La perversión que llevan intrínseca todas las políticas implementadas por el gobierno macrista es imposible de digerir. Por donde se lo mire. Hace pocas horas confirmaron que la inflación en el último año superó 57 por ciento. ¿Qué trabajador puede sobrellevarlo? ¿Cuántos pueden alcanzar el 57 % de aumento de salario en un año? ¿Cuántos de los ciudadanos puede tolerar esta estafa descomunal sin enfermarse, sin derrumbarse, sin sentirte abrumado, sin padecerlo de una forma inhumana?

Podríamos ocupar horas y horas en describirlo, así como se requerirían páginas y páginas para reseñar cabalmente los detalles de las penurias que se deben soportar diariamente, cuestiones que degradan de forma infame, hora a hora, la vida de cada uno de los argentinos. Si alcanzara un rápido informe, se puede puntualizar que, por caso, la leche aumentó casi el 100% en un año con la dolorosa consecuencia de que la gente toma un 21% menos que hace un lustro. Es un tema que no escapa al marco general de que la industria en la Argentina cayó un 9% en los cuatro primeros meses del 2019. O que todos los días nos apalean con la noticia de decenas de despidos, de fábricas que cierran definitivamente o que se transforman en importadoras. Que diariamente desaparecen, promedio, unas 44 pymes. Que en el último año, de los 1010 comercios que funcionaban en Palermo, sólo uno de los barrios porteños, apenas quedan 501 en pie. Por ahora.

¿Quién puede soportar una inflación del 57% en un país que hace más de 16 meses tiene registros mensuales que no bajan del 2 por ciento? Un país en el que las prepagas, cómo será la malaria, ofrecen planes parciales, como si las personas sólo padecieran algunas leves gripes y con eso bastara, mientras el Estado todo lo permite y todo lo consiente cuando se trata de beneficiar a los que más tienen.

En un país en el que la tapa de Clarín de marzo de 2014, cuando la inflación apenas rondaba el 2% mensual, pero como ellos estaban en plena campaña para derrumbar al gobierno de entonces, era «vuelven las dudas» y la inflación era «tremenda». Y ahora, que es inmensamente más alta, más cerca de la híper de los ’80, revuelven el humor social titulando que «la idea K de revisar las causas por corrupción es irrazonable», claro, según lo dijo Rosenkrantz, un hombre que ellos mismos pusieron. Y mencionan en dos líneas chiquititas, bien abajo, que la «inflación está a la baja». Son inmorales. Como La Nación, que habla de «alivio oficial», no de la gente.

Es muy grave lo que está pasando. En medio de ese espanto, Macri se lleva a Pichetto y ya empezó a tomar forma la reforma laboral que el flamante candidato a vice motoriza en la plataforma electoral de la derecha argentina. Dicen que es «indispensable bajar las barreras para la creación de nuevo empleo» y que es necesario poner en discusión «las regulaciones del mercado de trabajo». Hablen claro: aniquilarán derechos, matarán logros laborales históricos y, fundamentalmente, cumplirán con el FMI. Dejan pueblos vacíos, dejan ciudades angustiadas porque las industrias bajan la cortina. Dejan gente desesperada.

Silvia Gaitán, intendenta de Chilecito nos narró en la AM750 lo que significa para su pueblo, fruto de esta política nacional insensible, el cierre de la fábrica Puma que ahora va a importar sus productos, ya que así hace mucho mejor negocio. Es fruto de esta política nacional insensible. Sólo en La Rioja quedaron en la calle más de 3000 obreros en estos tres años.

Es sólo una foto de la realidad. Hoy Chilecito, ayer Loma Negra y así. Es infinita la cantidad de lugares, con un gobierno que ahonda su política de liberación de productos importados, luego de desactivar y eliminar los aranceles mínimos que quedan. De qué flexibilización laboral hablan si ya está hecha: con tanta gente en la calle, atada de pies y manos, la necesidad misma se convierte en flexibilización de salario, de horas de trabajo, de todo.

Es de una crueldad tan grande lo que hace este gobierno, que consecuentemente con su política laboral manda al infierno al sistema jubilatorio y, lo que es peor, a su gente. También en La Mañana, lo relataba un oyente, Hugo Ferrer, y lo confirmaba la doctora Bárbara Schargorodsky, respecto de las mil y una trampas que pone el Anses, por ejemplo, para que las mujeres no puedan acogerse a la moratoria que vence el 23 de julio y si no se jubilan antes de esa fecha, ya no podrán hacerlo. Lo dijo Christine Lagarde: lo más suelta de cuerpo se quejó de «cómo se estira la expectativa de vida en todo el planeta» con lo que eso conlleva en cuanto al bagaje jubilatorio que deben afrontar los Estados. Reclamó acortar el  «costo previsional». Y como acá la obediencia es fenomenal, ponen tantos obstáculos como se pueda para que el acceso a la jubilación sea imposible. La otra orden es bajar las jubilaciones a través de una reforma previsional.

Es de una maldad inverosímil. Como lo que les hace este gobierno a los discapacitados. Cada día superan lo imaginado. Aunque después sale Pichetto y dice: «Donde me tocó actuar, lo hice con la máxima lealtad». Como acotó mi compañero de la radio, Adrián Stoppelman: «Si tenés la máxima lealtad, también tenés la máxima traición». «