Como parte de un núcleo que se resignifica de manera constante, la temática de la vida más allá de la muerte siempre estuvo presente en el mundo del cine. En tiempos donde las series abarcan todo tipo de instancias, «Altered Carbon» es la nueva apuesta de Netflix que juega sus fichas por una propuesta que se vale del futurismo pergeñado por Matrix, Black Mirrory Blade Runner para seguir manteniendo a una audiencia prendida a su plataforma.

Altered Carbon es la adaptación del libro de Richard Morgan publicado en 2002. En esta historia todo se ambienta en el año 2384, lógicamente en un mundo totalmente diferente al que conocemos en la actualidad. En ese contexto los individuos siguen teniendo una existencia mortal, aunque todas las experiencias y habilidades del cerebro pueden ser trasladadas a otros cuerpos, de manera que lo que muere es la carne pero no la memoria, su conciencia y conocimientos. Ese pasaje se almacena en una memoria que luego se instala en otro contexto corporal y que en la serie se las llama «fundas». Así, la única manera de morir es destruyendo tu información. Ese norte es acompañado por un mix de violencia acrobática, escenas de sexo –varias veces innecesarias–y un tono de distopía cyberpunk.

El protagonista de la serie es Takeshi Kovacs (Joel Kinnaman), un guerrero del pasado que despierta unos 250 años después de morir. En ese contexto descubre que fue revivido por un ultra millonario para que resuelva su propio homicidio. En el camino habrá espacio para reflexiones sobre religión, el uso de la biotecnología, la siempre presente inteligencia artificial y un deseo que sobrevuela el concepto de la serie: vencer a la muerte, aunque finalmente habrá que experimentar si ese anhelado factor representa una buena idea. Es por eso que en el mundo de Altered Carbon la brutalidad crece cuando los individuos se alejan de su contexto de finitud: sumando al coctel la existencia de una pobreza estructural que obliga a los menos afortunados a usar «fundas» de escaso atractivo social.

«En esta historia el guión es importantísimo de la misma manera en que lo fue la preparación física. Como protagonista entrené unos seis meses para estar a la altura de la exigencia. Pero más allá de eso, siento que la serie tiene muchas preguntas que instala en pantalla. La gente piensa mucho en la tecnología que se ve y que afecta a los personajes. Creo que definitivamente habrá algo parecido en el devenir de nuestras vidas. Eso es el futuro para muchos y tal vez un nuevo despegue para el dominio de los laboratorios», afirmó Kinnaman entrevistado por un sitio estadounidense de noticias.

La idea de que a futuro nuestra memoria pueda ser almacenada en una especie de unidad USB es algo que la serie explora desde el primer capítulo. Esa sensación es la que motiva un temor especial en el protagonista de Altered Carbon: «Personalmente es algo que a mí me da un poco de miedo. Al mismo tiempo eso genera también un atractivo sobre la implementación de que todo nuestro cuerpo tenga un nuevo lenguaje, sea súper fuerte y no se enferme, o si sufre una amputación y pueda tener un nuevo brazo o algo parecido. Sin embargo, eso también puede ser tan intrigante como peligroso».

Los primeros capítulos de Altered Carbon dispararon comparaciones con Black Mirror, aunque en rigor de verdad el libro de Richard Morgan es anterior. «Es verdad que ambas propuestas tocan temas similares, sin embargo esta serie es notablemente más grande en lo que a su desarrollo se refiere porque tiene diez capítulos y Black Mirror es mucho menor –reflexionó Kinnaman–. Y esta historia salió al mercado hace más de diez años atrás. Creo que en ese punto se terminan las comparaciones.» «