Una película suele llegar a partir de una historia. A Milagros Mumenthaler le llegó desde las imágenes que le habían dejado en la cabeza su primer acercamiento a Pozo de aire, libro de poemas y fotografías de Guadalupe Gaona, un homenaje a su padre desaparecido. “Se me vinieron como secuencias visuales en la cabeza -recuerda Milagros Mumenthaler, directora de la muy buena La idea de un lago-. Y siempre trato de encontrarle un sentido a la forma, es como un algo que hasta que no vea que tiene una vinculación, no puedo comenzar a armarlo.” En este caso, además, era una oportunidad única, ya que en anteriores proyectos, no había tenido ideas que “tuvieran tanto que ver con lo pictórico”.

La idea de un lago es una historia comandada por Inés (Carla Crespo), que está a punto de ser madre soltera (por decisión, no por abandono), y durante el embarazo arma un libro de imágenes y poemas (como Guadalupe). Mientras lo hace, recuerda momentos de su infancia en Villa La Angostura, donde la familia ampliada tenía una casa de veraneo y ella era feliz compartiendo su infancia con hermano, primos y amigos lugareños, y a donde llegaban en un Renault 4, objeto central de esos tiempos y del relato cinematográfico.

“Yo aproveché un viaje que tenía que hacer al sur para un proyecto que me habían encargado de Suiza -cuenta Mumenthaler- para sumarla a Guadalupe y a mis productoras, visitar la casa (que es donde se rodó la película) y que me contara cosas.” Por decirlo de alguna manera, Mumenthaler se fue embebiendo de la historia de Guadalupe, y pudo empezar a armar la suya.

Durante y después de ese viaje hubo muchas charlas entre Milagros y Guadalupe, y Milagros comenzó un “tira y afloje” con ella misma como para que la historia no se le desviara hacia algunos de los tantos subtemas que abre, y quedara más acotado a ese momento tan femenino que es el embarazo y la relación con la madre que se produce durante el período. “En realidad, en la película, lo concreto autobiográfico es la casa, las fotos (que son reproducciones exactas) y el libro que hace el personaje. Yo me posiciono lo más fiel a mis sensaciones mientras leía el libro, pero también aportando cosas mías personales e investigaciones.” De ahí que la película tenga una riqueza de miradas pese a mantener un punto de vista (el de Inés). Como si la tragedia de la desaparición también tuviera voces lejanas a la manera de un coro o de sonidos ambiente.

Mumenthaler nació en Córdoba “casi de casualidad”, dice. “Mis padres esperaron que naciera para irse del país” en 1977. Sin embargo no se considera una exiliada. “No volvimos en 1983 y mi padre de hecho vive en Suiza”, lo mismo que sus hermanas mayores y su hermano menor, ya nacido en Suiza, que “se vino a la Argentina de joven, estuvo muchos años y se volvió a ir hace poco”.

Es posible suponer que muchas de las cosas vividas en ese ir y venir, en esas lejanías, hasta en las comunicaciones por chat (en la película hay una muy buena entre Inés y la madre) sean el soporte sensible de La idea de un lago. “Tal vez haya algo que conecte con la lírica que tiene el libro -dice-. Guadalupe en su libro no habla de los hechos sino más del orden de lo que queda, y de cosas del orden materno filial, esa sensibilidad que tiene más que ver lo íntimo.”

En ese sentido es notable la frescura de la película en las escenas con y exclusividad de chicos; consigue rescatar una idea de la infancia bien propia del tiempo que narra, como si los años transcurridos hubieran reforzado la precisión de la perspectiva. “Somos una generación que tuvo otra relación con los adultos -explica-. Me acuerdo que hace unos años nos acordábamos con mi madre cuando tenía siete años e iba a las clases de dibujo, que iba sola, y alguien que estaba en la charla dijo: ¿siete años y sola? Y en esa época no era raro. Lo mismo que las vacaciones con muchos amigos y familia; había esa cosa de libertad donde el adulto no existía en ese universo infantil.”

De alguna manera Mumenthaler reproduce esa sensación en su película: su autonomía respecto al tema que trata y las distintas perspectivas que adopta frente a él son totalmente singulares; y se toma de aquellas que más conoce, la de mujer, madre e hija. “En mis películas el lugar femenino es más fuerte porque soy mujer e intento estar muy cercana a ellas, pero siempre trato que el personaje masculino no esté estereotipado, que tenga presencia muy importante y de apoyo incondicional; intento que el hombre aparezca desde en lugar discreto pero de apoyo. Un personaje que como tranquilizador, podría decir.”

Y desde su el lugar de madre e hija refleja “la complicación que es para la madre (Rosario Bléfari) la posición en la que queda, su conflicto de recurrir al Equipo de Antropología Forense (especializado en la identificación de restos de cuerpos de personas que fueron sepultadas como NN). No intenté hacer referencia a eso, pero está ahí la tensión con la hija; ella y su hermano sienten como un peso que su madre no pueda rehacer su vida, y ella que siente culpa si lo hace, y si no lo hace también. Pero bueno, durante una película una siempre encuentra cosas importantes para desarrollar, pero tenía que encontrar un equilibrio”.

Uno que más que justo, es el propio de Mumenthaler, Y eso el arte (y el espectador) siempre lo agradece.