Octubre, como si faltase un plato en el menú que ofrece la Argentina, es el mes del River-Boca, del Boca-River, de la definición de la semifinal de la Copa Libertadores. Este martes, en el Monumental, se jugará el primer chico, desde las 21:30. El nivel de estrés que generó la final mudada a Madrid después de la agresión al micro de Boca en las adyacencias del Monumental, más la crisis que atraviesa el país con las elecciones presidenciales por delante, bajó considerablemente los decibeles en la previa superclásica. De ahí que este ida y vuelta se pueda centrar, más que nunca, en lo deportivo. El desquite -y la definición- será en tres semanas: el 22 de octubre en La Bombonera. Al margen de la histeria de los hinchas, hay un eje futbolístico muy interesante.

El antecedente reciente por la quinta fecha de la Superliga (0-0 en el Monumental) dejó un marcado duelo de estilos, y un arduo debate en los días posteriores. Por un lado, el pragmatismo que le adosó Gustavo Alfaro a Boca, bancado por el arquero Esteban Andrada. Por otro, la dinámica y el juego interior que caracterizan al River de Marcelo Gallardo. Si la vara es el torneo local, Boca parece llegar mejor que River, más afinado en su sintonía. Pero, se sabe, estos partidos son diferentes. Y más con una definición de ida y vuelta. Los detalles en la estrategia de cada entrenador inclinarán la balanza.

“Tenemos compromiso, inteligencia y sentido de pertenencia. Es lo más determinante del equipo. Teníamos un déficit desde el manejo de la pelota y ahora incrementamos la posesión. Son los rasgos que reconvirtieron a la personalidad de Boca”, dijo Alfaro, centrando las palabras en su corto y eficiente trabajo en Boca. “No es una final, nada va a ser igual. Los dos equipos merecemos jugar las semifinales e intentaremos jugarla con las armas de cada equipo. Que sea en paz y que gane el que haga mejor las cosas en la serie de 180 minutos”, dijo Gallardo, cambiando el foco, quizá desde el pedestal de la historia.

El plan de Boca cambió en comparación a Madrid. Alfaro bajó línea: perfil subterráneo y silencio de los futbolistas. En un punto, hay respeto colectivo a River, menos ingenuidad. Saben que, cuando River se conecta a la red, es aquel campeón de América. La caótica tercera final en la historia entre Boca y River apaciguó a una precipitada semifinales de Libertadores. River fue semifinalista en cuatro de las las últimas cinco Copas (solo faltó en 2016). Boca, en tres de las últimas cuatro. Del otro lado un duelo brasileño de nivel: Grêmio-Palmeiras. La conclusión, entonces, es que el fútbol, con chicanas lógicas y aceptables, se coloca en el centro de la escena.