Mientras medios y periodistas nos entretenemos con el show de chicanas, rencillas y peleas más o menos sinceras que se conoce como “La Grieta”, los números oficiales indican que se está profundizando la madre de todas las grietas: la desigualdad.

En la Argentina de los CEOs los ricos son cada vez más ricos, y los pobres, cada vez más pobres. El fenómeno no empezó con el gobierno de Mauricio Macri, pero los últimos datos difundidos por el Instituto de Estadística y Censos (Indec) indican que la brecha está en expansión: el 10% de la población más rica recibió en el tercer trimestre de 2016 ingresos promedio 25,6 veces más altos que el 10% más pobre. Un trimestre antes, esa diferencia era de 23 veces.

El relevamiento estadístico marcó también que la mitad de los argentinos gana menos de 8.000 pesos (496 dólares) mensuales, equivalente a unos 16 dólares por día. La cifra está por encima de los 325 dólares necesarios para cubrir la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que determina la línea de indigencia, pero lejos de los 745 dólares necesarios para cubrir la Canasta Básica Total (alimentos más servicios) de una familia tipo.

La expansión de la brecha se expresa en la persistente caída en la compra de alimentos mientras crecen las ventas de artículos de lujo. En mayo el consumo se contrajo -0,4% anual y acumuló 17 meses de caídas anuales consecutivas. ¿Como se explica, entonces, que las cifras oficiales marquen un alza del 0,3% en la actividad económica para el primer trimestre? Simple: los sectores beneficiados por el modelo económico -agropecuarios y rentistas-, “invierten” en vehículos 0 KM -subió 3,8 el patentamiento- y ladrillos -creció la construcción-. Los sectores vulnerables, en cambio, no tienen ni para llenar el changuito.

Consciente de que los bolsillos flacos pierden elecciones, el gobierno bonaerense instruyó al Banco Provincia para que subsidie el 50 por ciento de los consumos en supermercados los segundos miércoles de cada mes. Un “gasto” de recursos públicos con clara intencionalidad electoral que, sin embargo, no parece irritar a los fanáticos del mercado que adhieren a Cambiemos. Lógico: los CEOs y sus groupies saben que si no sueltan algo de plata en las masas empobrecidas cundirá el voto castigo. Es, además, una inversión a plazo fijo: distintos voceros oficiales ya avisaron que después de octubre se profundizará el ajuste, incrementando la masa de desesperados dispuestos a cualquier cosa por un empleo.

Con los números del Indec en la mano, el Gobierno salió a celebrar que la “recesión quedó atrás”. Lo avala la teoría económica, pero no el sentido común: los tres tristes trimestres de crecimiento no “derramaron” sobre las mayorías populares, como promete la prédica neoliberal, sino que se acumuló en las billeteras de los sectores concentrados.

El informe «Global Wealth» que elabora Boston Consulting Group (BCG) indica que en la Argentina unas 106 familias poseen casi el 10% de la riqueza privada. «Son aquellas que tienen más de u$s 100 millones en activos líquidos (sin contar propiedades) y hay unas 45.000 familias que tienen más de u$s 1 millón», le explicó al diario El Cronista Jorge Becerra, socio de BCG y co-autor del informe.

El trabajo, que se realiza desde hace 17 años, releva la concentración de la riqueza en el planeta. La Argentina, claro, está en línea en el mundo, donde también la riqueza privada crece y se amplía la brecha entre las familias que más y menos tienen. Pero ya se sabe: mal de muchos…