La Ley de obligatoriedad de la escuela secundaria en el año 2006 fue un gran avance. A partir de allí, muchos jóvenes se incorporaron a la escuela y muchos otros completaron sus estudios en el marco de una educación con calidad social e inclusiva. A tres años de la aplicación de la «Nueva Escuela Secundaria”, que todavía no tiene su primera cohorte concluida  ni evaluación, el Ministerio de Educación de la Ciudad impone la «Secundaria del Futuro”. Esta reforma afectaría a 185.147 estudiantes de escuelas públicas y privadas, aunque en estas últimas no se ha confirmado su aplicación. En el último año prevé pasantías en empresas, que han sido cuestionadas en todo el mundo y provocaron protestas de estudiantes en Italia, Francia y España.  Serán pasantes los jóvenes de 5° y 6° año de la escuela pública (11.390), porque los que cursan en privadas (16.166) seguirían estudiando en la escuela el último año. El sector privado no está obligado a la reforma, lo que implica al menos dos circuitos que no sólo se diferencian por lo económico, sino también por lo educativo.   

Todo proyecto educativo se articula con una concepción de país, y el país que imagina esta escuela «del futuro» no es el que nosotros queremos. 

Queremos un país donde los sueños de todos sean posibles, donde podamos vivir y trabajar dignamente, y para ello es central una justa distribución del conocimiento.

A partir de esta reforma, los contenidos pasarán a depender de las demandas de las empresas, y en este sentido pierden valor las artes, el pensamiento filosófico, el abordaje comunitario de los problemas contemporáneos o la educación sexual integral que los jóvenes están demandando. Otro aspecto preocupante es la referencia explícita a identificar los “talentos” de la población juvenil. Esto no es más que un proceso de selección educativa, no en base a su potencialidad como sujeto o sus aspiraciones, sino tomando los criterios que el mercado considera exigibles.

Se plantea el trabajo en equipo a modo de marketing, pero esto no se refleja en la organización del tiempo y espacio de la escuela propuesta. Los formatos de evaluación colegiada y el trabajo por proyectos demandan otras condiciones de trabajo que contemplen horas no lectivas. A su vez, se establece un 30% del tiempo destinado a la enseñanza y un 70% de aprendizaje autónomo. Esto pone en cuestión el trabajo de los profesores, que podrán ser sustituidos por facilitadores o tutores virtuales.

Cuando se piensa en una verdadera transformación de la escuela secundaria, nos imaginamos edificios escolares con aulas talleres, espacios de usos múltiples, atelieres, campus para deportes y campamentos, viajes de estudios, equipos interdisciplinarios,  equipamientos de ciencia y tecnología, transportes. Esto incrementaría el tiempo escolar. Y desde luego, un mayor presupuesto. Lo virtual y lo tecnológico son sólo una incorporación imprescindible, pero no suficiente.

La comunidad educativa demanda una verdadera participación para construir un proyecto educativo donde todos sean protagonistas, donde se reconozcan las capacidades de todos. Una auténtica y profunda transformación lo requiere. Ese es el desafío. Nuestros jóvenes se merecen la mejor escuela secundaria. «

*Contenido no editorial