Oficialmente, el 1 de mayo de 2003 George W. Bush proclamó el fin de las operaciones militares contra el gobierno de Saddam Hussein. Iniciada 42 días antes, la invasión fue una ofensiva justificada en informes de inteligencia que aseguraban que Saddam tenía un arsenal de armas de destrucción masiva dispuesto a ser facilitado al terrorismo. Y, por supuesto, para “liberar al pueblo iraquí del yugo del dictador”. A 15 años de aquellos acontecimientos, nacidos de la paranoia posterior a los ataques del 11-S de 2001, las armas de destrucción masiva siguen sin aparecer, Saddam fue ejecutado y no solo Irak sino toda la región vive en un infierno en el que la vida vale cada vez menos y el futuro es oscuro e incierto.

A los pocos días, y luego de que Donald Trump anunciara el retiro de tropas, se informó de un presunto ataque con armas químicas en Duma, un distrito pegado a Damasco. No dieron tiempo a que llegaran los peritos de la OPAQ, la organización de la ONU para el control de ese tipo de armamento, que EEUU, Francia y Gran Bretaña atacaron objetivos en ese lugar.

Luis Montes es un sacerdote argentino que hace dos décadas está en Medio Oriente y desde hace 7 años en Erbil, el Kurdistán iraquí. Integra una orden religiosa ultraconservadora, el Instituto del Verbo Encarnado, pero como cristiano en una zona en disputa entre diversas interpretaciones del islam, también es parte de poblaciones que padecen la persecución de los fundamentalistas. Por eso interesa su visión de lo que ocurre, desde el lugar de los hechos.

“Conozco una familia de chiítas –señala Montes, tras indicar que aprendió árabe estudiando ocho horas diarias y durante dos años- que se habían ido del país, perseguidos por Saddam, que era sunita. Estuvieron entre los primeros en festejar su caída y volvieron después. Ahora me dicen que están arrepentidos de haber festejado puesto que este país no es el suyo”. 

¿Las razones? “Antes, en Bagdad, chiitas, sunitas, cristianos, vivíamos todos juntos en el mismo barrio y ahora eso no se puede hacer por el odio que existe”.  El religioso detalla que existen tribus y cada persona encuentra protección dentro de su propia tribu, “por eso los cristianos están indefensos”, asegura. Además, para coronar lo que implicó la invasión, los chiitas controlan el poder en Bagdad y naturalmente se sienten más cercanos a Irán de lo que EE UU o Tel Aviv pretendían.

El Kurdistán fue la región que más sufrió la ocupación de los grupos islámicos radicales como Estado Islámico. Básicamente por diferencias culturales y religiosas. Por eso las milicias peshmerga se pusieron al hombro el combate del terrorismo, por lo que luego de haberlos derrotado en Mosul, despertó el deseo de crear un estado independiente en Irak. Un referéndum realizado en setiembre  pasado dio el triunfo al SI por un 92% de los votos. Pero salvo Israel, nadie más reconoció la consulta ni el resultado.

Siria, Turquía, Irán e Irak tienen población kurda, cualquier cambio en las fronteras iraqués los iban a afectar. Ni EEUU, aliado de los kurdos en contra de Saddam, brindaron apoyo a la movida y finalmente quedó en papel mojado. Sin embargo, a medida que las tropas de Bashar al Assad, otro chiita, aunque alauita, fueron recuperando territorio de EI, los turcos aprovecharon para ocupar el norte y así mantener bajo control a los kurdos sirios.

En 2003 el frances Jacques Chirac se había opuesto a la invasión. Estos días Emmanuel Macron se alió a Trump. Francia quiere ahora mantener un pie de Occidente en esa región rica en recursos energéticos.Los analistas perciben que el plan del Pentágono no es retirarse, como decía Trump, sino dejar tropas en ese sector donde viven sus aliados kurdos y construir una cuña entre Turquía y Siria, a costa de territorio sirio. 

Rusia respalda, como lo viene haciendo desde 2014, a Al Assad. El tablero está en movimiento, lo que sí es claro es que el presente de devastación y caos comenzó hace 15 años, buscando armas que nunca existieron. «