El fiscal general federal Germán Moldes es uno de los personajes más poderosos del Poder Judicial. Y le gusta demostrarlo. En las últimas horas, por caso, hizo detener a Facundo Daelli, un joven que lo increpó en la vía pública por sus cuestionadas actuaciones. Que no son pocas. Solo por citar las más recientes:

  • En septiembre pasado, Moldes desistió de sostener la acusación contra el titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Gustavo Arribas, imputado de haber recibido casi 600 mil dólares de parte de un contratista de Odebrecht. Por la inacción del fiscal, la causa se extinguió.
  • Misma suerte tuvo el presidente de Boca y operador judicial macrista, Daniel Angelici: en abril, Moldes no apeló el sobreseimiento y la causa por tráfico de influencias se desvaneció. Idéntica actitud tuvo en 2015, cuando omitió apelar el sobreseimiento del ex funcionario PRO Federico Sturzenegger, quien así quedó libre de culpa y cargo por el Megacanje.
  • La firma de Moldes también fue clave para que la causa por “aportantes truchos” que involucra al macrismo dejara de investigarse como delito federal y pase a tratarse como una modesta contravención electoral en un juzgado de La Plata.
  • A contramano de sus frecuentes inacciones que favorecen al macrismo, el fiscal convalidó en tiempo récord el pedido de prisión preventiva emitido contra la ex presidenta Cristina Fernández en el “gloriagate”.

Facundo reprochó esas y otras decisiones de Moldes mientras grababa un video que se hizo viral. En la filmación se ve al fiscal recibiendo los improperios con sorna, divertido con la situación. Pero horas después presentó una insólita demanda por “amenazas anónimas” que el fiscal Guillermo Marijuán y el juez Ariel Lijo, en gesto de omertá, convirtieron en prisión, aún cuando el delito imputado prevé penas máximas excarcelables.

La criminalización de las opiniones es un tipo de censura directa y brutal. Pero no la única. En el marco de las devastadoras consecuencias sociales del programa económico, el gobierno avisó que recurrirá a todas las herramientas disponibles para disciplinar a los disidentes. La Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, comenzó a aplicar un nuevo protocolo “antitumultos” que agudiza la represión de las protesta. El flamante dispositivo se utilizó el pasado jueves 20 para reprimir con fiereza una manifestación de los trabajadores de prensa en el centro porteño.

El vaciamiento de los medios públicos es otro método de censura que el oficialismo ejecuta desde el primer día de gestión. Al tiempo que fortalece a los principales multimedios con abundante pauta pública y nuevos negocios. En ese contexto se enmarca la aprobación de la ley que desregula la producción y comercialización de papel prensa.

La norma fue aprobada en el senado con los votos de Cambiemos y el bloque “justicialista”, que conduce Miguel Ángel Pichetto. El Congreso aprobó la ley en trámite exprés, sin convocar ni escuchar argumentos de los perjudicados: centenares de medios pymes y cooperativos como Tiempo Argentino, que ahora quedan a tiro de la decisión discrecional del único productor local de ese insumo clave para la impresión de diarios.

Los beneficiaciarios de la desregulación son los accionistas de Papel Prensa, los multimedios Clarín y La Nación, escuderos del blindaje mediático que protege al sistema de poder y negocios que hoy ejerce funciones de gobierno con Cambiemos. Esa alianza, sin embargo, es circunstancial: tarde o temprano la logia del poder real ejecutará cambios gatopardos para sostener sus privilegios.   

Bien lo sabe Cristina Fernández, que se propuso mal y tarde dar batalla contra esa logia y ahora paga las consecuencias. Lo empieza a percibir Macri, otrora socio de esa estructura que lo encumbró, y que ahora le busca reemplazo.

Exhibiciones obscenas de poder. Operaciones judiciales y mediáticas. Censura y disciplinamiento social. La cuenta regresiva hacia las elecciones inició con lo peor de la política cloacal.

Se viene un año duro.

Feliz navidad. «