca la actuación de su esposo Juan de Garay y se le otorgue protección económica a ella, sus hijos y sus nietos. 

“Señor: La extrema y grande necesidad en que he quedado y estamos, de 26 años a esta parte, yo y mis hijos y nietos, por muerte del general Juan de Garay, mi marido, que otros tantos años le mataron los indios de esta provincia, andando en servicio de Vuestra Majestad en ella, y el ver todo esto padezco por estar tan a trasmano y tan sin remedio de poder manifestarlo a vuestra majestad, y lo mucho que el dicho general, mi marido, se ocupó en vuestro real servicio, así en otras partes como en esta provincia, donde pobló esta ciudad de Santa Fe y la de Buenos Aires, a su costa y sin recibir ayuda alguna de costa para ello, y que de sus servicios y trabajos pretenden otros recibir el premio y galardón, y lo solicitan y procuran, me ha dado tanta pena y dolor, que si me fuera posible y no me lo estorbara mi edad y pobreza, me pusiera en camino para echarme a los pies de Vuestra Majestad e informarle en todo lo dicho hay, lo cual hiciera con confianza grande, que siendo Vuestra Majestad tan cristianísimo rey, ni dejara de premiar tantos y tan honrados servicios como el dicho general, mi marido, hizo a Vuestra Majestad, ni de castigar las maldades con que otros se quieren aprovechar de ellos, queriendo con informaciones falsas, hechas con sus amigos y paniaguados, se les atribuya a sí y a sus antepasados lo que el dicho mi marido hizo y trabajó; mas pues que no me es posible el hacer esto en persona, lo haré por ésta, confiando en Dios Nuestro Señor que, como tan justo, la encaminará a manos de Vuestra Majestad, y favorecerá mi causa así, para que yo y mis hijos y nietos recibamos de Vuestra Majestad el premio que los servicios de mi marido merecen, como para que no le alcancen los que con tanta maldad engañar a Vuestra Majestad y aprovecharse de los servicios ajenos.” 

De esta forma se rescata en cada capítulo la voz de las mujeres, incluso de las mujeres indígenas que no tenían acceso a la escritura y de las mujeres esclavas que padecieron todo tipo de maltrato. Cuando el testimonio no es directo, se acude a las fuentes capaces de reconstruirlo. 

Gabriela Margall (1977) es escritora, historiadora y profesora de Historia egresada de la ciudad de Buenos Aires. Ha escrito diversas novelas históricas. Gilda Manso (1983) es escritora y periodista. Ha escrito libros de microficción y cuentos breves y desde 2011 coordina el ciclo de lecturas Los fantásticos. Ambas quieren contribuir a completar la mitad de la historia que no nos contaron.