El viernes fue un día clave en la saga de la multinacional Odebrecht. Ese día la Justicia de Perú ordenó la detención del expresidente Alejandro Toledo, acusado de lavado de activos y tráfico de influencias por haber recibido 20 millones de dólares en sobornos de la constructora brasileña. Y el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, fue denunciado por delitos similares por el abogado Ramón Fonseca Mora, quien hizo el anuncio al ser detenido junto con su socio, Jürgen Mossack, ambos integrantes del bufete involucrado en el caso de los Panamá Papers.

Casi no hay país en el que no se estén realizando investigaciones sobre los aportes de la constructora a campañas políticas, arcas de los partidos o, directamente, a las cuentas bancarias de funcionarios y empresarios. El proceso conocido como Lava Jato en Brasil, destapó una cloaca que salpica a diestra y siniestra o, para decirlo en criollo, a izquierda y derecha. Porque, como se dice, la corrupción no conoce de ideologías. Pero hay que destacar que los presidentes sospechados no son precisamente de los gobiernos progresistas. El citado Toledo, Alan García y Ollanta Humala y hasta el actual mandatario Pedro Pablo Kuczynski en Perú, Varela en Panamá, Juan Manuel Santos en Colombia y el expresidente Felipe Calderón en México. De hecho, Rafael Correa en Ecuador ordenó una profunda investigación, y en Venezuela, tanto el gobierno como la Asamblea Nacional crearon comisiones para seguir el caso. Son tantos los países involucrados, hay que incluir a República Dominicana y Guatemala, que una ONG venezolana sugirió formar un equipo multinacional de fiscales.

El caso recuerda al de la alemana Siemens, que en la década del ’90 y la primera de este siglo tuvo que reconocer que pagó sobornos a funcionarios extranjeros en conexión con al menos 290 proyectos. Josef Winter, el Chief Compliance Officer, algo así como el encargado de «buenas prácticas», explicaba en una entrevista el sistema de «cumplimiento y negocios limpio» de la compañía con cierta ingenuidad: «La iniciativa nació con nuestro fundador, luego decaímos un poco en esa filosofía, y finalmente tuvimos un problema en 2006 cuando llovieron denuncias sobre Siemens respecto a que no estábamos haciendo negocios de manera transparente. Fue una situación muy difícil en ese momento para Siemens, a tal punto, que llegamos a pensar que nos moriríamos como firma”. ¿Sobrevivirá Odebrecht? «