Algo es seguro: no son los triunfos, es el dolor lo que forma el yo íntimo de una ciudad. Lo primero que llevó a Martin Kasañetz a escribir durante tres años esta novela es la obsesión que desarrollo por la fiebre amarilla que en 1871, elevó la taza de mortalidad de la ciudad de 20 personas por día a 500, de un día para otro.

“No había manera de resolverlo. Había algo fantasmagórico y oscuro de todo lo que pasó. Sobre todo me enganchó la historia de los voluntarios que tenían de alguna manera hacerse cargo de algo para lo que no estaban preparados, tenían que palear la situación porque los gobernantes de ese momento, que eran Sarmiento y Alsina, presidente y vice, fueron los primeros que se fueron a las afueras, lo que hoy es Belgrano”, cuenta Martín.

Los vecinos, en una especie de asambleas porpulares, crearon un tren que iba desde la calles Centroamérica y Corrientes, que hoy es Pueyrredón y corrientes, que iba hasta Chacarita y así se empezó a desarrollarse el espíritu fúnebre del barrio. Primero, los llevaban al Parque de los Andes y 15 años después crearon el cementerio del oeste, hoy Chacarita. 

“Nos arreglamos solos. Y eso se ve que quedó en la forma de ser. Me parecía cinematográfica el tren que iba y venía de noche. Meché con una historia actual para que haya un punto y un contrapunto. Me gustó la idea de contar otra historia en el mismo lugar geográfico, con un cruce entre el pasado y el presente”. 

A la trama actual además de violencia, el escritor le añadió el cóctel de un personaje que le tocó vivir Malvinas y la dictadura como algo determinante en su vida. “Entonces fui armando sin darme cuenta un perfil de nuestra conciencia colectiva que nos fue pasando en el pasado de golpes que nos fueron formando la personalidad que tenemos hoy. El porteño es individualista, se arregla sin depender de nadie. Nos manejamos con humor irónico, pero somos solidarios”.

El pasado nos forma el presente. Esa fue la premisa que manejo Martín para armar una historia en dos tiempos. “Siempre trato de escribir sobre cosas que me sorprendan y que me haga pensar porque si a mí no me pasa nada, no puedo conmover a otro”. 

Para Kasañetz todo intento artístico debe intentar meterte en otro mundo y ver las cosas de manera diferente. “Ponerte en lugares a los que tu vida no te podría llevar. Eso te hace crecer y darte cuenta de que hay otras realidades. Las pulsiones humanas son cosas que atraviesan toda las obras: amor, muerte, sexualidad, todo tiene que aparecer en forma de estímulos para abrir la cabeza”, dice el autor.

Con prólogo de Martín Kohan, el libro muestra el gusto de Kasañetz por el cine y su manejo del lenguaje ,“tengo una visión de la literatura muy cinéfila, me gusta la división por escenas, pero también le presto mucha atención al uso del lenguaje”. Admirador de Antonio Di Benedetto, Martín desarrolló cierta fascinación con la manera de decir las cosas. “Decir algo simple pero de manera diferente siempre me atrajo. Hay un metamensaje ahí. Ademas de la historia, el secreto es la forma que esta dicha ese mensaje. Es algo que siempre admiré de Di Benedetto. Todavía no se le da la importancia que se le debe tener un escritor de su talla”, cuenta.